Sí, amigos, hemos conseguido algo que nos parecía imposible y así os lo veníamos anunciando desde hace días. ¿Cómo nos íbamos a jugar la vida metiéndonos en ese pozo de más de 200 metros de profundidad colapsado por los gases más mortíferos que existen?
Amaneció un día que prometía. Ha sido la primera vez desde que estamos aquí que no llovía, y esto nos animó, pues el tiempo se nos está terminando y cada día lo veíamos más difícil. Empezamos a temer seriamente por nuestra salud.
Las condiciones en las que vivimos en nuestro campo base, a 900 metros de altura en la isla de Ambrym, en el archipiélago de las islas Vanuatu, en el Pacífico, entre Australia y las islas Salomón, son casi insoportables.
El aire está en la barrera de lo respirable, los alimentos y el agua están contaminados. Todo fluido procede de la lluvia, y aquí en esta isla siempre es ácida, especialmente en las proximidades de los volcanes, que es donde nos encontramos. Esta agua ácida es la que bebemos: pura lejía. Los alimentos están rociados de cenizas que caen continuamente y que el fuerte viento se encarga de incrustar en todas partes. Estas cenizas proceden de un magma que, por las condiciones tan especiales de donde procede, está altamente cargado de minerales y metales fisionados con el magma, entre ellos algunos muy radiactivos, como uranio y radón. ¡Pues estas cenizas nos las comemos en los alimentos! La lluvia nos moja constantemente y es muy ácida con un ph de entre 4 a 1. Llueve jugo de limón, vinagre, o lejía, depende donde te encuentres dentro de esta caldera de 12 kilómetros de destrucción.
Este es el escenario donde estamos pasando nuestros días más tóxicos…
Admiramos y nos asombramos de esta belleza del fuego y destrucción, pero somos conscientes que nos quedan sólo dos días si queremos conseguir el Desafío. Sí o sí, tenemos que retirarnos y abandonar el campo base y descender al poblado de Wala, porque una semana es el tiempo máximo de exposición a tantos peligros, venenos, radioactividad, gases altamente tóxicos, y posibles erupciones descontroladas.
Así que hemos decidido ir a por todas…
Nos ponemos en marcha a las 7 de la mañana, con “aires renovados” ¿pilláis la broma?..
Caminamos a buen ritmo porque el cielo parece que se abre en ocasiones y deja ver el azul, algo inédito para nosotros, porque desde que estamos aquí sólo hemos vivido lluvia las 24 horas. Tenemos que aprovechar esta pequeña oportunidad. Conocemos bien la ruta ya es nuestra quinta salida de exploración por la gigantesca caldera en busca de los cuatro cráteres que están activos aquí.
El terreno es lo de siempre: cenizas, piedras volcánicos, rocas, y capas y más capas de cenizas acumuladas de explosiones pasadas.
Abordamos las laderas finales que son resbaladizas por la gran cantidad de lava suelta, mezclada con cenizas y agua de lluvia ácida. Alcanzamos la cima del cráter Bembouw y, desde su cima, contemplamos por primera vez en todo su esplendor la caldera de 12 kilómetros que esta bordeada por un gigantesco cráter del mismo tamaño.
Los expertos creen que en torno al año 50 de nuestra era había aquí un solo cráter de ese tamaño. ¿Os imagináis? ¡Un cráter de 12 kilómetros de diámetro! y una altura que estiman en algo más de 3.000 metros de altura, aquí, en esta isla a pocos kilómetros del Ecuador.
Pues en esa época el volcán erupcionó y el gran cráter se colapsó hacia el interior quedando como lo conocemos en la actualidad, alrededor los 900 metros de altura, aunque el subcráter activo y que es nuestro objetivo en este Desafío, el Bembouw, alcanza los 1.350 metros.
Los científicos dicen que la energía liberada en la mega explosión fue equivalente a 10.000 bombas atómicas como las de Hiroshima y Nagasaki.
La enorme cantidad de gases y cenizas que expulsó hasta la estratosfera recorrieron todo el planeta y alteraron el clima global. En Europa no se recordó un invierno tan duro y largo. Según relatan las crónicas casi no hubo verano.