Unas islas del Jurásico a 22.000 km de casa (3 de 3)

cuatro 07/12/2009 21:31

Tengo que reconocer que dormí como un bebé, pero prometí no beber eso jamás, casi vomito, por el fortísimo sabor a pimienta que me hacía arder la boca. Es, en definitiva, la raíz de la pimienta que se pasa por agua y se va concentrando hasta que ya está lista para ingerirla. Tengo esa extraña costumbre de probar todo lo que me dan, y ésta fue una experiencia traumática. John vomitó durante la noche ¡cinco veces!

Con los deberes hechos y todos los parabienes del jefe, al día siguiente nos pusimos en marcha por una tupida y extraña selva.

Os aseguro amigos que tenemos la sensación de haber entrado en una selva del periodo jurásico, con helechos de hasta 15 metros de altura y con tallos como árboles.

John nos dice que nunca ha visto una selva tan extraña, con especies raras. Es sin duda lo que comerían los dinosaurios y, para más curiosidades, los nativos nos hablan de un humanoide de medio metro, que es mitad hombre y mitad rata y que todos juran haber visto. Nadie se separa del grupo porque lo temen, dicen que tiene la fuerza de cuatro hombres y que siempre observa quién osa adentrarse en la espesura del bosque.

Avanzamos durante muchas horas asfixiados de calor y con 100% de humedad, caminando por la lava solidificada, que abrió brechas en la jungla, aunque a veces desaparece entre el espeso follaje y literalmente hay que escalar laderas de lodo y cenizas por sendas casi cerradas de la espesa jungla, inmersa toda ella en nieblas.

La verdad es que da miedo avanzar con este panorama: llueve torrencialmente, la selva esta cerrada de vegetación, hay “humanoides”, huele a huevos podridos, de la cantidad de gases que salen de los volcanes y que la lluvia ácida nos tira encima. Avanzamos camino del infierno.

Por fin llegamos al borde de la caldera después de ascender las últimas rampas muy inclinadas de ceniza donde nos hundimos hasta las rodillas y al llegar al borde…

¡¡Brutal!!, ¡¡más que brutal!! Hemos llegado a otro mundo. La jungla desaparece de repente, y sólo hay un inmenso desierto de cenizas, sin ningún signo de vida, y sopla un  viento huracanado. John nos dice que estamos en el arco de influencia directa de los volcanes y la lluvia ácida lo mata todo. Además las explosiones frecuentes lo cubren con metros de espesor de cenizas y rocas magmáticas. El viento es producto de los gases hirvientes que salen del los volcanes, especialmente de nuestro objetivo, el volcán Bembouw. Estos gases interactúan con el aire del exterior y el efecto chimenea del gigantesco cráter, produciendo corrientes de convección que en ocasiones hacen que los vientos soplen con una fuerza de 130 Km/h. Este viento extraordinario es frecuente y casi constante en el interior del cráter, por lo que tendremos que asegurarnos con cuerdas cuando intentemos acercarnos al borde del cráter y sobre todo en el supuesto descenso, cosa que veo todavía muy lejana, pues es más bien un auténtica locura.

Caminamos por esta meseta muerta de cenizas, donde no hay más que destrucción, y donde sabemos que una explosión violenta como las del pasado reciente, nos dejaría sin ninguna oportunidad de salvarnos. Ya estamos dentro de la caldera, en la zona de la muerte...

John conoce un lugar donde nos ponemos al resguardo de los feroces vientos, en una hondonada de cenizas y la línea de vegetación, donde además hay una fuente de agua potable.

Una surgencia natural, la única en la zona, porque a pesar de llover sin parar no se puede tomar ni una gota de agua ya que es como beber lejía de la acidez que tiene.

Aquí, a las puertas del infierno, hemos montado el campamento. Cae lluvia ácida sin parar, nos pica la piel, la cara, los ojos, estamos dentro de las tiendas, esperando que afloje el temporal, cosa difícil, pues este clima ácido lo provoca el constantemente volcán.

Aquí estaremos una semana máximo, que es el periodo de seguridad en que podemos exponer el cuerpo a este lugar letal.

Tenemos máscaras de gas que usaremos para acercarnos al volcán, para descender al cráter, e incluso, si los vientos soplan hacia el campo base, habrá que dormir con la máscara. Nuestro ganador(a), la persona “X”, esta asustado(a), y piensa que le ha tocado un castigo, no un premio, y le hemos traído a conocer al mismísimo demonio.

Este es el tétrico panorama que tenemos hasta hoy, pero por delante nos esperan uno de los fenómenos de la naturaleza más impresionantes e inquietantes que el ojo humano pueda ver: lagos de magma, chimeneas magmáticas, canales de lava en continuo movimiento con mareas y fuertes corrientes, donde John nos asegura que todas las noches veremos el cielo rojo, por el reflejo del cráter colapsado de lava. No en vano estamos en el volcán de mayor actividad de lava del planeta.

El cielo se teñirá de rojo y por delante yo diría nos espera el más peligroso de los Desafíos hasta la fecha. Miles de toneladas de gases letales nos invadirán por todas partes. Con las máscaras de gas y los equipos especiales lo soportaremos siempre que el viento no cese ni un momento porque entonces las consecuencias serian fatales al depositarse los gases en el suelo, que es adonde estamos acampados. Es vital que las corrientes de aire renueven los gases tóxicos con aire puro, para que la mezcla resultante sea la menos nociva posible aun sabiendas que sigue siendo un aire venenoso.

Amigos, no os perdáis ni una sola crónica porque nosotros lo estamos viviendo con el máximo de expectación sin nadie que nos pueda ayudar en caso de que algo salga mal.

En un año solo han venido a esta isla dos extranjeros, y nosotros.

El infierno nos esta esperando.

Jesús Calleja desde las puertas del infierno

www.jesuscalleja.es

http://www.cuatro.com/desafio-en-himalaya/