El laberinto de hielo (1 de 3)
Hola Amigos, os escribo completamente agotado, ha sido una jornada durísima, más de lo que imaginábamos. Así ha sucedido...
Amaneció un increíble día para estas latitudes, unos 12 grados centígrados y casi despejados, y nos pusimos en marcha, todo indicaba que seria un día emocionante. Descendimos de la laguna que Luis Turi bautizo como Laguna de los Zorros, hacia el glaciar Dargmoore, que se encuentra 150 metros por debajo de nosotros. El descenso es brusco por la morrena lateral del glaciar. Una vez alcanzado, nos pusimos los crampones, arneses, piolet y listos para progresar.
Todo marchaba muy bien disfrutando de unas vistas de ensueño del monte Bobe, Roncali, Ada, Gemini, y sobre todo de nuestro objetivo el monte Caledonia. Es una montaña espectacular, yo diría que diferente, por la cantidad de posibilidades que ofrece, y ninguna de ellas es fácil. Nosotros nos decantamos por la ruta sur, la más expuesta a la climatología y la mas cargada de hielo y nieve, pues en esta tierra el frío, temporales, y mal tiempo equivaldrían a las caras norte de nuestro hemisferio.
En verdad que el aspecto es imponente y a la vez nos da un gran respeto, sobre todo por los miles de grietas que tiene, de todos las formas y tamaños, y a lo largo de este gran glacial hay varias cascadas de hielo azul, que se desmorona continuamente, lo que nos provoca más de un susto, sobre todo al benjamín del equipo, nuestro amigo Nacho, que todo para el es novedad, y… ¡qué novedad! Decidimos irnos contra el margen derecho del glaciar, y poco a poco las grietas se iban agrandando y alcanzando mayor altura, nos preocupaba un gran muro de hielo azul que vemos al fondo y que cada vez se acerca más a medida que avanzamos. Ya nos mosqueaba desde la distancia, y cuando alcanzamos este sector, nos temimos lo peor. Es una serie consecutiva de pináculos de hielo azul que se suceden unos detrás de otros, las grietas las tenemos consecutivas, y decidimos que Luis Turi y yo, exploremos primero esta parte compleja del glaciar. Dejamos las mochilas que están muy cargadas (30 Kg., de media cada una), y Luis y yo empezamos a escalar las verticales paredes de hielo azul de estas monumentales grietas. Hubo que emplearse a fondo y no cometer errores. Así ha sido:
Un piolet en una mano, golpe seco hacia arriba, y el otro piolet en la otra mano con idéntica acción, luego los pinchos (crampones) que tenemos atados a las botas, lo mismo: un impacto certero con la de la bota y dos puntas de acero templado penetran a penas 2 centímetros en el duro hielo, el otro pie hace lo mismo, y en cinco minutos de movimientos consecutivos estamos pegados literalmente al hielo vertical. Me suda la frente, me caen gotas de sudor a mis gafas, pero no puedo limpiarlas, tengo todas las extremidades conectadas al vertical hielo con mis apéndices artificiales. Sigo progresando despacio y con todos los sentido al 100% para no cometer error alguno, no tenemos cuerdas que nos aseguren pues confiamos en nuestro buen hacer y progresar rápido para no perder tiempo, el día resultará muy largo.