Al día siguiente empezamos una larga y dura etapa, tenemos que alcanzar el campo base d. Hoy llegaremos a un campo base situado a 4.600 metros. Pero antes abandonamos el valle en “V”, y nos metemos con decisión en una brecha cortada a tajo de apenas 15 metros de ancha, fría, umbría, donde nunca entra el sol, y todo está helado. El camino serpentea por una difícil senda para los animales y el frío es atroz. Estamos subiendo constantemente los 800 metros de desnivel. Por fin vemos que esta estrecha brecha se abre algo y el sol entra ligeramente, pero a tan sólo 4.100 metros ya está presente la nieve en las caras norte. Al dueño de las mulas se le cambia el gesto al ver la nieve tan baja y abundante. Detiene la caravana y nos dice que continuaremos hasta el campo base, pero cree que no podremos pasar el collado con las mulas.
Nos deja “planchados”. Continuamos la marcha con pasos lentos, la altura hace mella en nuestros cuerpos aún no aclimatados. Incluso un porteador está fastidiado con fuertes dolores de cabeza. Emilio y yo lo atendemos aliviándolo con analgésicos. Casi no hablamos de la preocupación con la que nos ha dejado el dueño de los caballos. Por fin alcanzamos el campo base donde la garganta definitivamente se abre y disfrutamos de unas vistas fantásticas: picos de 6.600 metros nevados como merengues se ven al fondo la garganta por la que hemos subido. En los laterales formaciones calizas y las laderas de nuestro campo base nevadas. Más arriba vemos el empinado collado por el que tenemos que subir mañana y atravesarlo. Pero antes, las malas noticias…
El dueño de los caballos decide subir hoy mismo con Chiring para ver como está el paso de este descomunal collado. Nosotros esperamos con tensión en el campo base. Al atardecer descienden agotados y nos comunican que para los caballos y mulas es totalmente imposible. Al otro lado del collado la nieve es muy espesa, la senda está bloqueada por el hielo y las pendientes son muy fuertes. Ningún caballo o mula sobreviviría. Dice que tenemos que dar la vuelta y esto significa que la expedición se ha terminado y que no podremos desvelar los secretos que nos aguardan detrás del gran muro de 5.400 metros que separa el bajo Dolpo del alto Dolpo. ¡No me lo puedo creer! Hablamos largo y tendido con los sherpas. Decidimos que se marchen los caballos y nosotros esperaremos en este punto hasta que Chiring encuentre Yaks en el pueblo de Photsundo, el poblado que esta al final de lago a dos días de distancia. Chiring lo acepta, le damos un teléfono satélite y nos comunicaremos con el mediante otro teléfono satélite.
Las caras son largas y los ánimos están por los suelos. Estaremos al menos cuatro días aquí parados sin saber que será de nuestra expedición. Chriring ya se ha ido y aún no tenemos noticias sobre si ha podido contratar Yaks en esta época tan cercana al invierno. Es difícil que alguien se preste a pasar este fabuloso muro helado de 5.400 metros y otros cinco collados más, todo un mes de travesía a las puertas del invierno en un lugar donde te puedes quedar completamente aislado si las nieves deciden adelantarse. No es una broma: es uno de los lugares más radicales del Himalaya. No hay casi nada de lo que entendemos por vida occidental y uno se las tiene que arregla como puede. Si el invierno se adelanta, pues simplemente te quedas atrapado donde te sorprenda como ha ocurrido desde los tiempos inmemoriales y seguirá ocurriendo. Tendríamos que pasar el invierno en alguna pequeña aldea tibetana, o tendrían que evacuarnos en helicóptero si algún aparato pudiera volar hasta aquí, cosa que dudo mucho.
Ahora os escribo desde mi tienda de campaña a unos -15ºC, compartiendo esta tienda con Phuntchok. Estamos los dos con diarrea y vómitos aunque con claros síntomas de mejoría gracias a las medicinas. Son las consecuencias de no tener keroseno y no hervir el agua. Hay muchos excrementos de yak alrededor y alguna oportunista bacteria se ha instalado en nuestros calentitos cuerpos. ¡Mañana las echaremos! ¡Tenemos unos buenos antibióticos! Amigos, en la siguiente criónica sabréis si conseguimos los yaks y si después logramos atravesar este gigantesco collado helado. Jesús Calleja desde la remota región del alto Dolpo