Hola amigos,
Os escribo desde el campo base del Makalu. Seguimos encerrados en nuestra tienda de campaña a 5.800 metros, con poco que hacer más que cavilar la estrategia que debemos seguir, aunque la verdad es que hay muy pocas opciones.
Este año el monzón ha descargado con ganas en estas montañas del Himalaya y la verdad es que lo ha puesto muy, muy difícil, por no decir directamente imposible. Esta misma mañana hemos temblado al escuchar, mientras desayunábamos, un estruendo increíble. Hemos salido a tiempo para ver una gran nube de nieve en polvo en la pared de lo que llamamos el Makalu 2, por encima del campo 2. Se trata de una pared de hielo muy vertical y es posible que haya caído un alud grandísimo. Tal vez se haya llevado por delante el campo número 2, que ya habíamos acondicionado. Lo sabremos mañana, ya que los sherpas van a subir para comprobar cómo está la vía, y hasta qué punto es factible intentar la ascensión.
Tenemos por delante unos días de buen tiempo, que debemos aprovechar. De ser así, quizá sea la única oportunidad que nos brinda la montaña para poder cumplir nuestro objetivo. Las circunstancias son complicadas, somos muy pocos y la cantidad de nieve que cae casi todos los días tapa la huella que acabamos de hacer. Sabemos que en Mansalu, donde había más de 20 expediciones, ya están de retirada. Y eso nos tocará hacer, mucho me temo, porque el monzón esta vez no ha abierto ni un pequeño resquicio.
A los dos días de estar en el campo base ha llegado la expedición de Castellón: cuatro montañeros, un médico y cuatro sherpas no muy experimentados. También ha subido un indio con dos sherpas, que se decidió a última hora al comprobar que otras expediciones iban a intentar el Makalu.
Hemos hecho una puya (un rezo para conseguir los favores de la montaña). Sin embargo, el hombre medio lama que vive en el campo base, a 4800 metros, nos dice que la puya es incorrecta, ya que esta montaña es especial, tiene 4 Diosas, y una de ellas es especialmente malísima. Así que nos toca repetir, y él se embolsa 3.000 rupias. No hay que escamotear medios para tranquilizar la superstición de nuestros amigos los sherpas, porque se juegan la vida cada minuto que abren camino en la montaña.
Al día siguiente ascendemos Emilio y yo hasta 6230 metros para aclimatar. El paseo nos permite entrar de lleno en la montaña a través de un glaciar partido lleno de enormes rocas. Al ver la ruta se nos corta la respiración, debido a la gran cantidad de seracs y de nieve que ha caído. La montaña está cargadísima. Esa tarde bajamos a dormir al campo base.
Jornadas después subimos hasta el campo 1, que los sherpas ya han instalado. El anuncio de otro frente y, por tanto, de disponer sólo de unas 40 horas de buena visibilidad, nos anima a subir hasta el campo 2 del tirón y dormir allí. Afrontamos 1100 metros de desnivel y, con esfuerzo, nos aclimatamos desde los 5.600 metros hasta los 6.700. El campo 2 tiene montadas las tiendas, pero en ellas está todo el material sin abrir: kilos de cuerdas, crampones, bombonas e infernillos y cacharros de todo tipo.
Dormimos muy mal, con fuerte dolor de cabeza y clavándonos metales en las costillas. Lo positivo de esta subida es ya tenemos huella hasta los 7.000 metros, lo que nos deja satisfechos. Por la mañana, no obstante, descubrimos que ha nevado toda la noche y ya no existe la senda abierta. Bajamos al campo base con rapidez, para pasar la nueva tormenta a resguardo. Este otoño va a ser muy, muy difícil abordar la montaña. Pero hoy todavía no he tirado la toalla. Veremos que ocurre mañana.
Jesús Calleja, decepcionado, desde el campo base del Makalu