¡¡Dios, pero si ninguno queremos continuar!! ¿Por qué lo hacemos?
Ahora no hay vuelta atrás, seguimos descendiendo a este pozo de muerte. ¡Estoy “cagado” de miedo! y a Emilio le cuesta más decirlo pero su cara lo expresa todo, aunque nunca abandona su cámara ni su profesionalidad. Este tío se morirá y lo grabará para que otros lo vean. Admiro su tesón y valentía ante las situaciones tan comprometidas como esta. ¡Hacemos un buen tándem junto a mi hermano¡
Avanzamos a duras penas porque resulta muy difícil respirar y sufrimos un fuerte picor de ojos. Nos alegra que no llueva porque de ocurrir sería terrible. Estamos muy abajo y tardaríamos una eternidad en salir mientas el ácido clorhídrico y el anhídrido sulfúrico nos regarían y terminarían literalmente por deshacernos lentamente.
Curiosamente, cuando llegamos al fondo del cráter, a unos 240 metros, las nubes blancas se atenúan y al menos durante cuatro minutos pudimos ver el tamaño del cráter en toda su grandeza. Fue bestial, de una perfección matemática, redondo, de paredes verticales, y el suelo era plano de pura ceniza compactada. Había fuertes explosiones que oíamos pero que no sabíamos de donde venían. El ruido impresionaba y causaba terror. John nos dice que es la lava, que hace remolinos y explota produciendo pequeños terremotos, y eso es exactamente lo que sentíamos, que el terreno se movía debajo de nosotros. Pero, ¿dónde está la lava?
El guía local nos conduce por el interior del cráter. Personalmente confieso que me dio pavor separarme de las paredes del cráter. Nos adentramos aún más, lo cual supone invertir luego más tiempo en recorrer las distancias de retorno,… y los filtros de las máscaras están al borde del colapso. El gas es terrible y, para colmo, ahora lo que nos inunda por todas partes son ¡¡las nubes azules!! ¡¡las terribles nubes azules!! ¡¡las peores!! ¡¡los gases mas potentes y mortíferos!!
Busco a John en la espesura de estas nubes, lo agarro por el hombro y asustado lo interrogo sobre las nubes:
-¿No decías que esto es lo peor? ¡Son las nubes azules!
-Tienes razón, estas son las peores. Confiemos en las máscaras y no te la quites por nada del mundo. Hay que ser rápido para llegar a la lava. Estas nubes queman muy rápido los filtros
-John, ¿estamos seguro de continuar?
De nuevo la estupidez se adueña de nosotros, dejamos de lado la cordura y decidimos continuar. Yo creo que John esta definitivamente embrujado por los volcanes y estos gases azules le fascinan, y experimenta en su cuerpo y en este caso también en el mío y en el de Emilio los efectos de los gases azules…
Avanzamos a duras penas hacia el interior del cráter. El calor es insoportable, los gases nos están asfixiando literalmente. Pero os aseguro, y no es una broma, que yo miro cada poco tiempo hacia atrás, para buscar referencias por si todos “palman”, y yo tuviera una oportunidad de salvarme. Suena raro pero os juro que esto es literalmente lo que pasó y quiero intentar al menos reflejarlo en esta crónica.
En un lugar, en el fondo del cráter, había otro mini cráter de unos 50 metros de altura desde donde salía casi toda esa mierda, y hacia ahí nos dirigimos. John, nos dice que tenemos que ascender hasta su borde y después, a 100 metros más de profundidad, veremos el gran lago de lava.
Pienso, y así se lo comunico a Emilio, que ya que estamos aquí tenemos que intentar ver el lago de lava. Eso sería perfecto y justificaría en alguna medida esta sinrazón…
Invertimos otros 15 minutos en alcanzar el siguiente cráter y ascenderlo. Ya ha expirado el tiempo máximo de resistencia de los filtros de las máscaras, los problemas empezarán sin duda, pero por fin:
¡¡EL LAGO DE LAVA!!