Amigos… ¡qué palizón! Llevamos unas 50 horas casi initerrumpidas sin despegarnos del coche, dándolo todo en una carrera que te lleva tanto a ti como a tu máquina al límite de tus fuerzas y tu resistencia. Ayer, después de una jornada durísima, apenas pudimos descansar una hora en Iquique y ya estábamos saliendo para la nueva etapa, una etapa inundada de fesh fesh, ese fino polvo que se atesta las pistas! Estaban llenísimas de fesh fesh, que se metía por todas partes y nos estropeaba todo. Imaginaos cómo será que cada 10 -15 km nos parábamos, cogíamos el compresor de aire del coche y echábamos aire a presión por el radiador, por todas las partes del motor, por fuera... para dejar que el motor pudiera refrigerar bien y que las zonas de frenos pudieran funcionar, y así poder seguir avanzando.
Hemos tenido que hacer esta operación varias veces, lo que nos ha hecho perder mucho tiempo, claro, ¡pero es que si no era imposible continuar! Tengo que confesaros que hemos vivido momentos bastante duros, con ese fesh fesh que te quema la cara y que apenas te deja respirar, pues inunda todo el habitáculo de nuestro Toyota... en esos instantes te surgen preguntas de esas de “pero qué narices hago yo aquí...?” Pero bueno, hemos podido seguir avanzando y sumando kilómetros con este sistema del compresor de aire, lo que nos ha animado a cambiar de estrategia y, en vez de dormir en la especial, hacer todo lo posible por llegar al campamento. Durante la etapa hemos visto multitud de coches tirados, un buggie quemado, del que sólo se veía el chasis y estaba todo negro, chamuscado. Nos encontrábamos con otros participantes que nos decían que tenían que dejar sus coches, que los abandonaban, pero que no tenían nada claro que los pudieran volver a sacar, porque es un lugar completamente inaccesible... Ya veis, todo un panorama alentador, ¡amigos! Pero ni yo ni súper Nacho McGyver, mi copiloto, estábamos dispuestos a dejarnos vencer, y seguíamos siempre hacia delante! Entre las muchas cosas que nos motivaban para avanzar sin rendirnos había un par muy poderosas... ¡soñábamos con llegar a una cama, Dios! Y, sobre todo, sobre todo... con una ducha. Hemos luchado fuerte y hemos logrado llegar: ha sido un inmenso placer llegar al bivouac y encontrarnos con el equipo, poder hablar con ellos tranquilamente (ayer no pudimos ni charlar, en el breve tiempo que estuvimos en Iquique) y hemos podido desayunar con cubiertos, ¡¡qué lujo!
Así que aquí estamos, en Arica, gracias a mi copiloto, Nacho “McGiver”, que soluciona todos los problemas que nos van surgiendo … y también a nuestro Toyota Hilux, que se está portando como un campeón, aguantando lo indecible. ¡¡Mañana más, amigos!!!