"Con lo recaudado vamos a poyer ayudar a cientos de personas"
Recién llegado del último Desafío Extremo en el desierto omaní de Wahiba, Jesús se prepara para su inminente viaje al Ladakh.
Mañana viernes 17 de septiembre, tal y como estaba previsto, Jesús vuela hacia la India para entregar, personalmente, lo recaudado en la campaña de ayuda a los afectados por las inundaciones de Leh.
El resultado de la colecta ha dejado muy sorprendido al alpinista leonés, que no tiene más que palabras de agradecimiento para todos aquellos que habéis respondido a la petición de auxilio al pueblo del Ladakh.
“Es difícil expresar con palabras lo agradecido que me siento por la respuesta que hemos tenido. De verdad, muchísimas gracias de todo corazón a los que habéis colaborado, ¡es más de lo que esperábamos recaudar! Vamos a poder repartir el dinero entre, aproximadamente, treinta familias ladakhís, familias que perdieron todo en las inundaciones.
Cada familia suele tener unos diez miembros, o más. ¡Esto son varios centenares de personas a los que vamos a poder ayudar de manera directa!"
El destino final del dinero recaudado hasta la fecha –la cuenta bancaria seguirá activa durante los próximos meses-es proporcionar un techo a los que perdieron sus casas en la riada: “nuestra idea es dar a estas familias el dinero necesario para que puedan pagar el alquiler de una casa durante los próximos dos años, tiempo que estimamos es suficiente para que hayan reconstruido sus casas. Y además llegamos justo a tiempo, porque el invierno en el Himalaya está a las puertas.”
Y son los propios ladakhís los que han de reconstruir las casas devastadas por la inundación, pues la ayuda exterior llega con cuentagotas: “la situación de Leh, como me contaba hace dos días Phuntchok –colaborador habitual cuando filmamos en el Himalaya-no ha mejorado mucho desde que la riada lo arrasara. Las dos carreteras que dan acceso al pueblo están destruidas, y si se accede volando tienes sólo una pista militar para aterrizar, por lo que la capacidad de reconstrucción en esta zona tan remota del Himalaya, es muy inferior a la que se puede tener en cualquier otro lugar más accesible. Así que, son los propios ladakhís los que tienen que reconstruirlo todo.”
Otra manera de ayudar al pueblo de Leh es, precisamente, no dejando de visitar esta zona del Himalaya, destino habitual de trekkers y alpinistas. “Los más ancianos de Leh no recuerdan que nunca, en sus vidas, haya sucedido nada semejante” cuenta Kike Calleja, que estaba allí cuando sucedió el desastre. “Acababa de llegar con mi grupo para iniciar, en los próximos días, un trekking por la zona. Recuerdo que me llamaron mucho la atención los nubarrones negros que se alzaban sobre el valle, pero no podía imaginarme lo que pasaría después”.
Sin embargo, “el monzón nunca antes había afectado así a esta región del Himalaya, que es como un desierto de altura. Ha sido algo raro, totalmente anómalo. No tiene porqué volver a suceder. Por supuesto que regresaremos, lo antes posible, porque la zona y las gentes del Ladakh lo merecen, y porque queremos ayudarles a remontar cuanto antes, mejor.”
Y la ayuda está ya, prácticamente, en camino, de la mano de un Jesús "churruscado, feliz y muy agradecido por la ayuda recibida" que casi no ha regresado del último Desafío Extremo y ya se vuelve a marchar; pero la huella de lo vivido en Omán no se le borrará fácilmente: “...cincuenta y tres grados en el aire, sesenta y tres a un metro de la arena…en el desierto más caluroso del mundo, lo más importante ha sido adaptarse al medio cuanto antes”.
Andar de noche, y buscar cobijo “una acacia, lo que fuera… o fabricarte una sombra, siempre antes de las 10:00 de la mañana” es la rutina que ha seguido el equipo de Desafío, la única que se puede seguir “cuando te metes en un territorio en condiciones tan hostiles que ni los mismos beduinos se adentran en él jamás”.
En su objetivo de recorrer los caminos legendarios de la Ruta del Incienso, han atravesado dunas de veinte metros de altura, barrancos y una cordillera desértica de más de mil metros de altura “caminando una media de 30 kilómetros diarios sobre arena, lo que, si ya de por sí resulta agotador, con estas temperaturas no te puedes permitir ni un fallo. Y nosotros lo hemos tenido, y muy gordo: ¡nos quedamos muy cortos de agua!, un fallo terrible”.
Junto a Calleja y su inseparable Emilio Valdés, se encontraba en esta ocasión Rafa Lomana, un amigo que “a pesar de ser de esos curtidos en mil batallas, de ésta ha vuelto ¡10 kilos más delgado! Pero contento, le ha gustado mucho la experiencia y, sobre todo, ha visto que lo que hacemos es "verdad". Lo que se ve en televisión, en los Desafíos… es lo que vivimos en realidad al grabarlo. Es real"