A por el tiburón oceánico: ¡Desafío conseguido!
Como os contaba en la anterior crónica, cuando veníamos de bucear en aguas poco profundas, veíamos en los mapas que se acercaban tormentas, de nuevo. Y efectivamente el tiempo empeoró amigos, y los frentes que anunciaban los partes meteorológicos llegaron: hemos estado navegando con un mar terrible, unos vientos muy, muy fuertes y un tremendo oleaje, con unas olas gigantes que nos han tenido a todos mareados. Mientras tratábamos de localizar a los Longimanus, intentábamos buscar refugio en algún islote pero no había manera… A punto hemos estado, en alguna ocasión, de tirar la toalla. Porque estábamos en medio de la tormenta, en mitad del océano, lloviendo, con un mar embravecido, un oleaje tremendo, y nosotros, a la tarea de captar la atención de los tiburones con la vibración del motor y echando carnaza atada a una boya.
Así, durante 5 o 6 horas, que ha sido cuando hemos visto, por fin, que surtía efecto…¡¡y tres pedazo de Longimanus se han puesto a dar vueltas alrededor de las cajas de pescado!! Echando el resto (¡porque daba mucho miedo!) nos hemos metido a bucear con ellos, lo que con estas condiciones todavía era más peligroso: el barco subía y bajaba con las olas, grandes y muy cortas, y caía a plomo contra el agua. Había que tener mucho cuidado tanto al entrar como al salir porque si justo cae sobre ti la plataforma del barco te parte la cabeza… con el mar tan revuelto y un viento tan fuerte todo es mucho más complicado. Y mientras, viendo cómo nuestro objetivo de este Desafío Extremo merodeaba debajo de nosotros… un animal en constante búsqueda de alimento, muy agresivo con la comida. Vive en aguas abiertas, donde el mar es como un gran desierto. No hay comida, y sí muchísima competencia, con lo que cualquier cosa que flote, ya sea un pez, una gaviota… lo que sea, el tiburón oceánico, el Longimanus, va a ir a por él a una velocidad de vértigo! Es tremendamente oportunista, y su mordedura es letal, como la del tiburón blanco.
Cómo serían las condiciones que, con lo lanzada que es, María no se ha sumergido; y se ha enfadado con nosotros (creo que con razón) porque lo ha visto como una auténtica inconsciencia. Con el mar como estaba, y el Longimanus excitado con la carnaza, le ha parecido una locura, y no ha querido hacer la inmersión.
Y bueno, nada más comenzar a tirarnos al agua (hay que tirarse con el chaleco desinflado, con mucho plomo, para caer como una piedra) nos ha ocurrido el primer percance: a Tiger, uno de los buceadores, se le ha enganchado un tubo y el manómetro en el barco y se ha quedado colgando con medio cuerpo fuera y medio cuerpo dentro, ¡con el barco arriba y abajo bamboleado por las olas, no éramos capaces de desengancharlo! Al final se le arranca toda la grifería, salta todo el aire, lo sacamos como hemos podido a la cubierta del barco, con su equipo enganchado en la popa… ¡menuda cara se le ha quedado a Tiger, vaya susto! Así que él tampoco ha podido bucear.
Con toda esta tensión, y los tiburones alerta, esperando, nos hemos tirado como os digo: muy lastrados, con los chalecos desinflados para caer a plomo, para, una vez en el agua, frenarte rápidamente. En este buceo no valen fallos: si te confundes con el caudal del aire que metes al chaleco y te vas al fondo, en un abismo como el que estábamos de 700 o 1000 metros, pierdes la referencia y desapareces. Y si por el contrario, te reflotas, tienes todas las posibilidades de que te ataque el Longimanus.
Y ha sido brutal: nada más tirarnos, ¡se nos han venido instantáneamente los tres tiburones encima! ¡No nos habíamos dado ni cuenta de lo cerca que les teníamos! Matt y Mike, dos de los buceadores sí lo han visto y han venido a protegernos rápidamente, con los palos. ¡Qué stress! Hay que mantener el palo a unos 50 centímetros de ti, en posición SIEMPRE vertical, y estático, y no quitarles ojo. Mirarles directamente, ya que la máscara amplía el tamaño de los ojos y eso les impresiona. Es básico no perder de vista su mirada. Nunca. Iban directamente a por nosotros, ¡como torpedos! Y ahí hay que estar tranquilo, nunca ponerse agresivo porque se pueden excitar, y atacar. Y es increíble porque pasan a tu lado, chocan contigo, tocan el palo, ven que el palo, en vertical, no les cabe en la boca, y entonces giran rapidísimamente, en un solo movimiento, y se te coloca en la espalda y vuelve a intentarlo! Tú ahí tienes que estar tranquilo, pese a la tensión, y girarte, seguir mirándole con el palo vertical frente a ti y no perderle de vista. Tienes que estar pendiente de no ponerte nervioso, para que no te lata el corazón demasiado deprisa y lo noten, pendiente de no irte abajo, de no reflotarte, de mantener la mirada en sus ojos, de llevar el palo siempre en vertical. Es una brutalidad, ¡hemos conseguido unas imágenes increíbles, amigos!
Ha sido espectacular... y terrorífico, a mí me habrán tratado como unas diez veces ver por dónde podían pillarme, han ido como cinco veces a por la cámara y no la querían soltar… son muy insistentes, y muy inteligentes: nos tratábamos de unir en una única masa de buceadores, para parecer “algo” más grande pero nos han conseguido dividir ¡con unas tácticas perfectas! Se meten entre el grupo, y te dividen, y no sabes ni cómo lo han hecho. Y es que es más fácil controlar 15 tiburones toro, que 3 Longimanus, en eso coincidíamos todos. Son osados, instigadores, no tienen miedo a nada… son un espectáculo. Una belleza que alcanzó su nivel de evolución máximo hace millones de años ¡una máquina perfecta, un depredador perfecto! Y es que, pese al riesgo que conlleva bucear junto a estos eficacísimos depredadores, haciendo las cosas bien, puedes sumergirte junto a ellos -lo que es un auténtico lujo- y salir vivo del encuentro. La exterminación a la que estamos llevando estas especies por sustraer sus aletas es una auténtica aberración, los estamos esquilmando, y con ello, el equilibrio de los océanos. Es una auténtica salvajada que queremos denunciar especialmente en este programa y, sobre todo, mostraros lo increíbles que son.
Y bueno, con toda esta tensión y la máscara de comunicación que uso -que lleva presión positiva- tras mucho tiempo bajo el agua consumí el aire muy rápidamente, y me llegó el momento de salir. Es el momento más peligroso. Matt y yo nos separamos del grupo y en ese momento dos de los Longimanus comienzan a seguirnos. Matt sube, y saca la cabeza, avisa al equipo del barco que está como a 100 metros (estamos en alta mar, no pueden anclarse ni estar cerca por si nos reflotamos y nos damos con las hélices) yo me quedo bajo el agua peleándome con los dos tiburones, mientras tanto. Vuelve a sumergirse, y esperamos el momento, controlándolos entre los dos. Tan pronto sentimos las hélices, hincho el chaleco, calculo el sitio para salir por la popa (y sobre todo no aproximarme a las hélices) y salgo para arriba como un torpedo. Importantísimo no ponerse en horizontal cuando estás en superficie, no nadar, porque es el momento más proclive a que te ataquen. Y arriba, en el barco, tiene que haber dos personas preparadas para sacarte a la mayor velocidad posible.
Bueno, pues ahí fallé. Una ola movió el barco cuando salía y me vi, de repente, ¡como a un minuto a nado de la embarcación! No sabía qué hacer: si volver a sumergirme y esperar a que se acercaran a por mi, o nadar. Pero no me quedaba aire, así que, confiando que Matt lograra controlarlos un poco, me arriesgué a ir a nado. No dejaba de pensar en que una sola dentellada, con esa boca y el sistema de sierra que tienen, y estaba muerto. Ha sido el minuto más agobiante de toda mi vida: en el sitio favorito de ataque de los tiburones, nadando contracorriente, con oleaje, en alta mar. Y así, todos, nos ha pasado a todos igual a la hora de salir. ¡No había manera, han tenido que hacer hasta dos maniobras para sacar al resto del equipo! La verdad que María tenía razón, con esas condiciones te la juegas justo en el momento más delicado… Pero bueno, al día siguiente el tiempo se calmó y tanto ella como Tiger han podido bucear con un Longimanus que puso en jaque a un equipo entero ¡de 7 buceadores! Sin duda, bucear con los tiburones oceánicos de puntas blancas es algo muy, muy especial, incomparable. Nunca hemos hecho un buceo tan complicado.
¡Menudo colofón!: hemos filmado desde tiburones nodriza hasta peces escorpión, pasando por rayas, tiburones de arrecife, ¡hasta cerdos nadadores!… y ahora el Longimanus, el tiburón oceánico de puntas blancas. Dicho por todos, por Oscar, por María… por los buceadores más expertos: es el buceo más excitante que se puede realizar.
El tiburón que más vidas se ha cobrado, una máquina perfecta y que nos ha dejado disfrutar de uno de los buceos más impresionantes que he hecho jamás.
¡Desafío conseguido, amigos!