Hola amigos…
Después de la preciosa cima que hicimos en el Cerro Gorra Blanca, donde sólo el 5 % de las veces se consigue por las dificultades climáticas, descendimos al refugio en mitad de otra violenta tormenta, pero ya todo nos daba igual, lo habíamos conseguido, y eso reaviva el cuerpo y el alma, da la sensación de que se puede con todo.
La unión de esfuerzo, dificultad, técnica, y exposición, donde hay una buena dosis de riesgo, da como resultado, si se completa el objetivo -en este caso el Cerro Gorra Blanca - de una sensación tan placentera que parece que el tiempo se detiene y eres el centro del universo. Te creces y se afianza en ti una sensación de ensalzamiento de la amistad. Los compañeros lo son más que nunca, la amistad se fortalece, los nuevos amigos ya lo son como si fueran de siempre, y una hermandad no escrita nace.
Es un objetivo luchado por todos, en los que nos apoyamos los unos en los otros y como resultado: una preciosa cima, muy difícil de conseguir, porque se escala en puro hielo, en nieve profunda, donde se esconden mil peligros en forma de avalanchas, grietas escondidas, ventiscas imprevistas, etc...
¡Qué felices estamos!
Pero, como en toda buena película, hace falta un desenlace, y este es completar sanos y salvos la travesía que empezamos ya no se cuánto tiempo hace en este fantástico lugar llamado Hielo Sur, y en esas andamos…
Por cierto, tengo que decir que Nico, ya no es sólo “el niño” sub -campeón del mundo de 125cc de motociclismo, si no que ya es más para nosotros: es el montañero que se ha curtido y que en ocasiones nos ha dejado boquiabiertos con su fortaleza y capacidad de sufrimiento. También nos sorprendió su capacidad de adaptación y aprendizaje al que sometimos a esta pequeña criatura de aspecto frágil, pero, ¡nada más lejos de la realidad! es un tipo muy duro.
Kike, Emilio y yo estamos curtidos en mil batallas, y ni que digamos el equipo de Julián Carielo, y sin embargo Nico es para nosotros uno más del equipo, con todo nuestro respeto, no es sólo un invitado al programa, es un compañero, un amigo más que está dentro de ese pequeño Olimpo que creamos los alpinistas cuando conseguimos algo especial y esta expedición lo está siendo. ¡Es Nico el alpinista! y ahora recuerdo una frase que le soltó mi amigo Julián Carielo después de la escalada: “Será pequeño, será barbilampiño, pero esas bolas no son de un niño”.
Le salio del alma, por el valor que mostró en un “perro “día de escalada muy complicada. Pero como digo, todavía nos toca continuar con la travesía, y esta pasa por descender el peligroso y comprometido: Paso Marconi.
Empezamos la travesía, siempre en descenso, nos toca salir del Hielo Sur por este paso lleno de mil trampas en forma de avalanchas de nieve, grietas gigantes y desprendimientos de puro hielo de los seracs colgantes que recorren todo el descenso de este complejo paso.
Así que aleccionamos a Nico acerca de los problemas, de la fuerte pendiente a salvar. Empiezan las rampas más inclinadas que descendemos con las raquetas, pero usando esos pequeños crampones que tiene, cortando diagonales para atenuar la fuerte pendiente. Llega el momento más complicado, donde el glaciar se estrecha, y las grietas se hacen gigantes y ocupan toda la extensión del glaciar. Es imposible sortearlas, hay que atravesarlas y los puentes de nieve que las cubren están al límite de la ruptura, pues la nieve está descendiendo de espesor y casi se intuyen. Además de esto, sabemos que en cualquier momento puede haber desprendimientos, en el llamado “Cuello de botella del Marconi”, donde si te pilla pues... no hay solución, no se puede hacer nada, sólo esperar qué camino tomará la avalancha…
Empezamos a descender por este comprometidísimo sector, y filmamos como podemos, pues Emilio se puso a grabarnos y Julián gritó de tal manera que parecía que se le salía la campanilla de la boca: ¡no, no. no, aquí no, no me jodáis…!¡hay que pasar deprisa esto es una trampa mortal, cada segundo aumenta el riesgo de accidente, vamos, ¡vamos, vamos yaaaaaaaaa…!!!
Justo cuando dice esto yo me cuelo en una grieta, pues voy abriendo cordada. Qué pedazo de grito di, casi de histeria. No hace nada de gracia colarse en una grieta y que el compañero te tenga que sujetar de la cuerda, y además en el “cuello de botella”. No veáis a que velocidad salí, eso sí, con el bastón roto y el culo dolorido, pero no hay tiempo ni para quejarse, ¡¡hay que salir de este lugar ya!!
Doy diez pasos y se produce una avalancha en mi lado izquierdo, cerca de nosotros, Dios cómo gritamos: ¡¡avalancha!! avalancha a la izquierda! y todos corriendo a la derecha, bueno, más que correr nos defendemos como podemos hacia la derecha, pero, ocurre algo inesperado y que pocas veces ocurre, la ley de Murphy…
Se produce otra avalancha por la derecha, ¿queééé? ¿otra avalancha a la vez?, ¿y por el otro lado? ¿estamos acorralados?... Sí amigos, qué avalancha tan brutal del lado derecho, justo donde nos fuimos a proteger, ésta era brutal, literalmente se desprenden miles de toneladas en forma de hielo milenario. El glaciar decide escupir una buena parte de su carga letal y lo precipita al vacío desde gran altitud, volando pedazos como autobuses por un precipicio de pared lisa de granito, estrellándose de una forma violentísima contra el Cuello de botella del Paso Marconi en su punto más fatídico, y a apenas unos metros de nosotros...
De nuevo gritos salvajes de avalancha, avalancha, ahora por la derecha, correr a la izquierda, por Diossssss, ahhhhhhh!!!! Ahora corremos desesperados hacia la derecha, donde ha caído hace sólo un minuto otra avalancha- ¿Qué esta pasando?, qué locura!!
Os aseguro que quedamos pálidos, los trozos de hielo eran tan grandes como coches, autobuses, camiones, eran azules intensos, hielo muy compactado que estallaba contra el glaciar al caer del abismo, y nos pasaban a escasos 20 metros, nada más podíamos hacer, la avalancha nos alcanzó y se precipitó junto a nosotros como un tsunami de hielo incontrolable que nos dejo atónitos. Pero decidió darnos una oportunidad y ese extraordinario fenómeno de la naturaleza, nos indultó por alguna extraña razón, porque todo hacía indicar que se nos venía encima, y el río de hielo decidió, en el último momento, desviarse un poco más a la derecha y vimos atónitos como pasaban miles de toneladas de hielo junto a nosotros.
Estábamos paralizados, viendo, sin poder hacer nada, un espectáculo difícil de volverlo a ver tan de cerca. Nico no daba crédito, pues por su ignorancia ante lo que podía haber significado esa avalancha, se deleitaba con los ojos fuera de las cuencas ante semejante espectáculo, y cuando paso dice: “¡que chulo, ¿no?!”. “Pero, pedazo de alma cándida, ¿¿tú sabes la suerte que hemos tenido?? Anda, sigue bajando y luego lo comentamos”
Llegamos a un rellano del glaciar, a salvo, y no dábamos crédito de lo que se nos vino encima, que por suerte lo tenemos todo filmado, hasta el último segundo. Emilio es todo un genio y lo filmó to-di-to. Veréis muy pronto este espectáculo tan brutal.
En fin, después de fotos, filmaciones, comentarios y la ingenuidad de Nico, seguimos adelante, pues todavía nos quedan unas dos horas de descenso de glaciar hasta llegar a nuestro campamento. Al final de un largo día y después de perdernos en el glaciar encontrando una salida, conseguimos llegar a nuestro campamento, llamado “la Playita”.
Noche toledana, viento infernal, no pudimos dormir ni diez minutos seguidos, el vendaval doblaba literalmente las tiendas, y después de varias salidas nocturnas para asentarlas y fijarlas, amanece un día aún más ventoso.
Qué lugar tan salvaje, no da tregua ni un minuto, ahora no hace frío, pero sopla de una manera increíble. Julián calcula entre 100 a 120 km/h, según las ráfagas. Delante está el Lago Eléctrico y tiene unas olas de un metro, como si fuera el Mar Cantábrico embravecido.
Así que, durante unas cuantas horas estuvimos caminando, o en el suelo, o a rastras, o parados, en fin, según las ráfagas nos movíamos al son del viento, pero avanzábamos, en lo que sería nuestro último día de travesía.
Los hielos se terminaron, la vegetación hizo acto de presencia, y después los ríos lechosos, y tras ellos los bosques de lengas. El descenso de altitud aumentó la temperatura, el paisaje era perfecto, y las montañas como agujas imponentes, son las montañas de granito más hermosas de la tierra, os lo aseguro. Qué pedazo de paisaje, era perfecto, un día perfecto para concluir uno de los desafíos más hermosos que hemos filmado y vivido, y qué suerte la de “el niño”, Nico Terol, que lo ha vivido.
Si, amigos, ¡llegamos! después de una ruta de muchos kilómetros de inclemencias climatologías, en ocasiones al limite, a ascender al Hielo Sur por un lugar llamado Paso de los Vientos y salir por el Paso Marconi. Después de escalar una de las montañas más hermosas que se pueden escalar, y además hacer la travesía al revés, en contra del viento, como casi nadie ha hecho. Ha sido fantástico, inmejorable. Hemos sufrido, y mucho, pero ha merecido la pena. ¡Qué pedazo de programónnnnn¡ que veréis muy pronto en la nueva temporada de Desafío Extremo, y con el que cerramos la cuarta temporada... porque en sólo unos días empezamos a grabar la quinta temporada, amigos.
Gracias especialmente en este Desafío tan radical y peligroso a Kike Calleja, mi hermano, que ha sido un verdadero ángel de la guarda para Nico y alguno más, a Emilio Valdés que ha filmado al límite de lo tolerable, jugándose el tipo en más de una ocasión, pero como él dice, es que el lugar lo merece, y también a ese pedazo de equipo que tiene Julián Carielo y su socio Diego, que con su empresa SERAC, dan trabajo a los mejores conocedores de este territorio radical e inhóspito.
Amigos, nos vemos muy pronto, en otra “pedacísimo” de aventura: EL DAKAR, el 1 de enero.