Seguimos en la Antártida (1 de 2)
Ya se nos ha pasado el tremendo susto de la tormenta, y al día siguiente apareció bueno, por lo que recobramos ánimos. Pero necesitaremos reparar el velero para poder continuar y sobre todo pensamos en el regreso, que se está complicando mucho.
Quedamos muy pocos barcos en la zona. Estamos a finales de febrero, y en marzo aquí ya no queda nadie, ni siquiera en las bases. Todo el mundo desparece, el crudo invierno antártico esta muy cerca, y parece que este año se está adelantando, con la sucesión de tormentas inusualmente violentas en estas fechas.
Nos dirigimos a la base antártica española de la isla Decepción Gabriel de Castilla, pues necesitamos repuestos, especialmente que funcione nuestra emisora principal de VFH, y el radar, para detectar los icebergs que como es obvio, no están en ninguna carta de navegación.
Conseguimos repararlo y damos las gracias al Ejército de Tierra español que tanto nos han ayudado y la sabrosa paella a la que nos han invitado. Curiosamente nos reencontramos con los científicos que
habían embarcado en la anterior base Antártica Española Juan Carlos I. La tormenta les impidió continuar, y eso que el buque Las Palmas pesa 1500 toneladas. Pero las tempestades no respetan ni a los grandes buques. El capitán de Las Palmas nos confirma que la tormenta fue muy violenta, y él ni siquiera podía entrar en la bahía de Decepción a refugiarse con el buque Las Palmas, además nos dijo que después de oír nuestros problemas habría sido muy peligroso meterse cuando estábamos a la deriva. Nos ha facilitado de todo para ayudarnos a proseguir, aunque nos dice que los que venimos a la Antártida en velero por estos mares estamos locos de atar…
Como se nos hizo tarde decidimos visitar a la base argentina a petición de nuestros amigos los argentinos. Desembarcamos en la base a bordo del bote de goma zodiac. La base es diferente a la nuestra. Es muy antigua, de hecho, junto a otra base inglesa es la más antigua de esta parte de la
Antártida. Se nota en su construcción que se conserva en muy buen estado, pero tiene ese aroma de las viejas bases antárticas, que recuerdan tiempos de exploración. Aquí hay 14 militares argentinos que nos reciben como en nuestra casa, y nos sorprenden con un asado a la argentina exquisito, todo un lujo en estas latitudes. Llega el momento de regresar al barco, pero no puede ser…
De nuevo y esta vez sin aviso llegan vientos tan fuertes, que es imposible regresar al velero, teniendo el capitán y su ayudante Any que controlar el ancla y que el barco no se mueva. Nosotros, obligados a dormir en la base, junto a otro buque francés, llamado POD ORANGE, cuyos tripulantes son muy buena gente. Dos jóvenes y una chica. Uno de ellos tiene un brazo tan ancho como mi pierna. A estos chicos tuvimos que ayudarles el día después de la tormenta. Lo más gracioso es que llevan a tres clientes que están sorprendidos con tener que dormir aquí, en el suelo de una habitación que han habilitado para nosotros.
Tanto españoles como argentinos somos de sangre latina, y organizamos un pedazo de fiesta que era un desmadre. ¡¡Qué bien lo pasamos!! Una juerga sin precedentes, especialmente con un “chavo”, como dicen los argentinos, que le apodaban “el brujo”, que era increíble montando juerga. Se disfrazaba de personajes, cantaba, tocaba la guitarra, contaba chistes, en fin menudo personaje Sólo os diré que en uno de sus simpáticos personajes, se disfrazo de Hitler para ridiculizarlo y se puso a desfilar por el pasillo, de una manera cómica. Habéis leído bien: esto, en una base militar antártica.
Aquí todo es diferente y se transige aun más. Es y tiene que ser así. Un diez para los argentinos,
montan las mejores fiestas de la Antártida, y a nosotros nos vino muy bien para levantarnos la moral después del susto.
La conclusión que sacamos es que el tiempo atmosférico está desmadrado, y ahora nuestro principal objetivo es salir ilesos de la Antártida, pero eso tendrá que esperar, pues anuncian otra tempestad como la sufrida, y para pasarla necesitamos navegar curiosamente más hacia el Sur, hacia unas islas llamadas Argentinas, junto a la base antártica ucraniana.
En vez de regresar hacia Tierra de Fuego, tenemos que seguir navegando muy al Sur, con lo que nos adentramos aun más en la Antártida. No hay mas solución, pues en dos días y medio la tendremos encima. Al menos disfrutaremos de paisajes que cortan la respiración…
Primeramente navegamos hasta el anochecer, divisando por primera vez la península antártica. El paisaje increíble, pero hay que buscar dónde amarrar el barco. Aquí no hay puertos, por lo que cada uno usa su estrategia. La de Roger, nuestro capitán, es atracar en un pequeñísimo recodo, entre glaciares y un barco hundido, del que asoma la proa. Este barco se dedicaba a la caza de ballenas, y se hundió en 1916 al prenderse fuego, aunque todavía conserva la proa oxidada, donde atamos nuestro velero, para pasar la noche. La verdad es que resulta tétrico este lugar. Nos da la sensación de que los fantasmas del pecio errante nos visitarán en la noche.