¡Hola amigos, ya estamos en el Polo Norte!
Hemos Llegado antes de lo previsto. Os contaré cómo nos fue desde la última crónica.
Después de escribiros, empezó a soplar una ligera brisa heladora y por la “noche”, ya sabéis que aquí nunca hay noche, empezó a arreciar el viento hasta zarandear la tienda de campaña. Miramos el barómetro y había caído en picado, presagio de que se nos venía encima un “marrón”.
Ramón insistía en no cometer errores, las congelaciones serían muy rápidas. Hay que recoger el campamento deprisa, muy deprisa, porque el frío es casi insoportable, sobre todo en las manos. Hay que sujetar la tienda con mosquetones a los trineos, en un descuido una racha de viento podría volarla y sería un auténtico desastre. Como dice Ramón, hay tres megacrisis árticas: quedarte sin combustible, que no te funcione el teléfono satélite, y perder la tienda de campaña.
La rutina diaria es levantarse con más pena que gloria, el cambio de temperatura al salir del saco es tan dramático, que en el solo acto de incorporarme y salir de él, hay más de 40º C de diferencia. Tiemblo un ratito, después tenemos que sacar los sacos al exterior y sujetarlos para que se congele el vapor de agua que se condensa sobre su superficie. Al congelarse al instante, lo cepillamos y así evitamos mojar su interior. Después metemos los hornillos y “caña” para calentarnos, derretimos agua, llenamos los termos, hacemos las bolsas con los frutos secos para las pequeñas paradas y nos vestimos.
Antes de salir miramos el GPS, que nos indica cómo ha ido la deriva. Cuando hay viento y “marrón”, como ahora, lo normal es que te aleje a varios kilómetros del punto donde paramos a dormir. ¡Sorpresa! nos ha tocado la lotería ártica, estamos navegando hacia el Polo Norte en línea recta. Mientras dormíamos, hemos avanzado a increíble velocidad, directos hacia el Polo, hasta situarnos a tan solo cinco kilómetros. No damos crédito, Ramón, que hace con ésta su sexta expedición, dice que no conoce un caso así: ‘No me lo puedo creer, mientras dormimos, nos hemos acercado más al Polo Norte que caminando, es inaudito. Es mágico que avanzáramos tanto y tan deprisa sin caminar hacia el mismo Polo Norte. Aquí todo es diferente y cualquier cosa puede ocurrir’.
Con esta alegría y una vez concluidos todos estos rituales que nos llevan casi tres horas, nos vamos al exterior, donde hace unos bonitos - 37º C. Nos ponemos en marcha eufóricos para completar los últimos cinco kilómetros, ya todo nos da igual: ¡hoy llegaremos al Polo Norte!
Al cabo de dos horas, estamos en el último kilómetro y resulta difícil encontrar el Polo. El centro del eje de rotación de la tierra es sólo un punto en el que convergen todos los meridianos, que son 360, lo que hace que el GPS se vuelva loco. Es increíble ver que pasamos meridianos uno detrás de otro en minutos: ya estamos a solo 100 metros del Polo, pero no lo localizamos exactamente, pues la deriva lo cambia a cada minuto. 50 metros, nos acercamos, 20 metros, nos quitamos los arneses con los que arrastramos los trineos y rastreamos alrededor hasta ver en la pantalla del GPS los 90º 00´. ¡Estamos en el Polo Norte!