El desenlace (3 de 5)
Empezamos otro camino por otro lado, y llegamos a un punto en que no podemos saltar más. Regresamos a la casilla de salida y una vez más otro intento por otros témpanos. Fijamos la vista en un gran témpano que es el más alto y nos puede dar una perspectiva más amplia de por donde dirigir nuestros pasos. Objetivo primero: llegar a ese témpano…
Un paso en este trozo de hielo, debajo decenas de metros de agua helada de glaciar, ahora llueve y hace un frío espantoso, no podemos equivocarnos, si caemos al agua con la mochila, crampones y piolets nos iríamos al fondo con el excesivo lastre. Hay tensión pero conseguimos avanzar. Todo es complejo y cada paso obstáculos.
El hielo es delicado, y hay veces que pisamos una plancha y se da la vuelta, teniendo que hacer una cabriola en el aire para no caer al agua. Es como un campo de minas, hay que acertar donde pisar. Pasan las horas y no vemos la salida y eso que conseguimos llegar al témpano grande y nos dala sensación que puede a ver una solución, si los témpanos llevan a la orilla.
Kike decide apostar más y salta cada vez a témpanos más pequeños, amenazando con irse al agua en cualquier momento. Como es consciente de este peligro se quita antes la mochila y saca de las muñecas las dragoneras (sujeciones de una cinta conectada al piolet a las muñecas), por si cayera al agua, de este modo al menos no se iría al fondo.
Este riesgo que acepta le lleva cada vez más lejos, y todos esperamos desde lo alto del témpano grande si regresa con buenas noticias.
Lo hace y nos comunica que podemos avanzar hasta un punto en el que nos acercamos mucho a la orilla de lago, donde estaría nuestra salvación. Todos le seguimos en la ruta que ha localizado. Parece el juego de la oca, saltando de casilla en casilla con lo peligros de este juego, solo que aquí son ciertamente reales. En vez de ir a la cárcel como en el juego, te vas al fondo de la laguna.
La tensión es palpable en el grupo, pero Kike esta motivadísimo y confiamos en su ruta. Aunque esto nos obliga a pisar a veces en hielo sumergido que no vemos pues el agua es lechosa, pero metemos nuestros pies hasta casi las rodillas, encontrando hielo firme. Para ello inteligentemente Kike tira piedras, para sondear la profundidad del agua y hasta donde llega el hielo. Esto nos hace avanzar más que antes, pues cada vez somos más osados.
Llegamos a un punto en el que hay que saltar desde una roca incrustada en el hielo a otro planchón de témpano flotante y aquí no hay retorno si no hay salida. Todos saltamos, y ahora solo podemos pensar que hay que ir hacia delante.
Cada vez más cerca de la costa, sube el ánimo, parece que lo vamos a resolver, hasta que de repente llegamos a un punto máximo donde se terminan los témpanos y estamos a 20 metros de la costa. ¡¡No puede se!! Sólo quedan 20 metros y ya no hay más hielo.
Es terrible. ¿Y ahora qué? ¿Nadamos hasta la costa? No podemos; es demasiada distancia en un agua helada y con un frío intenso en el exterior, además las cámaras, electrónica y las cintas de filmación se estropearían y todo nuestro trabajo se iría al “carajo”.
Pero ya ni eso es importante, solo queremos ponernos a salvo. No tenemos comida, ni fuerzas, ni animo para regresar por nuestros pasos, cruzando de nuevo collados y salvando una distancia de muchos kilómetros a través de glaciares.
Y lo peor, es que estamos sólo a dos horas de alcanzar el mar donde nos espera el velero. ¡¡Sólo nos separa de la salvación dos horas!! Y este maldito obstáculo nos lo impide. Nos sentamos desesperados en el hielo contemplando esos 20 metros de separación a la costa y de por medio la gélida agua profunda. ¿Qué hacemos? Por favor ideas, necesitamos ideas…
Alguien dice: ¿y si llamamos al velero y que traigan un bote para rescatarnos? Eso es una estupidez. Antes hay que atravesar un tupido bosque y es imposible. Pero se nos enciende una luz: bote de rescate.. navegar.. construir un bote… qué materiales tenemos para construir un bote…
Muchas preguntas, y pocas respuestas, pero esta es la solución. Pensemos en esta idea… ¡¡Ya está!! Alguien dice: ¡¡naveguemos en un témpano de hielo!! ¡Coño, que gran idea! Buscamos un témpano flotante con el tamaño idóneo para manejarlo. Lo encontramos, en forma de pera. ¿Pero como lo traemos hasta el punto de máximo acercamiento? Este témpano esta al otro lado de nuestro punto más cercano a la costa.
Volvemos a repasar qué hacer y encontramos la solución.