Amigos, de nuevo en el campo base y con una gran noticia: hemos hecho cima. Pero aún mejor noticia es que he concluido el proyecto de las siete cimas mas altas de todos los continentes: McKinley en Alaska (Norte América), Aconcagua (Sur América) Elbrus en Europa, Kilimanjaro en África, Everest en Asia, Pirámide de Carstensz en Oceanía y Vinson en la Antártida.
Soy el séptimo español que ha conseguido esta mágica cifra.
Día 12 de febrero:
Amanece un bonito día y empezamos el ascenso al campo II del tirón, tal como teníamos planeado. El día va a ser largo, por delante 1250 metros de desnivel, para alcanzar los algo mas de 5.500 metros de altura, aunque nuestro cuerpo todavía no está aclimatado.
Pero en esta expedición quiero probar como sería una situación límite completando todo el proceso, incluida la cima y vuelta al campo base, en sólo una semana. Emilio, Kike y yo jugamos con la ventaja de que nuestro cuerpo está acostumbrado a sufrir y esa es nuestra baza.
Ascendimos a buen ritmo pero conteniéndonos, para dar más tiempo a que se adapte el organismo y a las cinco horas llegamos al campo II, llamado Nido de Cóndores (5.550 m) Es un “palo” fuerte para cualquier organismo salvar 1250 metros de desnivel sin previa adaptación, pero llegamos bastante enteros.
Aquí, en el campo II, pasamos dos noches haciendo nuestra única y escasísima aclimatación. Disfrutando del bellísimo lugar.
Día 14 de febrero del 2008
Este día encaramos la arista noroeste, hasta alcanzar nuestro siguiente campamento: el campo III, llamado Cólera a 6000 metros y que será en realidad el campo II para nosotros, pues hemos obviado dormir en el campo I (campo Canadá a 5000 m)
La ascensión es fácil, aunque de rampas más inclinadas, se salvan 500 metros en tan solo dos horas. El lugar por donde pasamos, da la sensación de ser la antesala del infierno con sus rocas retorcidas, los muchos colores de los minerales y el casi constante olor a azufre.
Llegamos muy bien de fuerzas y de ánimo, apenas nos quedan unas horas para descansar e intentar el ataque a cima, que será toda una incógnita por el escasísimo tiempo de aclimatación.
Este campo II se llama Cólera porque cuando sopla el viento, lo hace de una forma especialmente violenta, como si estuviera encolerizado. Es un bonito sitio para acampar a 6000 metros, situado en un pequeño rellano de la cornisa desde donde se puede ver la vertiente este del Aconcagua, y los glaciares colgantes de esa parte de la montaña.
En este campamento de altura apenas estaremos 10 horas y entre cocinar, hacer la mochila y preparar todos los detalles para un ataque a cima, se nos va pasando el poco tiempo que tenemos. Sólo nos quedan 6 horas para dormir y no dormimos nada porque se desencadena un fortísimo viento que todo lo zarandea.
Día 15 de febrero de 2008
A las 5 de la mañana nos ponemos a preparar el equipo: crampones, piolet, mono de plumas, gafas anti ventisca, gorro, manoplas, calentadores de manos químicos, cuatro capas de ropa… En fin, lo indispensable para soportar vientos constantes de 50 Km/h, rachas de hasta 70 Km/h y sensación térmica de -38º C. Unas condiciones que eran supuestamente para cima y están ocurriendo a 6000 metros. ¡Esto no estaba en los planes de los montañeros que en este campo III nos damos cita!
Nos ponemos en marcha. La primera parte es traumática hasta que nos adaptamos a las pésimas condiciones del tiempo. La sensación de que estamos solos nos amedrenta un poco. No podemos cometer ningún error, no podemos perdernos, sería fatal. Ascendemos a buen ritmo, el frío es insoportable. Kike y yo con nuestras equipaciones para montañas de más de 8000 metros libramos mejor, aunque los pies son un calvario. Tememos seriamente sufrir congelaciones. Nadie habla, seguimos como autómatas. Yo marco el paso y sólo hago una pregunta cada media hora: ¿todo va bien? Respuesta: ¡Sí!
Justo al llegar a los 6.500 metros, a un lugar llamado Independencia, encontramos a dos montañeros, ahora somos nosotros cuatro y dos más. Nos ponemos los crampones, pues la nieve está helada y hay una fuerte pendiente antes de encarar la larga travesía. Decidimos seguir adelante a pesar de las graves consecuencias que nos puede acarrear. Nos anima ver que los otros dos también deciden continuar. Ascendemos las rampas de nieve helada y nos reciben a bofetadas las fuertes rachas de viento del llamado “Portillón de los vientos”, es un cambio de vertiente de la montaña de donde proceden los vientos predominantes más fuertes, como los de hoy. El lugar es espectacular pero no lo podemos disfrutar porque estamos al límite de lo tolerable, de hecho los dos compañeros que encontramos deciden darse la vuelta.
La travesía se nos hace larga, es una lucha constante contra el viento de cara. Por fin vemos un lugar llamado la cueva, que es donde se inicia la llamada “canaleta”, por lo que nos han dicho, la parte más tediosa del Aconcagua. Al poco rato llegamos a este punto, donde hacemos nuestro primer descanso real, estamos a 6.650 metros de altura.
Finalizamos la canaleta y llegamos a la Arista de los Guanacos, desde donde se puede ver la vertical y expuesta cara sur del Aconcagua. El paso cada vez es más lento, Kike siente algo de pájara pero aprieta los dientes y continúa. Emilio lo filma todo, no sé cómo aguanta el frío y graba a la vez con tanta profesionalidad, hasta tal punto que cerca de la cima hay una toma que no le gusta y nos manda repetir la escena, dice que es necesario y nos hace bajar sobre nuestros pasos unos metros.
Por fin dos pasos más y ahí está la cima. Nos abrazamos todos, nos tiramos al suelo, el viento nos golpea sin piedad pero ya todo nos da igual. No sentimos los dedos de los pies, el frío es ahora insoportable, pero seguimos abrazados. Yo lloro, lloro de alegría por haber conseguido las 7 cimas más altas de cada continente. Ya no es un sueño, ahora es una realidad.
Estoy en la cima más alta de América y de todo el mundo después de las de Asia.
Estamos solos en la cima del Aconcagua en un día terriblemente ventoso y frío. Disfrutamos un buen rato de este lugar y la escasez de oxígeno hace que los movimientos sean lentos, irreales, ilógicos, placenteros. Seguimos abrazados disfrutando al máximo la experiencia.
Descendemos muy cansados, pero al llegar al campo III, en vez de dormir, que es lo que hace todo el mundo, decidimos seguir al campo base. En total hemos ascendido 1000 metros y descendido 2.700 metros en 16 horas, en un día pésimo de frío y viento extremo, sin casi aclimatación. El experimento ha servido para saber qué ocurre si me encuentro alguna vez en situaciones límite. La conclusión es que el cuerpo humano es más duro de lo que pensamos y la mente puede sobre el cuerpo.
Emilio y yo perderemos algunas uñas al bajar hasta el campo base con botas rígidas. Esto no tiene importancia.
Gracias a todos los que leéis estas crónicas por vuestro apoyo moral, a las familias, amigos, sponsors y a CUATRO por enseñaros un pedacito de la belleza que hay ahí fuera.
Pronto, muy pronto, os presentaremos otra aventura que será muy espectacular y especialmente curiosa pues estamos en el año internacional polar. ¡Estad atentos!
Jesús Calleja desde el Centinela de Piedra.