De la selva a la cordillera de los Andes
Hola amigos, os escribo desde la tercera ciudad más grande de Ecuador: Riobamba, capital de la región de Chimborazo, donde se encuentra la mayor altitud de Ecuador, un volcán apagado e 6.310 metros de altura llamado Chimborazo. Voy a contaros mi periplo desde la última crónica.
Mi estancia en la capital de Ecuador, Quito, fue muy placentera, la ciudad es tranquila y sus gentes muy amables, pero llegaba el momento de ponerse en marcha.
Como esta expedición no la había preparado, decidí alquilarme un coche 4x4, algo obligatorio para moverme por un territorio tan complejo geográficamente y aún más complicado por las fuertes lluvias, que no han cesado en los últimos cuatro meses. Dicen que son las mas fuertes de los últimos 100 años. Hasta el aeropuerto fue cerrado a los dos días de mi llegada, completamente inundado.
Con mi flamante Toyota Land Cruisser, me puse en marcha camino a la selva en una larga jornada de 8 horas. La ruta comenzó en Quito y continuó primero al norte hacia un lugar llamado “la mitad del mundo”, que es donde pasa la línea del ecuador. Puedes poner un pie en el hemisferio norte y el otro en el hemisferio sur. Después, crucé otra vez Quito y empezó un continuo subir y bajar collados, algunos de mas de 4000 metros, bajo una continua lluvia que no cesaba y que en ocasiones me obligaba a detener el vehiculo. Luego llegó un continuo descenso hasta las partes más bajas de Ecuador, a 600 metros sobre el nivel del mar.
Estoy en la selva, en la cuenca alta del Amazonas, donde se encuentra el río Napo, uno de los afluentes más caudalosos del Amazonas.
Alcancé esta cuenca después de transitar por pistas medio destruidas, grandes extensiones de barro y agua en las que conducir exige la máxima concentración y por abismos que terminan en ríos embravecidos de color chocolate. Ya de noche alcanzo mi objetivo: Misahualli.
Me alojo en unas cabañas junto al río Napo, donde la humedad y el calor son terribles y eres atacado por nubes de mosquitos. Sudo, chorreo agua por todas partes y tengo mogollón de picaduras. Espero que alguna no sea del anofeles, transmisor de la malaria, no llevo protección contra esta terrible enfermedad, aunque sí medicinas adecuadas por si me entrara.
Durante el periodo que estoy en la selva, contacto con una persona local que se llama Hoto y junto a dos quichuas más nos adentramos en los afluentes del río Napo, para conocer de cerca de lo nativos de esta selva, los Quichuas y Huaronais. Logramos contactar con los primeros, para ver a los últimos se requieren muchos días en las profundas y espesas selvas de esta parte del Amazonas.
Ha sido una experiencia increíble navegar en pequeñas barcas alargadas construidas al vaciar grandes troncos de árboles, conversar y comer con las tribus Quichuas y, sobre todo, ver cómo sacan el polvo de oro de estos ríos.
Quería conocer la selva para hacerme una idea de desde donde nace mi objetivo: el volcán Sangay. Yo lo atacaré desde el oeste, partiendo desde los 3000 metros, pero tendré que descender por debajo de los 2000 metros en mitad de la jungla, para luego volver a ascender y alcanzar desde este punto los más de 5.200 metros de altitud. Si alcanzo el campo base, será un éxito. Llegar a su cima, casi un imposible. Será una empresa muy complicada que os iré desvelando puntualmente en estas crónicas.
Mañana parto para iniciar mi primera jornada de sufrimiento. Y nunca mejor dicho: pantanos, lodazales, barro, lluvia, cruzar muchos ríos y torrentes sin puentes, mosquitos, 10 horas diarias de caminata por la selva y agua por todas partes. Así durante varias jornadas, sólo para alcanzar la base de este esquivo y alejado volcán, en mitad de ninguna parte.
Estad atentos porque os seguiré informando.
Jesús Calleja desde el Ecuador