El infierno existe (3 de 4)
Qué barbaridad, qué miedo, y el loco del australiano vulcanólogo dice que podemos continuar, que ya ha pasado, pero que vendrán otras y nos iremos acostumbrando. Después añade que estas nubes nos matarían en pocos minutos si no fuera por la violenta acción del viento… ¡y el tío se queda tan pancho, y se pone en marcha dirección a la cima del cráter! Dudamos, pero decidimos continuar detrás de este insensato. En menudo lío nos hemos metido, nunca pensé que esto sería tan difícil y altamente peligroso…
Antes de llegar al cráter principal, pasamos por los dos cráteres “pequeños”, aunque entre comillas, porque uno de ellos tiene 200 metros de profundidad, es muy violento y produce explosiones frecuentes. Lo demuestra la gran cantidad de piedras de gran tamaño, algunas de hasta tres toneladas, que hay por los alrededores. Es la firma que deja el volcán y John nos explica que ha lanzado rocas y piedras a cuatro kilómetros de distancia. La pena es que no podemos ver nada, está tapado de vapores y la intensa lluvia no nos deja ver nada. Justo en este momento me pregunto que por qué estamos aquí, ¡si John nos había dicho que si llovía mucho había que darse la vuelta porque los gases se hacen aun mas tóxicos!
Es momento de que me aclare esto:
-John, ¿no decías que la lluvia era muy peligrosa si se mezcla con los gases?
- Por supuesto, es tan peligrosa que nos puede matar, por eso estamos caminando al otro lado de los cráteres, para que las nubes de gas circulen al lado contrario al nuestro
-Eso lo entiendo pero, ¿y si cambia la dirección del viento o se calma?
-Muy fácil respuesta: no tenemos ninguna posibilidad de salvarnos
-¡¡Aaaaaahhhhhhhhh!! ya lo entiendo
Y seguimos caminando como si no pasase nada. Ahora sí que voy “cagadito” y decido que John está loco de remate.
Remontamos la última parte del cráter que es la más empinada y John nos advierte que tengamos cuidado porque a ambos lados del cráter hay una fuerte pendiente, muy peligrosa con las posibles y frecuentes ráfagas de viento.
Según dice esto oímos un ruido ensordecedor y aparece una nube blanca muy tóxica desde el interior del cráter a una velocidad fulgurante. Estas son las ráfagas de más de 100 Km/h de las que nos hablaba John. Por instinto nos tiramos al suelo para protegernos. Yo resbalo en la ceniza y me deslizo unos diez metros inmerso en la nube de gas tóxico. ¡Qué desesperante pesadilla! ¡Quiero irme de aquí!
Decido continuar porque apenas nos quedan quince minutos para alcanzar la cima. La persona “X” esta muy asustada, y yo empiezo a temer por todos nosotros. ¡En menudo jardín nos hemos metido!
Hasta que llegamos a la cima del cráter tuvimos que soportar al menos otras diez violentas nubes tóxicas y todo a nuestro alrededor es vapores y gases, apenas se ve más allá de veinte metros, el paisaje es desolador, pero llegamos a la cima.
Estamos en el borde de este tóxico y letal cráter. Hacia abajo tenemos casi 400 metros de caída vertical, y en el fondo sabemos que hay un gran lago de lava que oímos pero que no vemos. El cráter esta completamente lleno de vapores y gases, y no se ve absolutamente nada, pero el ruido que oímos pone los pelos de punta. Son como explosiones y olas que golpean contra acantilados en mitad de una tempestad, y eso es exactamente lo que hay debajo del cráter: lava que golpea contra las paredes del volcán, formando un lago circulante de lava que procede desde el magma a 200 kilómetros de profundidad, y que asciende los últimos 10 km por una chimenea vertical, produciendo incluso mareas de lava.
Este es el mundo que tenemos a nuestros pies, sin duda alguna la puerta del infierno. Es aterrador pero fascinante a la vez. Ahora entiendo por qué a este tipo australiano estos infiernos le han atrapado hasta el punto que casi no es consciente de los constantes peligros. La llamada del mismísimo diablo le hace venir a estos parajes una y otra vez, perdiendo el respeto a estas fabulosas fuerzas de la naturaleza. Son muchos los vulcanólogos que han perdido la vida. Los volcanes activos y más estos, extremadamente activos, no dan segundas oportunidades cuando desatan toda su furia. John nos cae muy bien, es simpático, agradable, un tipo con mucha experiencia, ha visitado 140 volcanes por todo el mundo, es en realidad un hippie de los volcanes, que dedica su vida a ellos, pero pensamos que lo que hace es demasiado arriesgado, y lo vigilaremos de cerca porque no nos fiamos del todo de “sus instintos”. Cree en la magia de la isla, en los poderes talismán de los volcanes, y otros hechizos,… en definitiva, se le ha dado un poco la vuelta el cerebro.