La Cima
Día 9 de julio. Ha llegado el momento decisivo. Es el día de los nervios, lo que pasa es que te vas acostumbrando a dosificar la tensión, y ya incluso aunque sean pocas horas consigo dormir. Pero a eso de las 2 de la mañana suena el despertador de mi reloj, y me anuncia que tenemos 30 minutos para ponernos en marcha.
Mi amigo Marcos es el único que no ha pegado ojo, todo lo contrario que Kike o Emilio, que como yo, hemos dormido a pierna suelta. ¿Qué le ha pasado a Marcos?, pues que el día anterior en Kibo, que es el campo III antes del ataque a cima y que esta a 4.800 metros, hemos visto un montón de gente con problemas serios. Era un goteo continuo de montañeros que iban abandonando poco a poco la montaña por la implacable selección natural. Unos estaban como borrachos, aquejados de ataxia o lo que es lo mismo de fuertes mareos que te impiden caminar recto, algunos vomitaban como surtidores, otros aquejados de fortísimos dolores de cabeza que les impedían ser personas. Y lo que es peor, un grupo de montañeros, por llamarles de alguna manera, del país vecino de Kenia que intentaban el Kilimanjaro y se convirtió en un auténtico desastre. A dos de estos Keniatas, un hombre y una mujer les tuvimos que asistir nosotros, hidratarles, tratarlos con las medicinas adecuadas para la altitud, pues nadie les hizo el menor caso. Incluso organizar su evacuación en un ¨carreton¨ que quedaba. Os aclaro que el carretón es una camilla provista de una sola rueda con amortiguador y uno o dos voluntarios que siempre escasean que se encargan de empujarla o mejor dicho tirarse cuesta abajo y que Dios reparta suerte a la hora de frenarla.
Pero gracias a este precario invento se puede en pocas horas descender al afectado y sin duda salvarle la vida. En definitiva y para no extenderme, el cuadro de desgracias ocasionadas por el escaso y deficiente equipamiento, la poca experiencia, y el mal de altura que sacude sin piedad debido a las pocas jornadas de aclimatación impuesta por el reglamento absurdo del parque, hace que parezca más que un refugio de montañeros, la obra de Dante. Aunque también hay que resaltar que los que verdaderamente son montañeros o están bien asesorados con buenos guías y que saben a lo que vienen y a que se enfrentan, obtienen la cima con más o menos sufrimiento. Calculamos que será entorno al 50%.
Este panorama acojonó tanto a Marcos que por esta razón no pegó ojo. Pero una vez en acción ascendimos con muy buen ritmo la primera parte hasta el borde del cráter llamado Gilman´s Point, tardamos muy poco en salvar esos 900 metros, exactamente 3 horas, y eso que estuvimos grabando con la cámara e entrevistando a algunos que se daban la vuelta por diferentes razones: frío, mal de altura, vómitos, mareos, agotamiento, etc..
Antes de este punto el 40% de los que lo intentaron fracasaron.
Y a partir de Gilman´s Point, empieza de verdad la belleza en mayúsculas del Kilimanjaro. Se ve el cráter interior, el cono, los bordes jalonados de nieve helada, los glaciares en claro e irremediable retroceso, y sobre todo mientras cubríamos las últimas rampas nieve helada salio por el horizonte el sol, y entonces el espectáculo fue grandioso. Nos paramos media hora solo a fotografiar, grabar y alucinar con la escena tan fascinante de ver el cráter nevado de color púrpura y rojo a la vez, en el horizonte se recortaba con una línea plana casi perfecta de mar de nubes que reflejaba los rayos rojizos del sol, que nos atrapaban con tal fuerza que no podíamos dejar de mirar.
El sol africano nos embrujó. Y el solo hecho de pensar que debajo de ese estable manto de nubes esta la sabana repleta de vida salvaje compartiendo espacio con las tribus masais, y nosotros allí arriba en lo mas alto de la montaña por excelencia de África.
Fueron tantas sensaciones al llegar a la cima que no se por qué, nos arrodillamos y del alma nos salio una canción simple, pero llena de sentimiento, que Kike se encargó de dirigirnos. Nunca antes había cantado al llegar a la cima de una montaña.
¿Qué tiene África de especial?, no lo sé, pero atrapa, y sin duda el Kilimanjaro es de esas montañas que jamás se olvidan, tienen tanta belleza que se graban a fuego en la memoria.
Gracias africanos y gracias Kilimanjaro por dejarnos tocar tu cima repleta de belleza.
Desde las nieves del Kilimajaro me despido hasta dentro de muy poco que comenzará otro Desafío Extremo. Desde estas letras también quieren saludaros mi hermano Kike, el cámara Emilio Valdés, y mi amigo Marcos que me está recuperando la mano en los lugares mas recónditos del planeta.
Jesús Calleja que tocó las nieves del Kilimajaro.