¿Se ha visto alguna vez un paso más triste de un ministro?. Lo dijo él mismo: "desde que entré en el Ministerio no he recibido buenas noticias ni un sólo día"; lo dijo lamentándose de su mala suerte como si le hubieran impuesto una penitencia y él no pudiera hacer nada para minimizar su dureza. Le han tocado malos tiempos, es cierto, pero le ha faltado empuje para afrontar la situación, para negociar, para tratar de llegar acuerdos, para convencer a alguien... a no ser que haya ocupado el cargo dispuesto a decir amén si señor al presidente sin osar contravenir una sola de sus directrices, pasando entonces a formar parte de ese grupo de supuestos fieles a los que no le importa tener voz y voto. No ha convencido tampoco a los medios, quizá porque somos perversos y sólo elogiamos a los que nos dan "juego" y él ni da ni quita, más bien irrita porque ves que no sacas nada, dice poco y soso. No dudo de que fuera un buen alcalde de l´Hostpitalet, pero se ha visto que no es político para una escala mayor. Ahora vuelve a Catalunya con un equipaje más pobre del que trajo a unas elecciones que se dan por perdidas. Para rematar esta triste historia Zapatero no acaba de nombrar nuevo ministro y le tiene en una incómoda interinidad. Daría pena si no fuera porque los millones de parados, los de la huelga general y los que tenían fe en llegar a un acuerdo sufren las consencuencias de una incompetencia que, desde luego, no es sólo suya.