Retrocedemos y, a tientas, atravesamos esa nube azulada que apenas nos deja vernos los unos a los otros. Sin máscaras, en pocos minutos estaríamos muertos. ¡Uf!, ya está, hemos salido por la misma ruta que nos trajo hasta aquí y nos alejamos a toda prisa de ese infierno, de gases mortíferos. ¡Es increíble cómo pueden cambiar las cosas de un día para otro!
John esta “mosqueado”, repite sin parar que algo gordo está a punto de pasar…
Llegamos al campamento dos horas después, agotados de tanta adrenalina, no del esfuerzo físico, que nada tienen que ver a otros Desafíos más duros físicamente. Pero la fuerte tensión a la que estamos sometidos nos deja extenuados.
Amigos, mañana será otro día y sin duda intentaremos de nuevo alcanzar la cima de nuestro objetivo, nuestro Desafío Extremo: descender al fondo de unos de los cráteres más tóxicos y peligrosos del planeta. Nos queda dos días, tiempo de máxima exposición al organismo a tantos venenos. En dos días sabréis cómo nos han ido las cosas por aquí, en la casa del diablo.
Ya casi no tenemos huellas dactilares por la acción de la lluvia ácida, la piel esta acartonada, y nos pica todo el cuerpo. Ni qué decir tiene que estamos con la garganta fastidiada de inhalar tanta “mierda”, y el agua y comida que metemos para el cuerpo, esta contaminada. ¡Queremos que termine este Desafío Tóxico, pero nunca antes de un último intento!
Jesús Calleja desde las puertas del Infierno
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