Todo parecía fácil
Hoy es 25 de enero y aquí estoy de nuevo a las teclas del ordenador, me he hecho con energía eléctrica y os puedo escribir.
El objetivo de ayer fue llegar hasta el pueblo de Chilling, donde terminaba esta aventura. Si todo salía bien llegaríamos a la aldea, nos alojaríamos al calor de alguna de sus casitas y al día siguiente estaríamos en la civilización, en Leh, capital del Ladakh.
El día transcurrió más o menos con normalidad hasta que llegamos a un cañón de paredes verticales, de fuerte corriente y aguas profundas, donde no había hielo. ¡No podía ser!
Sólo estábamos a media jornada de llegar a Chilling, donde todo habría terminado felizmente.
No siendo capaces de pasar por el río, tenemos que escalar. Caminamos por peligrosísimas laderas, hacemos una huella lateral sobre la nieve, sorteamos rocas cubiertas de hielo hasta llegar a una pequeña repisa suspendida en el abismo y ahí nos quedamos. Estamos al límite y hemos llegado a un punto sin salida. ¿Qué hacemos? ¡Es imposible, hay que dar la vuelta!
Comenzamos a ascender de nuevo, yo resbalo repetidamente pero consigo alcanzar la repisa, después Phuntchok. Ahora tenemos que regresar con todos los porteadores por el peligrosísimo itinerario que nos trajo hasta este punto. Mi corazón casi se sale de tantos sustos de los portadores, resbalones, gritos, rápeles, hielo, frío, y sobre todo desconcierto sobre nuestro futuro. ¡Estamos atrapados por el río!
Encontramos una cueva y buena leña para pasar la noche. Los zanskaries corean un murmullo: un rezo para que el río se hiele. El más viejo de los porteadores explica que todos los años se produce este fenómeno inexplicable: cuando más frío hace el río se licua. El hielo se convierte en escarcha turquesa y después se vuelve agua y avanza. Yo lo llamo “el virus que come el hielo”.
Tras la noche nos encontramos de nuevo aguas abajo, con la ansiedad de si estará o no helado el tramo del río. Pero el río empieza a licuarse antes. ¿Cómo puede ser? Era cierto, “El virus del hielo” se mueve aguas arriba. No entiendo nada, esto es un asunto para Iker Jiménez de Cuarto Milenio.
Phuntchok se adelantan al punto en el que ayer no había nada de hielo, pero esta vez hay una fina capa y gritando de alegría nos comunican que la ruta está abierta.
Hay que pasar a todos los portadores. Tres franceses que habían iniciado la ruta deciden regresar. Con algún grupo de zanskaries camino de Leh, en total somos 62 personas. Phuntchok y yo ayudamos a todo el mundo y les damos indicaciones. Es un caos, todos quieren bajar a la vez. Hay voces por todos lados, gritos, desorden. Phuntchok se esfuerza en organizar este jaleo, pero es imposible, están asustados al ver que el río se rompe cada vez más. Los franceses resbalan y caen al agua. Necesitan quitarse la ropa urgentemente y secarse o sufrirán una hipotermia, congelaciones o parada cardiaca.
No siento los pies, Emilio tampoco, nos hemos mojado hasta la rodilla. Pero caminamos sistemáticamente, estamos al límite de la mínima temperatura que el cuerpo puede aguantar y a alguno le pasará factura.
Llegamos a Chilling y allí está el autobús. Poco a poco vuelve la calma y en tres horas estamos en Leh, en la civilización, desde donde os escribo al calor de una estufa.
Se ha corrido la voz de nuestras andanzas y todo el mundo agradece a Phuntchok su esfuerzo. Estamos sanos y salvos porque Phuntchok se comportó como un héroe, exponiendo su vida para salvar las de otros. Ahora le han venido a ver de la radio y la televisión local. Mañana le entrevistarán, él está orgulloso y yo más porque es mi mejor amigo.
Gracias a Dios y a los budas estamos todos vivos y sin congelaciones, hemos visto el Sangri-La, las tierras altas, remotas y misteriosas del alto y bajo Zanskar, conocimos al hijo de un rey y llegamos, sin duda, a uno de los lugares más aislados de todo el Himalaya.
Ha sido un viaje trepidante, peligroso, increíble, una de mis mejores aventuras.
Espero que os haya gustado. Yo he disfrutado mucho y aunque pasé mucho miedo, no cambiaría ni un segundo de esta vivencia.
El 30 de Enero estaré en España y pronto, muy pronto, el 1 de febrero comenzaré otro ‘Desafío Extremo’.
Os mantendré informados. Gracias a todos.
Jesús Calleja desde la indómita cordillera del Himalaya.