John, el vulcanólogo australiano que nos acompaña, nos dice que en la actualidad este volcán está considerado uno de los “grandes”. Es violento, explosivo, pero sobre todo destaca por tener dentro de los cráteres Marum y Bembouw unos lagos de lava muy activa que se mueven a una velocidad gigantesca, como en ningún otro volcán del planeta. Es una lava especial, líquida, veloz, muy caliente y sobre todo fisionada con minerales y metales de todo tipo además de agua salada, mucha agua salada que entra en su magma a 100 kilómetros de aquí, en el punto donde chocan la placa Australiana y Pacifica. Este magma se rellena con miles y miles de toneladas de esta agua salada que interacciona con los metales del magma provocando que diariamente se expulse a la atmósfera la mayor cantidad de gases altamente tóxicos y venenosos que se conoce. Muchas más que cualquier otro fenómeno natural o creado por el hombre.
Es, en definitiva, la mayor chimenea tóxica del planeta, y aquí estamos nosotros, en su borde, contemplando admirados esta gigantesca obra de la naturaleza. Y lo más increíble es que nos ha atrapado y queremos meternos en su interior, dentro de este gran cráter de un kilómetro de diámetro, en busca de esa extraña y única lava.
El volcán se protege de aquellos que osen adentrase en su interior expulsando unas 2.000 toneladas diarias de esos mortíferos gases. Pero nosotros vamos a intentarlo…
Tenemos que ser rápidos por dos cosas: 1) porque hay que aprovechar que no llueve y eso es especialmente relevante, pues el agua transforma el cloro en ácido clorhídrico, y el dióxido sulfúrico que expele se transforma en ácido sulfúrico. Es decir, se potencia aún más el poder destructor y tóxico de los gases así que si llueve y nos pilla dentro, casi seguro que no lo contamos y 2) estamos tan acojonados que si no lo intentamos rápido perderemos el valor necesario para hacerlo…
Clavamos dos estacas de un metro en la ceniza comprimida del labio del cráter, atamos una cuerda y la lanzamos al interior del cráter. No se ve nada, está repleto de gases tóxicos, es una gran nube blanca pero engañosa, es puro veneno. Me pregunto por qué queremos meternos en esa nube de muerte. A veces no me comprendo a mí mismo. Amo la vida y a este planeta de una manera infinitamente intensa y, sin embargo, puedo arriesgarlo todo por una gran aventura, y esta lo es…
Decidimos que entraremos John, el guía local, Emilio y yo. Kike será nuestra seguridad si ocurriera algo. Nuestro ganador(a) de “Desafío en Himalaya” se quedará fuera de esta locura o sinrazón de aventura. El riesgo que asumiremos de una muerte real es tal, que no podemos arriesgar a esta persona que llamamos “X”. Lo entiende y su cara manifiesta decepción, pero también pienso que la hemos aliviado. Esto va a resultar excesivo incluso para nosotros…
Mi hermano Kike me mira muy preocupado. Ya nos conocemos los gestos. Sabe que no tengo que entrar ahí, pero también me conoce y nunca me convencería, me deja irme al interior. Le doy las gracias por su comprensión, se las doy para adentro. Es el mejor hermano que me podía tocar. Desde pequeños siempre hemos ido juntos a todas partes, nos cuidamos el uno al otro.
Me agarro con fuerza a la cuerda y me ajusto mi máscara antigás, aunque no hay filtros que puedan soportar tanto veneno altamente concentrado. El tiempo máximo en el que se colapsarán los filtros será de 30 a 45 minutos, y los filtros dejan claro en sus instrucciones que no deben exponerse a fuertes concentraciones de gas. Me río cuando lo leo, y me abrocho las últimas cremalleras, tiro de las gomas de presión de la máscara y me lanzo sin pensarlo al interior de la gran nube tóxica.
¡Dios mío! No veo ni a 5 metros. El gas aumenta al descender. Llevo cinco minutos descendiendo y me arde la garganta y no paro de toser, los ojos escuecen, y el calor aumenta… La cuerda se ha terminado a 60 metros, hemos recorrido el tramo más vertical. Nos paramos y miro a Emilio. Él me mira a mí, los dos miramos a John, y este al guía local. Está claro todos nos preguntamos si continuar o ascender. La concentración de gases es muy, y repito “muy” superior a los mínimos tolerables. John y el guía local dicen que jamás han entrado en un volcán con una nube hiper tóxica que no te deja ver mas allá de 5 metros.
Si decidieran darse la vuelta para mí sería un alivio. Me preguntan, les pregunto. Emilio tiene la sangre fría de filmarlo todo y una especie de feromona masculina dice que hay que continuar. Ya me entendéis, el típico “somos unos machitos”. Joder, qué estúpidos somos a veces los tíos. Uno dice: por mí… continuamos, y los demás a coro, pues yo también…, y yo…, y yo…