Os preguntaréis el porqué del título de esta crónica… pues porque es la única verdad. Locos hay que estar para volar en plena selva del Amazonas, ¡no hay dónde aterrizar! y lo hemos vivido en plenas carnes…
Nos toca uno de los vuelos largos para testar los globos con mucha carga, y de paso este día me servirá para hacer acercamientos al suelo, o mejor dicho, a los ríos o a las copas de los árboles … podremos practicar mis futuros “estrellamientos”. Aquí casi nunca se aterriza.
Lo que parecía un juego casi termina en tragedia…
El día esta perfecto para volar, está cubierto con nubes medias y alguna baja, esto nos facilita que no existan las llamadas térmicas, temibles para pilotar un globo. Para que os hagáis una idea, un globo asciende y vuela si existe una diferencia de 80ºC, es decir provocamos una autentica térmica artificial. Como ejemplo, aquí hoy tenemos unos 35ºC, para que podamos volar tenemos que subir la temperatura del globo (que se llama la vela) a ¡110 ºC! … es decir, tenemos que añadir 80ºC a los 35ºde la temperatura ambiente. El peligro es que si llega a 120 ºC, la tela del globo se funde!. Otra de las enormes dificultades es que cada 5 segundos hay que quemar gas para no descender, pero el globo adquiere altísimas temperaturas que provocan que el gas se gaste muy deprisa…. y entonces, si se gasta muy rápido, tienes que aterrizar como sea y donde sea porque el globo se desploma, y sin duda te matas. Además, os recuerdo que aquí solo hay agua .. y árboles gigantescos. Pura selva.
Esto es lo que nos pasó…
El día, como decía, fantástico. Despegamos sin novedad. El globo asciende suavemente y, a medida que ganamos altura, el paisaje es único. Se ve la selva magnifica, infinita, con cientos de ríos y afluentes por todas partes. El agua es de color cobre desde el aire. La selva parece irreal, increíble e incomprensiblemente gigante.
Vamos avanzando a buena velocidad, yo sigo practicando ascensos, descensos … el río se convierte de repente en una especie de masa verde, formada por millones de algas que crecen cuando las aguas están más paradas. En el horizonte, las nubes medias, bajas y las nieblas locales dan al paisaje un tinte tenebroso, radical, incontrolable. Creo sin equivocarme que he hecho uno de los vuelos más especiales y fantásticos de mi vida. Tenemos la suerte de nuestro lado, los vientos que vamos a buscar, a 1000 metros de altura, son nuestros aliados y nos llevan por el mismo rumbo del Río Negro, que es justo lo que queríamos… un poco a la derecha o a la izquierda, te adentras en una selva impenetrable donde no existen poblados, aldeas o tribus, por lo que si terminamos en esos parajes podemos pasarlo mal, muy mal…
Así que, de momento, todo resulta inmejorable. Hago mis prácticas, descendiendo en sendas de planeo gracias a las perfectas indicaciones del maestro Ángel, que con sus 4.000 horas de vuelo en globo, es un lujazo tenerlo de profe y sentirte protegido. Los otros compañeros, Carles y Miquel, están volando junto a nosotros en el otro globo, el grande, el que utilizaremos durante el récord.
Nos filmamos, fotografiamos y disfrutamos de un globo al otro…. con ese paisaje bestial a los pies, a la izquierda, a la derecha o hacia arriba. Allí donde mires es perfecto, como dice mi amigo Emilio: poesía.
¡Ya le voy pillando el rollo a esto! Aunque es difícil de verdad … muy complicado manejar un aparato que vuela, pero que sólo sube o baja, que no se puede dirigir. Llegamos incluso a tocar con la cesta en el río Negro, lo surfeamos metiéndola un metro en el agua, y después nos elevamos … una sobrada!! Cruzamos islas, selva, ríos. Continuamos el curso hacia el oeste cuando Ángel me dice que, de las 6 botellas de gas que llevamos, sólo nos queda botella y media. Inmediatamente se le cambia el gesto relajado por el de ¡en guardia¡ Hay que pensar en descender, llevamos dos horas volando… eso ya nos convierte en los segundos del mundo que han recorrido más kilómetros y han volado más tiempo en la selva del Amazonas. ¡Ya es un record!.
Ahora hay que buscar dónde aterrizar, y esa es la cuestión…
Yo sigo pilotando, Ángel no quiere que suelte los mandos, quiere que siga practicando. Está forzando mi cursillo acelerado porque, en dos días, tendré que hacer volar yo solo el globo, lo que se conoce como “la suelta”.
Nos coordinamos con el otro globo, y para desgracia de ambos, no hay más que aguas del río Negro, o la pura selva con árboles de 40 metros, así que está claro … hoy nos estrellaremos con control…
Deciden por radio que sea en el río Negro. Estamos muy lejos de la aldea Cuieira, y hay que estrellarse…
Empezamos nosotros suavemente y después lo hará el otro globo, para ayudarnos entre todos. Damos coordenadas y posición a nuestro pequeño barco y a las dos “voladeras”, las canoas estrechas y rápidas, que le acompañan. Tendrán que llegar lo antes posible, si no, se puede hundir todo … globo, cesta, incluso nosotros, si no nos rescatan rápido.
Ya estamos cerca del agua. Un poco más, un metro, medio metro … se lo “canto” a Ángel. Nos preparamos para caer en el río, y en ese momento… ¡horror! el viento en superficie es más del esperado. Ángel nos alerta y nos dice que nos la vamos a pegar de lo lindo. Nos sujetamos fuerte y llega el trompazo, pedazo de choque contra el agua. En 5 segundos la cesta esta llena de agua. En estos casos, es vital no quedar debajo, podrías quedar atrapado dentro y boca abajo en el río.
Nos revolcamos sin abandonar la cesta pero, de alguna manera, Emilio, Ángel y yo salimos despedidos, el globo sigue acelerándose, no para … ¡horror! … nos arrastra sin parar y la cesta hace cosas raras, las cuerdas se enredan en la cesta, debajo del agua, y lo peor... empiezan a atraparnos.
No doy crédito a lo que está ocurriendo. Por si fuera poco, veo por el rabillo del ojo el otro globo que viene hacia nosotros sin control, rebotando en el agua, y más deprisa que el nuestro. Me quedo en blanco … visto y no visto, la cesta se nos echa encima, sólo me da tiempo a gritarle a Emilio, que la esquiva por 5 cm. Yo me preparo para hacer lo mismo, pero sorpresa… algo se me enreda en un pie, y sobre todo en el cuello.. es esa maldita cuerda por la que Emilio salio del globo, en vuelo, para hacer unas tomas espectaculares. Ahora culebrea salvaje por el agua y se va enredando por todas partes… hasta llegar a mi cuello.
No sé cómo pero, en un segundo, la cuerda se tensa hasta casi ahogarme, se engancha en los bajíos del río, sigue tensándose y yo, horrorizado, me hundo sin poder hacer nada.
¡Menuda situación! … tengo una cuerda al cuello, otra enredada en el pie, y me hundo unos 4 metros quedando atrapado bajo el agua. Abro los ojos y todo está prácticamente negro, estoy rodeado por agua rojiza y algas que crecen desde el fondo, y que también empiezan a enredarse, ¡que situación tan complicada y terrible!…
Con gran desesperación pasa el tiempo y no consigo desenredarme, me queda un minuto de vida y me afano en sacar la cuerda del cuello, que consigo con gran dificultad. Arriba, Emilio y Ángel están buscándome, pero yo he quedado atrapado a 50 metros de ellos.Sigo casi en el fondo del río… por fin consigo zafarme de la cuerda asesina y nado hacia arriba. Lo hago con gran dificultad porque la del tobillo sigue enganchada, pero tengo que salir del agua, me estoy ahogando…
Con gran apuro llego a la superficie y grito con desesperación para que me oigan y me ayuden. Sigo con un pie enganchado a la cuerda, haciendo mucho esfuerzo por liberarme, y me estoy agotando. Al fin veo que se acerca una de las “voladeras” (la canoa rápida), una mano me agarra y tira de mí, pero tampoco pueden sacarme en el primer intento, la cuerda en el tobillo presiona y tengo decenas de algas gigantes enredadas. En un segundo intento consiguen alzarme hasta la canoa.
Me quedo pálido, agotado, no doy crédito de lo justito que he estado. Mi reflexión inicial es que me quiero ir, no más globo en la selva, casi me mata. No quiero ni pensar que, además de lo que ha pasado, este río está infectado de cocodrilos, rayas arponeras, peces eléctricos, boas constrictor, anacondas, y mil bichejos más…
Después me sereno, y nos vamos juntando todos en el barco grande. Los dos globos están hechos un desastre, uno más que el otro, las cestas hundidas, las botellas de gas colgando de las cestas, todo boca abajo, los globos entre el fondo del río y los árboles vecinos, todo lleno de algas.
Son las 11 de la mañana, tenemos trabajo casi hasta la noche, no hay más remedio que recuperarlo todo del río. Hay que bucear para meternos en las cestas sumergidas, descolgar las botellas de propano, sacarlas del fondo, rescatar los bidones estancos con el material, sacar las propias cestas y … la gran odisea de recuperar la vela del globo que, al ir sacándola, se ha hecho una gigantesca bolsa donde se almacenan toneladas de agua que van desgarrando la tela y haciendo boquetes.
El globo pequeño conseguimos recuperarlo aceptablemente, aunque con desperfectos. El grande está destrozado, más de 50 agujeros, algunos de tres metros. Un auténtico desastre, está casi inutilizado. Y este es el globo con el que tenemos que batir el record.
Casi de noche alcanzamos la aldea de Cuieira y descargamos todo el material recuperado con ayuda de la gente de la aldea. Ronda una ambiente pesimista, todo está en muy malas condiciones. No tenemos ni idea, en ese momento, de si podremos recuperar el globo principal. Nos van ayudar las gentes locales a coser el globo, pero son 50 roturas que pueden abrirse cuando, en el record, sometamos el globo a plena carga. Las cosas se han complicado extraordinariamente, algo tendremos que hacer, pero no sabemos qué.
Mañana, yo intentaré otro vuelo con Ángel para mejorar mi cursillo express, porque tengo que volar solo. Si no lo hago, tampoco podré meterme en esta gran aventura de batir el record del mundo de vuelo en globo de aire caliente en la selva del Amazonas. Y, mientras, otra parte del equipo se quedará a reparar todo el día el globo principal.
La incertidumbre es total, tenemos que seguir mi curso preparatorio para la suelta, pero el peligro acecha… si me estrello mal y rompo el globo, ya nos podemos ir para casa … o al hospital…
Es por la mañana. Estoy viendo los dos globos tirados en la pequeña playa fluvial, mojados, rotos, y nos preguntamos cómo continuará esta expedición. Lo mejor es que hemos renovado ánimos, estamos más motivados ¡y nos hemos conjurado para llegar hasta el final! no tiraremos la toalla, e inventaremos lo que sea necesario para continuar. Al menos un globo está a salvo.
Amigos, ésto es duro, muy duro, durante 15 horas hemos estado sacando los globos del agua, con un esfuerzo titánico de todo el quipo, pero tenemos una gran suerte … Ángel Miquel y Carles son tozudos como nosotros, son de los nuestros, siempre a por todas.
Estad atentos, ésto promete más de lo que hubiera imaginado: riesgo, peligro, incertidumbre, un gran chute de adrenalina ¡una fantástica aventura!…
Jesús Calleja, en mitad de la selva del Amazonas.
www.jesuscalleja.es