Un agujero que te lleva al mismísimo infierno (2 de 2)
Ellos buscándome a mucha profundidad, y yo perdido allá arriba, donde me he golpeado violentamente contra el hielo en el rapidísimo ascenso.
Ahora estoy atrapado solo debajo del irrompible grosor de hielo. Veo cómo pasa la luz apagada por el espesor del hielo, pero no veo ni a Oscar, ni a María, ni ¡el agujero!
Tengo que relajarme, no puede estar muy lejos.
Se me ha empañado la máscara y veo fatal.
¿Por qué siempre todo se pone en contra?
Vigilo mi aire, pues si se me termina, ya no tengo nada que hacer.
Los de arriba han oído mi mensaje entrecortado: ¡Tengo un problema! pues el resto de la conversación se cortó.
Nervioso, intento serenarme y decido, acertadamente, que lo que tengo que hacer es volver a sumergirme para tratar de encontrar el agujero.
Primero tengo que resolver cómo hundirme, pues tengo flotabilidad positiva, y necesito inmersionarme.
Abro a tope todas las válvulas de escape del aire del chaleco y traje y me retuerzo para extraer hasta el último trozo de aire que hay en mi traje, y ¡BINGO! ¡Empiezo a hundirme!
Ya he resuelto algo muy importante. Ahora a buscar el agujero…
Voy tocando la superficie helada de la banquisa, claro está, al revés, por debajo, y lo hago en círculos cada vez más cerrados, hasta que mi plan funciona.
Logro ver sombras que me indican dónde están las motos de nieve y, casi al mismo tiempo, veo el sedal que cuelga del agujero. ¡Dios, estoy salvado!
Hago la parada de seguridad a tres metros y asciendo, totalmente congelado de frío, en especial las manos que no siento en absoluto, pero que era un problema menor, hasta hace un rato.
Tigre informa por su radio a Oscar y María que están por el fondo, de que he aparecido, y ellos deciden subir al poco tiempo.
Ha sido un buen susto, de los de verdad.
Tienen que sacarme a rastras del agua pues no puedo ni con la botella.
Según sube María me cae una bronca de miedo. María ha estado aterrada porque no me encontraba, al igual que Oscar.
¡Joder con María! qué malas pulgas tiene, no se las conocía. Pero tiene razón. Ha sido peligroso, pero os aseguro que nada pude hacer. Salí disparado hacia arriba como una boya, y me quedé sellado al hielo por debajo.
Es muy difícil bucear en esta agua gélidas a -2ºC. Todo se ralentiza, el equipo es muy voluminoso, no hay casi referencias, y todo es muy complicado.
Intentaré perfeccionar este exigente buceo, pues aún me quedan muchas experiencias que vivir en este mundo helado, donde he visto formas increíbles debajo del hielo. Parecían “criptonitas”, de la película de Superman. El hielo hace formas caprichosas, como cristalizaciones imposibles, que cuelgan de la banquisa helada hacia abajo.
Además, como no ves ningún fondo excepto un agua negra, es como un mundo irreal, parece la entrada al mismísimo infierno.
Hay que tener templanza para mantener los nervios en su sitio en este buceo tan exigente. Y de nuevo doy las gracias a María, Oscar y Tigre que velan por mi seguridad. ¡Somos un gran equipo!
Y pido disculpas a mi amigo Emilio Valdés por lo mal que se lo hago pasar a veces, como hoy que me ha dicho que se había asustado de verdad, cuando oía las conversaciones por el intercomunicador de que me había perdido y yo tenía un problema.
Amigos, esto es brutal y difícil. Aún así, quiero seguir sintiendo las sensaciones de bucear en este mar congelado del Ártico. No estaría mal ver al oso polar. Es una broma, sólo me faltaba esto: que nos diéramos de bruces con él. Eso sí que no lo contaríamos, pero es cierto que esa posibilidad existe. Nuestro campamento y todo alrededor esta minado de huellas frescas de la visita del oso cuando dormimos, y los Inuits llevan el rifle colgado de la espalda todo el tiempo. Por algo será.
Seguid atentos, amigos, queda mucha emocionante aventura…
Jesús Calleja buceando en el mismísimo Ártico.
www.jesuscalleja.es