Desembarco en la isla Livingston (1 de 3)
Hola amigos, por fin hemos desembarcado en Livinsgton, una isla que se encuentra frente a donde fondeamos hace unas 24 horas.
El anunciado viento fuerte no apareció, y sin embargo salió un envidiable día antártico. Sin más demora pusimos en marcha nuestro velero Australis rumbo a nuestro objetivo, que como recordaréis es realizar una travesía, a ser posible inédita, en esta isla antártica.
Lo más importante ahora es localizar un lugar donde desembarcar, una tarea que es fácil en estas latitudes, pues prácticamente cualquier pedazo de tierra que aflora en este bravo mar está cubierto de nieve y hielo, formando los curiosos “domos”.
Estas formaciones son grandes acumulaciones de nieve y sobre todo hielo glacial que con el paso de los miles y miles de años se han ido acumulando construyendo estas características formaciones muy abultadas en los centros con grandes grosores de profundidad y que paulatinamente descienden hacia la costa de las islas. El propio continente Antártico se divide en dos gigantescos domos con espesores de más de 3000 metros de nieve y hielo acumulado.
Esto es precisamente el principal obstáculo para encontrar un punto de desembarque, pues esos bordes de los “domos” glaciares no son diáfanos, sino todo lo contrario. Resultan ser acantilados, en ocasiones superan los 100 metros de altura de puro hielo que continuamente se precipita al mar provocando grandes olas que tumbarían al mismísimo velero en el que estamos. El espectáculo de ver estas barreras verticales de hielo fósil de color azul desprenderse hacia el mar, es incomparable, pero es a su vez un gran obstáculo para nosotros.
Roger, nuestro capitán del velero, navega paralelo a la costa de nuestro objetivo, oteando un punto adecuado para fondear, después de dos horas y de atravesar un mar casi en calma, y con muchos témpanos flotando, alcanzamos una pequeña punta rocosa, con un playita de piedras e inmediatamente un glaciar que asciende progresivamente hacia el interior. Un lugar perfecto para desembarcar…
Fondeamos el velero y en el pequeño bote neumático (zodiac), nos transporta todo el equipo y a nosotros a esta pequeña playa. Primera sorpresa: hay leones marinos, que ponen cara de sorpresa al vernos. Posiblemente sea la primera vez que ven a humanos, y más en un lugar tan remoto como en el que estamos, donde no hay nada que invite a parar.
Este lugar viene en una carta marina del capitán y se llama Lister Cove. Estos grandes marinos que llegan a pesar 200 Kg. Nada más posarnos se nos acercan y empiezan a gritar para espantarnos como intrusos que somos. Esto ya nos fascina. Sin duda alguna esta aventura promete mucho…
Armamos nuestras mochilas y el velero se marcha. Ahora estamos solos, y dependemos de nosotros mismos: Nacho, Emilio, María, los cuatro amigos argentinos y yo.