OBJETIVO nº 1: Caminamos por glaciares de altura, escalamos más glaciares, sorteamos grietas, y cruzamos collados, pero el paso no aparece. Exploramos canales sin éxito, y tenemos que encaramarnos a una crestería muy aérea para ascender un pico que se alza vertiginoso desde otro glaciar. Mientras escalamos, decidimos llamarle “Punta Esperanza”, precisamente porque hemos depositado toda nuestra esperanza en que desde su cima veamos un posible paso a la cara norte de este largo cordón que empieza en el monte Gémini y va uniendo muchas montañas, entre ellas el Monte Caledonia.
La ascensión la realizamos sin problemas, y desde la cima vemos una posible salida a la cara norte a través de una canal que se ve practicable. Hay que salvar unos 500 metros hasta el glaciar Armada de Chile y es una muralla vertical de muchos kilómetros de larga, y solo vemos un posible paso.
Descendemos, se lo comunicaos a los compañeros que esperan nuestra exploración y nos encordamos de nuevo, pues hay que sortear antes una pala de nieve que está encima de un glaciar con fuerte pendiente que desciende desde la misma cima de nuestra recién bautizada montaña como Punta Esperanza.
Cruzamos en diagonal esta dificultad de unos 60º de inclinación entre dos gigantescas grietas que serían imposibles de cruzar, pero tenemos suerte que esta en diagonal y lo sorteamos por el medio. Por fin alcanzamos una especie de colladito y comenzamos el descenso.
Tenemos que destrepar muros muy inclinados con las pesadas mochilas, una tarea dificultosa y expuesta. Hay pasos tan delicados que pasas con la mitad del pie en el abismo, agarrados como lapas. Llegamos a un muro que no podemos destrepar y montamos un pequeño rapel, lo salvamos y seguimos descendiendo por este farallón de granito.
Alcanzamos diferentes terrazas, pero en una de ellas y a menos de 150 metros del objetivo, se nos corta la ruta. La canal desaparece y da paso a un muro infernal vertical y en ocasiones extraplomado, por lo que nuestras cuerdas de 60 metros nos son suficientes y no podemos instalar rapeles con esas mochilas colgando en el abismo.
Nos lamentamos y esto nos deja hechos polvo. ¡Qué decepción! Todo nuestro esfuerzo y la ascensión al Punta Esperanza, para nada. Tenemos que regresar por el mismo sitio.
Escalamos la ruta que antes descendimos, tenemos que utilizar de nuevo la cuerda para pasar el pequeño muro, y al cabo de una hora y media estamos de nuevo en el pequeño collado.
Descansamos, comemos, nos hidratamos, pensamos, nos motivamos, y decidimos continuar por los neveros y glaciares hacia el este, en busca de otra ruta de descenso.
Nuestro único regalo de momento, al tremendo esfuerzo baldío, es un fascinante vuelo a escasos 10 metros de nosotros de un gigantesco cóndor que llegan a tener dos metros y medio de envergadura de punta a punta del ala, sólo superado por el albatros solitario. Se recrea dándonos al menos 10 pasadas para que le saquemos bien guapo en las fotos, y aunque el no lo sepa le conocerán todos los españoles cuando se vea esta aventura en Desafío Extremo en Cuatro.