Ya lo habéis leído, otro experimento realizado.
Aún hacemos más experimentos y observaciones. Para nosotros, no sólo es un reto deportivo arrastrar nuestro trineo durante más de 100 kilómetros sino que queremos probar nuevas cosas y también entrenarnos para futuras expediciones. Pronto sabréis dónde repetirá el Incredible Team.
Terminamos de cenar a las dos de la madrugada y nos acostamos con la intención de continuar al Polo Norte por tercera vez.
Pero no todo sale como uno quiere. Esa noche se desata una tormenta que nos obliga a desarmar el campamento muy rápido. Caminamos durante todo el día y casi no paramos a descansar. Se nos hielan las pestañas, cejas, aliento, sudor… ¡un horror! A medida que pasa el día, el viento arrecia y es inaguantable. En un momento determinado decidimos parar, es imposible continuar. Al parar, observamos que Emilio tiene una pequeña marca blanca en la cara, es síntoma de que empezaba a formarse una congelación, se la calienta con la mano y no fue a más, ahora sólo tienen una pequeña escara, según Ramón, típica en estos climas. Es un cámara inigualable, trabajar en estas condiciones es durísimo.
Montamos, exhaustos y congelados, el campamento. Los dos hornillos al máximo y entramos en calor; la sorpresa nos la llevamos cuando miramos el GPS y vemos que la deriva está a casi un ¡kilómetro a la hora! Es una locura, en tan solo 12 horas estaremos en el punto de inicio de este día. Desesperados, cenamos y nos acostamos. Al despertar ya estamos más lejos que en el punto donde ayer comenzamos a caminar. La deriva nos lleva hacia atrás a una velocidad increíble. Hay que esperar y dejarse llevar por la deriva, flotando. Todo el casquete polar se mueve al unísono, en dirección Alaska y nada podemos hacer. Ramón dice que esta es su sexta expedición al Polo Norte y jamás había visto estas derivas y este tiempo tan cambiante y brumoso. Algo está pasando y, sin duda, está relacionado con el cambio climático.
Es imposible llegar al Polo Norte por tercera vez y hoy tampoco es posible que nos movamos, si lo hiciéramos estarían garantizadas las congelaciones al menos en la cara. Tenemos que seguir esperando a que pase la tormenta.
Mientras escribía esta crónica, nos llaman de la Base Borneo y nos comunican que mañana vienen a buscarnos, la tormenta ha arreciado y ya solo quedamos otra expedición y nosotros. Así que han decidido sacarnos, por nuestra seguridad. Debemos abandonar el Polo Norte. En la base nadie entiende qué hacemos aquí tantos días y están algo preocupados.
Aceptamos las órdenes que nos han dado, no nos queda otra, es el último viaje del helicóptero, esta temporada, a las inmediaciones del Polo Norte y tenemos que cogerlo.
Aquí estamos haciendo una cena de despedida, será la última cerca del Polo Norte. Luego nos llevarán a la Base Polar Rusa Derivante y desde allí nos transportarán en un avión Antonov.
Cenando, recordamos lo bien que lo hemos pasado, las experiencias de caminar de una manera autónoma arrastrando trineos de 80 kilos y montando nuestra “casa” en mitad de la nada, con nuestro rifle para protegernos del Oso, que deambula por estas latitudes. Rememoramos todas las experiencias: experimentos, inventos que hemos comprobado, nuestra reclamación haciendo llegar nuestra bandera al fondo marino...
Y sobre todo, vivir en un lugar tan hostil y frío aprendiendo técnicas esquimales que Ramón nos ha enseñado. Está siendo una expedición atípica, dura, pero muy gratificante. ¡Es el Polo Norte!
Os seguiré informando de cómo salimos del Polo Norte y de nuestro regreso a las islas Svalvard, donde aún nos esperan más aventuras.
Jesús Calleja desde las inmediaciones del Polo Norte