Desde la última crónica no ha parado de llover, parecía el diluvio universal, y era extraño estar sobre un glaciar donde ayer solo había nieve y hielo, y hoy además se le ha unido grandes cantidades de agua. Hasta tal punto está lloviendo que se han formado cascadas de agua por todas partes que descienden desde los glaciares colgantes hasta el glaciar Armada de Chile, circulando auténticos riachuelos por todos los lugares de la superficie del glaciar. Es la fuerza bruta de la naturaleza.
Nos da igual que nos caigan chuzos de punta, hemos sido los primeros humanos en pisar un territorio que desde que existe la tierra nadie ha llegado a tocarlo y eso nos provoca un estado de euforia, que tonifica y revitaliza nuestros agotados cuerpos.
Nos levantamos algo más tarde que ayer para descansar más, y esperar a ver si este diluvio cesa un poco. No hay manera, no deja de llover, por lo que con mucha paciencia recogemos nuestras tiendas y enseres para continuar. Está todo empapado, tenemos un aspecto patético: sucios, olemos a “tigre”, mojados, cansados, casi sin comida, y con nuestras mochilas a reventar. Ya nos da igual, “nos hemos hecho”, como decimos los montañeros.
Hoy nos espera un largo glaciar de unos 10 kilómetros de largo, con todas las trampas que esconde. Tenemos que alcanzar nuestro SEGUNDO OBSTACULO: un paso que hemos divisado desde la cima del Monte Caledonia. Este es el único acceso a la otra vertiente de esta parte de la Cordillera Darwin. El glaciar es ancho en este punto, pero a medida que progresemos se irá estrechando, hasta llegar a estar blindado por dos colosales muros a izquierda y derecha, de hielo con sus miles de seracs que se desprenden casi cada 10 minutos, como así ha sido toda la noche. Son primero como explosiones y después llega el abrumador ruido de la avalancha con miles de toneladas de hielo desarmándose en su caótica caída.
Este es el collado donde nace el glaciar Armada de Chile, y nosotros tenemos que alcanzarlo y descender por el otro lado, lo que es un gran misterio: ¿Qué habrá detrás? ¿Podremos atravesarlo? ¿O será en este punto donde terminara nuestra aventura de exploración? Aquí sí que no hay alternativas, o hay o no hay paso. Este es el OBSTACULO Nº 2.
Nos adentramos en el glaciar y al principio, progresamos por un hielo azul, con las grietas expuestas, es decir no están tapadas por la nieve. Es sencillo avanzar y lo hacemos de prisa. A medida que avanzamos las grietas casi desaparecen por completo, pero aparece algo nuevo en escena:
Ha llovido tanto que las cascadas de agua que se han formado casi como por arte de magia, por todos lados, convergen en el glaciar por el que ahora caminamos. Imaginaos miles de millones de litros de agua, que se vierten en pocas horas encima de un glaciar. ¿Qué pasa? Pues este se inunda, al hielo no le da tiempo a digerir tanta agua y empiezan a hacerse piscinas gigantes de agua, siendo difícil encontrar una sección del glaciar que no esté inundado.
Esto nos obliga a meternos directamente en “sopas de agua”. Das un paso y te hundes hasta el tobillo, y después el otro pie, y así durante kilómetros, con lo que nuestros pies están encharcados, y las botas mojadas, que ya es lo último que nos faltaba. Os recuerdo que estamos encima de un glaciar y si bajan las temperaturas cosa que es normal, no os quiero contar comos se nos quedaran los pies de helados.
¡Ya está! Hemos conseguido mojarlo todo, ya no queda nada más. Esto nos hace gracia y empezamos a reírnos para motivarnos, pues avanzar en estas condiciones por terreno desconocido es un poco de inconscientes, pero tenemos claro que no hay marcha atrás. Seguimos el ascenso por el glaciar, y a parte de estar empapados, este agua hace cosas maravillosas.