Derechos a nuestro objetivo: ¡El cráter Bembouw! (1 de 4)
Seguimos acampados en la caldera de cenizas y lava de la isla de Ambrym, en el archipiélago de Vanuatu, a 22.000 kilómetros de nuestra casa en León.
Sabemos que no debemos de estar más de una semana aquí acampados pues los gases que respiramos las 24 horas son muy tóxicos y pueden causarnos graves daños a pesar de estar a unos 4 kilómetros del cráter Bembouw y 6 kilómetros de los otros tres cráteres.
También nos ataca, despacio pero implacable, la constante lluvia ácida que en el campo base es como jugo de limón y en los cráteres como vinagre. El viento nos golpea sin piedad todo el día y la noche, arrastrando silicatos de lava que se meten en los ojos y te pasas el día arrancándolos. Bebemos agua ácida que además procede de un suelo en el que hay materiales radioactivos disueltos, procedentes del magma.
Nada aquí es compatible con la vida y los habitantes de estas islas nos dicen que si estamos más de una semana los dioses se enfadarán y nos enviarán enfermedades. Esto sí que lo interpretamos bien: ¡Aquí te mueres lentamente!
Hoy tenemos que enfrentarnos al cráter Bembouw, nuestro verdadero objetivo. Queremos alcanzar su cima, en el mismo borde de este cráter que tiene la lava más activa del mundo y es el volcán que expulsa más gases nocivos en todo el planeta. Además, si las condiciones lo permiten, queremos descender a su interior ayudados de material de escalada. ¡Una locura, en toda regla!
Desayunamos a las 5.30 de la mañana y a las 6.30 estábamos en marcha hacia el cráter. En el ambiente se masca tensión entre nosotros. Nos dirigimos a un auténtico peligro. Real, muy real. Lo peor de todo es que lo sabemos, lo asumimos y no hay marcha atrás. Vamos a intentarlo...
La ruta hacia este volcán es más corta que la del día anterior. Caminamos hacia el norte donde divisamos claramente el volcán, con su inequívoca forma redondeada. Su diámetro es de un kilómetro. Todo el camino es un mar de cenizas, muy ácidas, no hay apenas vida, aunque unas tímidas plantas se atreven con esta desolación, y crecen en este suelo marciano. Una lluvia altamente tóxica las riega. Son unas plantas heróicas por atreverse a crecer en un lugar que sólo anuncia muerte y destrucción.
Cuando termina la meseta de cenizas empiezan montículos que están formados por cenizas acumuladas de erupción tras erupción. Vemos con claridad que algunas erupciones han depositado más de dos metros, otras medio metro, o un metro. Lo podemos leer en los estratos que se van creando después de cada erupción.