El buceo con los tiburones oceánicos de puntas blancas, es tan complicado, tan peligroso, que es muy difícil, casi imposible encontrar a alguien en el mundo que se sumerja junto a ellos. ¡Y nosotros lo conocíamos!
En el anterior buceo en las Bahamas junto a los tiburones tigre tuvimos la suerte de contar con Jim para bucear junto a estos animales. Pero nada más comenzar con el Desafío, la primera sorpresa: le ha dado una peritonitis, está en el hospital y por supuesto ahí va a estar un buen período de tiempo. Así que esta es la situación: nadie, excepto Jim, ha buceado con este tiburón por la peligrosidad que tiene, porque se mueve en aguas abiertas, en aguas muy profundas. Es muy oportunista, siempre se acerca a todo lo que ve, por si es comida. En parte, porque por donde él habita no suele haber mucha comida. De ahí que sea un buceo muy arriesgado. Y también, porque nos puede venir por abajo: nosotros tenemos que bucear entre los 15-20 metros de profundidad. En otros buceos con tiburones llegamos hasta el suelo y esto mismo nos protege, pero aquí no, ¡no podremos verle si viene por abajo!
Su boca desgarra, es como la del tiburón blanco. De hecho es el tiburón que más muertes ha causado en alta mar. Se sabe que, en la Segunda Guerra Mundial, en 1945, cuando el buque USS Inidianapolis fue torpedeado más de 70 personas fueron devoradas por los Longimanus mientras esperaban el rescate...
El único que ha desarrollado una técnica válida para bucear con estos increíbles predadores es Jim Abernethy. Con Jim en el hospital, su equipo se ha comprometido a llevarnos. Pero un fallo –y el año pasado tuvimos muchos-, un solo fallo, y te ataca. Encima suele venir acompañado por los silk, los tiburones seda, que también son muy oportunistas... Como os podéis imaginar el ambiente en el barco es de tensión, porque su equipo nunca ha buceado sin Jim, y nosotros, Oscar Espinasa, María March y yo también hemos tenido muchísimas dudas antes de embarcarnos.
Así que aquí estamos, los cinco miembros del equipo de Jim, tres buzos de seguridad, Oscar, María, el cámara y yo, en busca del Longimanus: dentadura letal, 4 metros y hasta 400 kg. Y sobre todo, nos vamos a adentrar en su territorio, donde jamás ven humanos. Todo lo que flota, es comida, y muy importante: carecen de miedo. Son muy osados, se acercan e intentan comerte. Como defensa tenemos unos simples palos de escoba y la técnica de mirarles a los ojos. Al parecer esta actitud les intimida, les infunde respeto ya que están acostumbrados a que todo a lo que se aproximan salga despavorido.
Y bueno, al poco de salir del Miami, a solo 15 millas tuvimos un incendio a bordo, hubo que parar los motores, abrir las bodegas, sofocarlo, después los motores no arrancaban... tras un montón de horas logramos ¡por fin! reanudar la marcha.
Ahora, tras dos días de navegación, hemos recalado en la Isla de los Cerdos. Una de las 600 islas deshabitadas que tiene Bahamas ¿y que porqué se llama así? ¡Porque está habitada solo por cerdos! Cerdos rositas, negros, atigrados, ¡¡que bucean y comen cosas del mar!! No hay otra cosa igual en el planeta, ¡y no veáis qué pedazo de cerdos! Les hemos llevado fruta y se han vuelto locos hemos estado jugando con ellos, buceando... ha sido increíble. No vais a dar crédito cuando lo veáis en el programa. Acercarse a ellos, eso sí, no ha sido ya tan fácil. Porque aquí, en aguas de Bahamas, todos los buceos son radicales, todos se desarrollan en escenarios hostiles, infestados de tiburones: ha habido que nadar unos 200 metros hasta llegar a la playa en la que estaban los cerdos (es un bajío, no cubre mucho) y veíamos cómo, según avanzábamos, los tiburones nodriza nos iban acompañando por debajo...! Todo lo relacionado con el mar aquí, es radical.
Ahora nos vamos a conocer otro escenario, pero esta vez de película: a la isla en la que se rodó una escena de 'Tormenta' de James Bond, una cueva espectacular. Y de allí a un cantil en el que pasas de estar buceando a 15 o 20 metros, a bucear en aguas que se sumergen progresivamente hasta los 4.000 metros. Ahí es donde vamos a buscar a los Longimanus, los tiburones oceánicos de puntas blancas. Para atraerles desde lo profundo del azul hemos traído con nosotros ¡2.000 kg de carnaza! Nos tendremos que colocar entre el cebo, como si nosotros mismos lo fuéramos también, para poder filmar a estos tiburones.
De momento ya véis, bastantes imprevistos ¡y bastante mala mar, que nos ha tenido a todos mareados! Pero sobre todo preocupa el hecho de no contar con la única persona en el mundo que ha buceado con los tiburones oceánicos, y que conoce perfectamente su comportamiento, Jim. Aún así, dentro de muy poco estaremos buceando en el gran azul en busca de los Longimanus, amigos! en la primera vez que su equipo lo hará sin él... ¡allá vamos!
Jesús Calleja