Después de la primera experiencia en esta isla con los volcanes, cansados, empapados de agua hasta lo imposible, respirando un aire envenenado atenuado por las máscaras de gas, y con el susto en el cuerpo estamos de regreso hacia el campo base, en medio de la noche más cerrada que yo haya visto nunca. El suelo es negro debido a las cenizas, el viento ensordecedor, llueve torrencialmente, la niebla, vapores y gases tóxicos nos envuelven, y aún así, el guía local, encuentra la senda que nos devolverá sanos y salvos al campo base. Nos quitamos la ropa que huele a azufre y la ponemos a secar debajo de una minúscula hoguera, mientras llueve sin parar. Nos cobijamos debajo del toldo improvisado con un plástico que se va deshaciendo de hora en hora por la acción de la lluvia ácida. Allí, en calzoncillos, los porteadores y nosotros estamos agolpados al calor de la pequeña hoguera. Todo está mojado.
La experiencia es aterradora pero fascinante y yo diría que está empezando a embrujarnos el diablo. Queremos volver a asomarnos a las puertas del infierno…
El día ha amanecido aún más lluvioso que el de ayer y el viento ahora es huracanado. Hoy no podemos movernos del campo base pero esperamos nuestra segunda oportunidad para alcanzar la difícil cima del cráter Bembouw, nuestro objetivo. Este cráter es aún más violento que el resto de los otros tres cráteres, y expulsa más gases nocivos, porque dentro se encuentra el lago de mayor actividad de lava del mundo, y el 95% de sus gases son altamente tóxicos y letales.
Las laderas para el ascenso son complicadas. Pocos son los que han llegado para asomarse a su cráter donde John dice que está el lugar más extraordinario de la tierra. Dice que nada se le puede comparar. Hay un lago de lava de más de 100 metros donde rota continuamente a gran velocidad. Sólo aquí se puede ver esto; y todo dentro de un cráter de más de 200 metros de profundidad y un kilómetro de diámetro.
Será muy difícil alcanzar la cima de este cráter complejo, y más después de ver cómo se las gastan aquí los gases tóxicos. Los de este volcán lo son aún más en cantidad y en toxicidad. Tenemos que encontrar el momento que no llueva demasiado, que el viento sea razonable, y escoger muy bien el ángulo por el que subiremos para alejarnos de las nubes hiper tóxicas, o al menos que pasen sobre nosotros rápido, como cuando hicimos la visita al cráter Marum.
Y aun habrá más. Sólo si las condiciones son perfectas y el cráter está despejado de gases, intentaremos descender al fondo del mismo por sus paredes verticales, equipando una ruta de escalada hacia el fondo. Tenemos un 1% de posibilidades de conseguirlo. No es cuestión de echarle “huev….”, es imperativo que se den unos mínimos de condiciones, porque de ese cráter sale diariamente a la atmósfera 2.000 toneladas de ácido sulfúrico, un gas letal, además de otros aún más tóxicos, y en su interior se dan vientos huracanados de convección. Sobre la cima del cráter se forman nubes tóxicas que alcanzan los 15 km de altura y producen tormentas con fuerte aparato eléctrico desde donde se desprende una lluvia ácida tan intensa, que es igual que si lloviera lejía rebajada. Por esta razón o se dan las condiciones mínimas o nos conformaremos con llegar a la cima de este cráter y admirar, según John, la mejor obra que la naturaleza ha creado.
Amigos, me despido hasta la próxima crónica, porque sólo nos quedan tres días más. No es que no tengamos más días, es que en la posición en la que nos encontramos tan próxima a los volcanes, la lluvia ácida, los gases que estamos respirando, y la radiactividad en la zona, hace que sea aconsejable un máximo de una semana, soportando este lugar de muerte. Así que sólo nos quedan tres días para completar nuestro objetivo: alcanzar la cima del cráter Bembouw, y sería extraordinario si conseguimos descender al interior del mismo,… cosa que ya os anuncio desde ahora que es casi imposible.
Jesús Calleja a las puertas del infierno.
Desafío en Himalaya en la web de Cuatro