Escalada tórrida en el Trópico de Capricornio
Hola amigos, continúo contándoos:
Primero estudiamos la zona, dónde acampar, escoger “la vía”, como llamamos a la ruta elegida para escalar, después probarla, luego equipar una línea de cuerdas fijas por otra ruta más sencilla para Emilio, nuestro cámara, pueda ascender paralelo a Kike y a mí mientras nosotros hacemos la más compleja. La ruta elegida está en una gran mole de granito casi plano llamado “Sugar Loaf”. Es muy bonita y espectacular.
Hoy llega el gran día. Comenzamos la ascensión más o menos asequible, hasta que llegamos a los largos (cada 50 metros es un largo) verticales que exigen de nosotros la máxima concentración. Progresamos, poco a poco, hasta que en un pasaje, resbalo y caigo unos metros hasta que me detiene la cuerda de seguridad. La escalada es exigente y ahora ya se ha instalado el miedo en el cuerpo. Hay que continuar. Otra zona muy delicada, más adherencia, menos apoyos, más sudor, la adrenalina sube. Pero poco a poco resolvemos la dificultad de la vía. Son las cuatro de la tarde cuando alcanzamos la cima. La escalada ha sido un éxito. Es la escalada en roca más rara que he hecho en mi vida y eso es, precisamente, lo que me motiva.
Frente a nosotros, se alza como un gigante rojo la casi inexpugnable cima del Spiztkoppe, de más de 1.700 metros de puro granito. Lo comparamos al Naranjo de Bulnes, en los Picos de Europa, sólo que de granito y con mayor desnivel. Es fantástico, y los tres admiramos nuestro objetivo desde la cima del Sugar Loaf. Rapelamos (descender por cuerdas la pared vertical) y acampamos muy cerca del Spizkoppe.
A la luz de la hoguera, decidimos que al día siguiente bajaremos a una especie de pueblo para buscar a alguien que nos indique cómo ascender al Spizkoppe. Al amanecer cerramos nuestro vehículo-tienda campaña y nos dirigimos al poblado. Al llegar nos hablan de un tal Hans. Hacemos amigos, especialmente dos chicos que se llaman Sousa, y Jeims. Las conversaciones entre ellos son de lo más divertidas, cuando hablan hacen continuos y extraños sonidos a los que llaman “clics”. Los usan todas las gentes de esta zona de Namibia, se llama lengua “Tamara”.
Ya de noche, a las 18.30, aparece Hans, un lugareño con un aspecto de fragilidad que daba lástima. Hablamos con él y nos aseguró que sólo él ha llegado a su cima. A nosotros nos parece imposible pues la ruta será técnica, difícil y expuesta. Acordamos su sueldo que serán 500 dólares namibios (unos 50€), una fortuna aquí, y a la mañana siguiente estamos de camino hacia el Spizkoppe. Se nos presentó con la misma ropa que el día anterior y en zapatos. No lo podíamos creer, pero es lo que hay y le seguimos pasmados.
Comenzamos por una canal abrupta de rocas y maleza. Las plantas son rarísimas y los árboles aún más. Nada es normal. Hans nos comenta: esta planta no la rocéis u os quemaréis, este otro arbusto es urticante, ese cactus antediluviano, si te pinchas la herida no tiene cura, con la leche de esa otra especie se podría matar a toda la aldea. No me resulta difícil creerle, pues las formas de esos cactus, arbustos y árboles son como las de ‘Parque Jurásico’. Si a esto añadimos que hay 7 especies de víboras, no sé cuántos escorpiones, arañas venenosas… estamos “acojonados”. Pasamos entre esas especies exóticas como Chiquito de la Calzada con mucho “Jarrrrrrrr”.
Alcanzamos un collado y empieza realmente la dificultad. Ascendemos con mucho cuidado, las rocas están sueltas y el terreno es muy abrupto, poco a poco comienzan las zonas verticales y es increíble como Hans encuentra la ruta en un terreno sumamente sinuoso. Sin él, nunca habríamos encontrado el camino hacia la cima, es un auténtico laberinto de posibilidades, algunas de ellas siniestras.
Seguimos la ascensión con trampas verticales, vericuetos difíciles de pasar, obstáculos continuos y muchos sectores de pura escalada. Él progresa como un gato y nos da una lección de escalada magistral. Pasan las horas y llegamos a la parte más delicada, expuesta y vertical. Por fin asomamos detrás de una cornisa y ya está, se para y nos dice ‘cima’. Le respondemos no, esto no es la cima, la cima esta allí. Pero responde que ese punto es la cima porque no se puede ir más allá, y por lo tanto eso es cima.
No discutimos, esa es su cima, pero nosotros queremos llegar a la cima verdadera. Nos ponemos nuestro equipo de escalada una vez más y buscamos un itinerario, algo que nos lleva mucho tiempo. Pero conseguimos alcanzar la otra cara, de caída vertical de más de 600 metros, y nos situamos en la última grieta que nos abre las puertas a la cima central del Spitzkoppe. Estamos pletóricos. Ha sido expuesto y complejo llegar hasta aquí y sacamos nuestras banderas para celebrar el éxito.
Llega el momento de deshacer la ruta y sólo tenemos tres horas antes de que se haga de noche. Gracias a Hans vamos resolviendo las dificultades. El reto de escalar en esta remota parte del planeta ha resultado un éxito. Han sido muchas aventuras, hasta encontramos un pequeño poblado en mitad de la nada con una televisión con parabólica y hemos visto la final de la Eurocopa. Imaginaos cómo disfrutamos viendo ganar a España y a toda esa gente de la aldea aplaudiendo y gritando: ¡España!, ¡España!, ¡España! Una aventura perfecta.
En dos días estaré viajando a Sudáfrica en busca de nuevas emociones y retos. Los iré desvelando a medida que los consiga, aunque os adelanto que bucearé con los tiburones más espectaculares y violentos del planeta, tiburones toro, tigre o el temido gran tiburón blanco.
Amigos, estad atentos a las siguientes crónicas que las aventuras continúan.
Jesús Calleja, desde la tórrida sabana, en algún lugar cercano al Trópico de Capricornio, en Namibia.