Parados en mitad de un collado de 4.600 metros (1 de 2)
Hola, amigos. Después de la última crónica dejamos Paldan y llegamos a un espectacular pueblo de Dolpo de habitantes tibetanos que profesaban la religión Bon antes del actual budismo. Aquí se encuentra el campamento de los militares donde tenemos que pasar el control. No tenemos aún el permiso de rodaje, que se está gestionando en Katmandú y nos llegará vía satélite. Estamos muy nerviosos pues todo el mundo ya sabe que estamos grabando un documental y los militares nos esperan. Nos dicen que los permisos están ‘ok’, pero que no podemos grabar ni un minuto más, y que hay que guardar las cámaras en los bidones estancos. Con esa desolación montamos el campamento a orillas del lago de un color turquesa casi imposible. Nadie sabe exactamente el porqué de este extremado color. Hablamos Manu, Emilio, los sherpas y yo. ¿Qué hacer? Está claro que continuaremos con o sin cámaras.
Nos dicen que por la mañana hay que acercarse al cuartel a validar los permisos para poder entrar en el alto Dolpo, un lugar que se abre y se cierra con suma facilidad en función de los conflictos internos que tiene la región o el propio Nepal. Dolpo es la región más grande de Nepal y vive al margen de lo que ocurre en Nepal. Las gentes de estos remotos valles casi nunca han recibido ayudas del Gobierno y viven al antiguo estilo tibetano, pero de vez en cuando las guerrillas maoístas de los valles bajos alcanzan estos lugares, de ahí que existan controles militares. Además es puerta de entrada de diferentes collados con el Tíbet y, dado que también están las cosas revueltas por Tíbet, deciden controlar el paso de personas al alto Dolpo. Nosotros tenemos de esos pocos permisos que se conceden para poder entrar en estas remotas tierras casi olvidadas del Himalaya más profundo. Por la mañana nos acercamos al puesto militar y tenemos la gran suerte que están yo diría que muy felices de la cantidad de “chang” que han bebido. Están celebrando los tres días más importantes de las fiestas de Nepal: el Tihar. Sorprendentemente, esto nos ayuda a que hagan la vista gorda con las cámaras y nos dejen veladamente grabar. Alguien dice “yo no he visto nada”, pero aún así seguimos con el trámite del permiso. Todavía nos queda más de un mes de expedición y podemos encontrarnos con más sorpresas. Comenzamos muy pronto a caminar y ya desde el primer momento lo hacemos sobre la estrecha senda horadada en el lago Photsundo. Es casi imposible que puedan pasar las mulas por este estrecho camino de apenas 50 cm. Por esta razón los porteadores, cocinero, sherpas e incluso nosotros pasamos toda la carga en varios viajes durante el primer tramo de más o menos un kilómetro de largo. Es una tarea dura y tediosa. Después lo harán las mulas sin carga, dirigidas por el experto mulero.
En un pequeño pasaje estrechísimo, vemos lo deteriorado del camino y cómo en el fondo del lago hay una mula ahogada y restos de vigas de madera. Es muy fácil que se desmoronen fragmentos del camino. En estos pasajes no hay nada excepto paredes de roca verticales que llegan hasta el lago, y en estas paredes planas, los tibetanos de Dolpo incrustan vigas de madera y después ponen piedras planas a modo de losas para fabricar una senda donde no hay nada. Así está hecho todo el camino que bordea el lago durante 6 kilómetros. Invertimos casi el día entero en atravesar este lago y lo conseguimos sin perder ningún animal,… pero sí alguna carga y sobre todo algo muy preciado: ¡35 litros de keroseno!. Esto sí que es un problema, porque en el alto Dolpo no hay keroseno, ni madera, ni ningún otro combustible que no sea estiércol de animales. A partir de ahora toca economizar el keroseno o no podremos continuar. Hacemos cuentas y podremos conseguirlo siempre y cuando no perdamos más combustible de manera que decidimos no hervir el agua…
Llegamos a un bosque precioso de álamos, pinos enanos, y otros arbustos. Encima de nosotros hay montañas de 6.600 metros y un valle de corte en “V” donde el sol sólo entra durante tres horas al día. Hace un frío húmedo endiablado, lo que nos obliga a cenar pronto, a las 6 de la tarde, y a las 7.30 estamos metidos en los sacos de dormir para entrar en calor. Este será nuestro ritmo a partir de ahora, pues el frío irá en aumento a medida que alcancemos altitud.