El guía local toma la iniciativa y nos lleva de regreso por el mismo camino. A mí me costaría encontrar la salida en esas nubes tan concentradas de gases tóxicos. La visibilidad es ahora de apenas 4 metros, pero Jesús, el guía local que se llama como yo, consigue encontrar el camino de vuelta. John y yo estamos al límite. Puede que nuestras máscaras antigás estén más deterioradas o que los filtros se hayan colapsado antes, pero el caso es que cada cinco pasos tenemos que parar, no respiramos, y en seguida me entran ganas de vomitar. Lo mismo le ocurre a John.
Emilio continúa aunque muy cansado. Él también tiene que parar cada poco a descansar. Está claro que estamos llegando al límite de lo que el cuerpo puede soportar. Consigo alcanzar a Emilio y encuentro un ritmo mejor, aunque lento, cansino, y con la mente difusa. John se queda atrás. Tenemos que esperar más de lo deseado para que John nos alcance. Ahora es sin duda el más afectado.
Un poco más, ya sólo nos quedan cien metros de desnivel, unos 20 minutos a este cansino ritmo. Parece que estamos escalando una gran montaña del Himalaya donde casi no hay aire, es el mismo ritmo. Nos estamos apagando…
Un poco más, un poco más, queda muy poco para encontrar aire, aire de verdad…
Por fin, damos con la cuerda para ascender el tramo más vertical. Ahora el esfuerzo tiene que ser mayor, y lo sentimos de veras…
El alivio viene cuando pensamos en Kike. Él nos podría sacar desde esta altura. Le gritamos y él se pone en guardia. Está listo para entrar en acción. Él y nuestra persona “X”, si es necesario, nos están vigilando de cerca y ahora estamos seguros que nada va a ocurrir, estamos casi fuera…
Por fin, estamos en el borde del cráter, lo hemos conseguido por lo pelos.
Tirados en el borde del cráter, cogemos aire, hinchamos los pulmones para insuflar el precioso aire. Estamos vivos, pero esto ha sido demasiada exposición.
Sacamos las banderas, hacemos fotos, a mí todavía me tiembla el cuerpo pero me voy recuperando poco a poco. John está agotado y venimos empapados de sudor, olor a amoniaco y azufre, pero con la felicidad de quien ve algo único, irrepetible…
Dios mío, hemos visto el interior de la Tierra, atravesando una barrera mortífera de gases altamente tóxicos en gran concentración, y hemos regresado para contarlo. Ahora sí que estamos disfrutando este DESAFIO TOXICO.
Amigos, ha sido brutal y no sabemos quién nos protege, pero esta vez se ha tenido que emplear a fondo.
Descendemos del cráter felices y no quiero plantearme más porque hemos arriesgado tanto… Es mejor no saber hasta qué punto y continuar explorando lugares tan increíbles como este a lo largo y a lo ancho de este fabuloso planeta. Tenemos el mejor trabajo del mundo y eso me consuela, aunque para realizarlo en algunas ocasiones tengamos que tomar decisiones como las de este día. ¡¡Mereció la pena!!
Dedico esta extraordinaria aventura a mis padres, que han entendido nuestra manera de vivir y ya no hacen preguntas. Sólo sonríen una y otra vez cuando nos reencontramos.
NOTA: Estábamos tan excitados, nerviosos y sobre todo, sobre-tensionados mientras descendíamos al interior del cráter Bembouw, que pudimos no sacar muchas fotos. Casi se nos olvido que teníamos cámara de fotos. Nos centramos en el video. Por esta razón, pedimos disculpas por las pocas fotos del interior del cráter. Pero de lo que sí disponemos es de una calidad de video en alta definición fascinante, que os sorprenderá a todos cuando veáis esta aventura muy pronto en DESAFIO EXTREMO en CUATRO.
Jesús Calleja, una vez más, desde un hermoso y mágico lugar en el Pacífico…