Ligero retraso en Desafío Extremo (1ª parte)
Todo iba sobre ruedas; el proyecto Desafío Extremo que, como sabéis consta, de ascender las cimas más altas de los continentes, la travesía al Polo Norte, correr los dos rallyes en moto más duros del mundo (Dakar y Faraones), y ascender al menos otra montaña de más de ocho mil metros considerada “de las grandes”, como el Lhotse de 8516 m, se iba cumpliendo como un reloj.
Sólo tuve un pequeño percance, que fue quedarme a muy poco de conquitar Aconcagua. Tuve que irme sin conseguirlo debido al mal tiempo y a que no podía quedarme más días para intentarlo de nuevo. De todas formas, con el 65% de las pruebas realizadas, había tenido mucha suerte: El Everest, el Llhotse, Vinson, Pirámide de Carstenz y Mckinley , todas ellas al primer intento.
Pero hace pocos días tuve un contratiempo mayor; el pasado día 29 partí hacia el sur de Marruecos muy cerca de la frontera con Argelia para entrenar junto a mi mochilero (segundo piloto) y amigo Julián Villa Rubia, pues este año tengo por delante tres duros rallyes de moto: Baja Aragón, Faraones, y Dakar. La idea era acumular la mayor cantidad posible de kilómetros de arena, que buena falta me hará para poder terminar con éxito los 14.000 km aproximadamente que me quedaran por delante de pura competición. Estaba preocupado, ya que regresaría a España el día 9 de abril y el 12, sólo 3 días después, partiría para realizar la travesía del Polo Norte. Estaba demasiado comprimido, pero no tenia opción, pues tengo que aprovechar todo el tiempo posible para entrenar y sobre todo junto a Julián mi compañero en las carreras, y claro el tiene un trabajo y aprovechó las vacaciones de Semana Santa para hacer el test de dunas juntos. Así que sin más, allí estábamos los dos junto a otros compañeros de moto entrenando.
Recuerdo que el día 1 de abril habíamos llegado a las dunas al sur de Erfu, e intentábamos cruzar sin duda la parte más complicada, unas enormes dunas muy altas de más de 200 metros, de arena blanda, pero lo peor sin duda es que estábamos sufriendo una increíble tormenta de arena que nos golpeaba sin cesar, y que llego a tapar por completo el sol. No había visibilidad ninguna, el relieve de las dunas se confundía con el horizonte, los vientos de más de 100 km por hora proyectaban sobre nuestros castigados cuerpos chorros de arena que se metían hasta el último orificio, y sobre todo, casi ausencia total de visibilidad. Pero teníamos que avanzar, había que llegar al oasis o las cosas se complicarían mucho más de lo que ya estaban.
Continuará...