Hola amigos, os escribo desde la Tierra del Fuego. Una isla que separa el continente sudamericano de la Antártida (a tan solo 1.000 km). De aquí es archiconocido el Cabo de Hornos, donde convergen el Atlántico con el Pacífico, dando lugar, junto con constantes vientos, a los mares más bravos y peligrosos del mundo.
Pero aquí, no sólo el mar es hostil. Es una tierra azotada también constantemente por fortísimos vientos, y las borrascas se suceden unas detrás de otras. El bosque no es capaz de sobrepasar los 600 metros de altitud. A partir de esa línea desaparece y da paso a montañas radicales, no por su altura, que no alcanzan ni siquiera los 3.000 metros, pero sí porque están cargadas de nieve y hielos perpetuos. Hay una zona especialmente remota: la cordillera Darwin. Está casi sin explorar, y son pocas las cimas que están escaladas. Casi todo este enorme territorio está virgen, es decir, nunca antes se ha escalado o explorado.
Ni siquiera hay caminos o sendas de acceso. Los accidentes naturales como ríos, lagos y bosques de lengas y calafates impiden cualquier aproximación por el norte o este, y por el oeste y sur está el mar. Un mar frío y bravo. El canal de Beagle, con escarpadas paredes rocosas que se descuelgan desde monumentales montañas hasta el mismo canal marítimo. Algunos glaciares incluso vierten sus hielos directamente hasta el mar. La cordillera Darwin es, sin duda, un lugar inhóspito y frío. Barrido constantemente por el viento, donde las borrascas nunca dan tregua, los hielos y nieve lo cubren casi todo y, simplemente, donde el acceso a las escarpadas montañas es tan complejo que, prácticamente, nadie las ha escalado: tan sólo se conoce el 1% del territorio.
Aquí está nuestro siguiente objetivo: el monte Caledonia. Una gran mole montañosa, que pocas veces se ve. Casi siempre escondida entre nubes y tormentas de nieve. El solo hecho de llegar a su base es tan difícil que, hace cinco años, lo intentamos un grupo de españoles entre los que me encontraba y ni siquiera conseguimos llegar a su base. Fue una dura pelea con las condiciones meteorológicas, los glaciares, túrbales, ríos, castoreras y el paraje en sí mismo, por lo que renunciamos extenuados.
Un "mochilón" y a la aventura
Tuvimos y tendremos que ser autosuficientes: no hay porteadores, ni nadie nos puede ayudar. La mochila pesará al menos 25kg, con la ropa, comida, equipamiento para el campamento, material de escalada y los equipos satélite para comunicarme con vosotros. Seremos una expedición ligera: Emilio Valdés, cámara y amigo, Kike Calleja, mi hermano, cuatro argentinos y yo. Y si conseguimos la cima seremos la segunda repetición mundial.
Un pequeño velero nos acercará a una bahía llamada Yendegaia, y desde ese punto, con la ayuda de los caballos de José, un gaucho que vive aislado y solo (y que se supone único habitante de la Cordillera Darwin), nos acercaremos a la zona de glaciares. Y después, sólo el “mochilón” a la espalda.
Empezará nuestra travesía hasta alcanzar la base de la montaña Caledonia, algo que os contaré cuando suceda. Después vendrá la comprometida ascensión y escalada, para luego, amigos, ¡¡atención!!: descender hacia el interior de la codillera Darwin. Nadie antes lo ha realizado. No se sabe nada de lo que hay detrás de esta montaña, ni siquiera cómo serán de complicados los glaciares que nos esperan.
Intentaremos descender por varios glaciares que se descuelgan de esta montaña para alcanzar finalmente un gigantesco glaciar llamado Alemania, también sin explorar. De esta zona ni siquiera hay fotos satélite, nuestra única guía en toda la expedición, pues los mapas no se han podido trazar todavía, y lo que vemos parece inaccesible y da terror vislumbrar los desniveles y grado de exigencia que nos espera. No tenemos ni una idea aproximada del nivel de dificultad, aunque seguro que será muy alto, y de mucho desgaste físico.