¡Hola amigos!
Os escribo desde Namibia, a donde he venido para escalar un macizo de granito llamado Spitzkoppe. Es una escalada deportiva sobre una superficie de adherencia difícil para mí que estoy acostumbrado a otro tipo de roca, la caliza, propia de los Picos de Europa, que es donde escalo habitualmente. Pero no me importa, ya afrontaré los problemas cuando lleguen. De momento, para llegar a Spitzkoppe he escogido una ruta muy difícil, posiblemente la más dura para realizar en 4x4, y descubrir una región remota de este país, el Kakaoland, al norte, en la frontera con Angola.
Desde Windhoek, la capital de Namibia, que apenas he podido visitar, he volado en una pequeña avioneta Cesna de 6 plazas hasta Opuwo, una población al norte. Me encanta volar y quería pilotarla un buen rato. Para eso he traído conmigo la licencia internacional de piloto. Pero voy al aeropuerto y descubro, con cierta aprensión, la verdad, ¡qué el tipo es un joven imberbe de 21 años! Me cuenta, además, con su sonrisa de niño, que es la primera vez que vuela a Opuwo. Aquí no hay navegación automatizada por balizas y el vuelo se realiza visualmente y por GPS. Así que nada, no me preocupa porque sé que puedo sustituirle en caso de que no resuelva.
Pero son dos horas y media en las que mi hermano Kike, mi amigo y cámara Emilio y yo, disfrutamos como enanos, eso si, con el cruasán a punto de asomar porque el aparato se mueve como una coctelera a causa de las térmicas. Le pedimos que vuele bajo para ver la fantástica llanura de bosque bajo de Namibia. A medida que descendemos hasta apenas 10 metros del suelo, las térmicas se acusan fuertemente, cuanto más calor, más violentas. Al aproximarnos al destino, nos lleva un buen rato encontrar la pista de aterrizaje, que es de tierra y muy estrecha, siendo difícil localizarla, pero al final la vemos, y aterrizamos en algo que se le puede llamar pista.
Para sorpresa de todos, en la misma pista está el vehículo 4x4 que he alquilado por Internet a una empresa sudafricana. Lo inspeccionamos, y es justo lo que había pedido, un Toyota Hilux, con un depósito de combustible enorme, garrafas extras para cargar más combustible, nevera eléctrica a 12 voltios, dos ruedas de repuesto, algunas herramientas, y lo más importante: dos tiendas de campaña con colchones que están acopladas en el techo del vehículo, de montaje inmediato, y a salvo de las posibles fieras de este territorio tan hostil como es Namibia.
La primera impresión de este pueblo llamado Opuwo, es increíble: hay tal mezcla de personas de diferentes etnias, que me parece que estoy en unos de esos extraños pueblos de la guerra de las galaxias. Unas señoras llevan una seria de capas de faldas hasta los tobillos, que les da un aspecto corpulento, tienen 12 capas y hay más de treinta grados de temperatura. En la cabeza llevan unos pañuelos muy ceñidos que terminan en una especie de alas laterales. Pero justo a su lado pasan, para sorpresa de todos, unas mujeres himbas con sus maridos. Están prácticamente desnudas, a excepción de una falda de cuero a modo de tapa rabos. Lo más asombroso es que están completamente teñidas de color ocre. Sigo caminando y hay más gentes de color y también algún blanco. Música africana por todas las esquinas… En fin, es un pueblo lleno de vida multirracial, a pesar de ser sólo unas 5000 personas.
Encontramos un lugar para dormir, y a la mañana siguiente, nos ponemos en marcha muy pronto; eso sí, después de comprar muchos regalos para nuestros amigos los himbas, que si hay suerte los visitaremos en unos días. Les hemos comprado harina de maíz, azúcar, sal, y dulces.
Tenemos el coche hasta la bandera de cosas, para vivir durante muchos días a bordo de nuestro vehiculo 4x4. El mayor de los problemas a los que nos enfrentamos es la elevada dificultad de la ruta que nos espera por delante. Intentaremos alcanzar la frontera de Angola al norte de Namibia, un río llamado Kunene. Llegar hasta allí es un enorme reto de conducción 4x4, pero queremos aun más. Bordear la frontera de este a oeste, por fuera de pistas, campo a través. Son muy pocas las personas que se han adentrado por esta ruta, y se requiere de mucha experiencia en conducción de vehículos 4x4, sangre fría, un buen coche, a ser posible que no sea el tuyo, porque puede quedar desguazado (recomiendo alquilarlo) y estar preparado para solventar cualquier situación. Podríamos incluso perdernos o no recuperar el vehículo si no conseguimos atravesar un fatídico punto llamado Van Zyls, del que una vez te has metido, no hay vuelta atrás, sólo se puede ir hacia delante.
Seguiré contandoos mis aventuras.
Jesús Calleja desde Namibia.