Hola amigos, ya estoy metido en faena y de qué manera…
El día 9 de abril partimos muy temprano en helicóptero desde la Base Rusa flotante, Borneo, en busca de la posición desde la que queremos empezar la travesía hacia el Polo Norte, que es el último grado, hacia el 89, latitud norte. Son más de cien kilómetros y, a priori, sería una travesía sencilla. Pero estamos en el Polo Norte y todo se complica. Para que os hagáis una idea, somos de los últimos en llegar a la Base avanzada Rusa de Borneo. Antes, han partido otros grupos y no han avanzado casi nada, o incluso han retrocedido, por culpa de ese fenómeno llamado ‘Deriva’ del que ya os he hablado anteriormente. Por esta deriva, no ha llegado al Polo Norte ninguno de los grupos que partió hacia allí, y eso que ¡sólo tenían que hacer unos cien kilómetros!
Además, existe algo que diferencia esta travesía del resto de expediciones de hielos: son miles y miles de placas que chocan unas contra otras levantando témpanos de hielo de kilómetros de longitud, que hay que pasar como sea. Una tarea titánica, hacerlo con los trineos que ahora pesan más. Como pretendemos quedarnos una semana en el Polo Norte, tenemos que cargar con todo lo necesario para más de 20 días y ahora mi trineo, por poner un ejemplo, pesa casi 90 Kg. Aquí no terminan las dificultades, también hay canales de agua semi-helada y de agua líquida, que es donde probaremos el invento de Ramón Larramendi, además de probar otro invento de trajes estancos de supervivencia.
A estas trampas y alguna más, hay que sumar los - 35º C continuos y la humedad ambiental que es el peor enemigo con frío extremo. Cuando respiras, en menos de un minuto se forma una capa de hielo en cejas, pestañas, bello, piel, ropa, etc. Al cabo de una hora estás completamente blanco, hay que quitarse continuamente el hielo de la cara y calentarse las pestañas con la manopla para eliminar el hielo que se fija. Y no exagero lo mas mínimo.
En este lío estamos metidos Emilio, Ramón, María y yo. Hoy hemos sabido de primera mano lo que es: Todo el día sin para de caminar, sin comer, llegando tarde a instalar el campamento, exhaustos y solo hemos caminado 11 kilómetros. Para remate, cuando nos levantemos por la mañana, como pasó ayer, habremos retrocedido por la deriva, que si hay suerte será “solo la mitad”, y vuelta a empezar.
Hay que tener mucha fuerza de voluntad para no tirar la toalla. La prueba son las evacuaciones que está habiendo todos los días. Hasta ayer, nadie había alcanzado el Polo Norte desde que se instaló la Base Flotante Rusa esta temporada.
Ahora estamos cenando tras un día durísimo: un laberinto de canales, promontorios de hielo, agujeros, montículos, ventisqueros y un frío atroz. Sólo hacemos tres paradas, para comer frutos secos y un vaso de té, máximo 10 minutos porque si te paras más te congelas. Para caminar hay que quitarse la chaqueta gorda que es la que más te protege y lo hacemos con las chaquetas simples de gore-tex y tres capas más. Si paras mucho tiempo, el sudor se congela en el acto y en las dos primeras capas se convierte en hielo. Hoy, cuando llegamos al campamento, no podía quitarme la chaqueta exterior porque estaba soldada a la siguiente capa de ropa por el hielo acumulado. Hasta esos límites llega el frío, sobre todo estos días que está habiendo una ola de ario antártico, con una mínima registrada en la Base Borneo, desde donde partimos, de - 41º C.
Seguiré contándoos cosillas.
Jesús Calleja, rumbo al Polo Norte.