Los amigos porteadores nos miran con cara de preocupación y nos preguntan si nos hemos vuelto “majaras”. Les explicamos lo que ocurre y se ríen a carcajadas, preguntan por Ghana, su única esperanza africana, y les decimos que lo sentimos, que no ha pasado, entonces se vuelven a reír, y ahora amigos, tararean nuestra canción: ¡España¡, ¡España¡, ohe, ohe ohe, campeoooones, campeoooones, ohe, ohe, ohe, ¡España¡,¡España¡… ¡Ya son de los nuestros¡.
No hay tiempo para más juerga matutina (6am), nos ponemos en marcha. Vamos bien pertrechados con el material necesario para enfrentarnos a los dos glaciares que ascenderemos, material para progresar en roca, material para rapelar, material para escalada en hielo.
Vamos cargados de mucho material porque esta montaña tiene de todo: nieve, roca, hielo, y hay que utilizar todas las técnicas de escalada. Además ocurre algo terrible como en casi todas las partes del planeta. Se esta produciendo una fusión del hielo tan importante por el aumento de las temperaturas en todo el planeta, que los glaciares se están retrayendo a tanta velocidad, que aquí en estas montañas es donde se observa de una forma extraordinaria.
Hace tan solo 104 años cuando se escaló por primera vez por Luís Amadeo de Saboya, duque de los Abruzzos, las fotografías mostraban unos enormes glaciares que cubrían todas las cimas, tanto las principales como las secundarias del macizo de Stanley, que es donde nos encontramos nosotros. El glaciar llegaba prácticamente a nuestro campamento a tan sólo 30 metros. Ahora, si observáis las fotos que hemos sacado, el glaciar se encuentra 400 metros más arriba, y sin apenas carga de hielo. Son glaciares casi muertos. Los científicos dicen que el 2025 habrán desaparecido.
Esta degradación tan acusada, ha hecho que al descender el hielo, el glaciar se esté resquebrajando por todas partes, formándose terribles grietas, y sometiendo la zona a continuas avalanchas de rocas y hielo. Hay pasajes que no nos atrevemos ni a hablar por si las ondas sonoras nos tiran encima cientos de toneladas de hielo que cuelgan de las viseras de los seracs de un modo amenazante.
También el punto en el que cambiamos de glaciar, es decir, cruzamos el glaciar Stanley, hacia el glaciar del Margarita, el nivel del hielo ha mermado tanto que hay que instalar cuerdas y rapelar verticalmente hacia la cuenca del glaciar, e incluso alguien ha unido dos escalares que me recuerdan a las que se instalan en la cascada del Everest, las que tuve que cruzar muchas veces cuando alcancé su cima en el año 2005.
Se da la terrible situación que la ruta normal, que aunque se llame así de fácil no tiene nada, ya no es factible. Una grieta gigante se ha abierto hace unos meses y ya no es posible escalar por esta arista, ahora hay que buscarse la vida por la arista contraria, mucho más compleja y difícil, pero sobre todo expuesta a los desprendimientos de las viseras de hielo que cuelgan de una manera imposible.
Este es el escenario que nos encontramos: Comenzamos remontando un farallón de roca, en algunos puntos tan vertical que empleamos las cuerdas para ayudarnos a progresar, después un laberinto de zig-zag entre grandes losas de granito, por donde íbamos “buscándonos la vida”. El pensamiento que teníamos los tres, más los dos compañeros escaladores de Uganda Dezi y Yumar, que nos acompañaban, era cómo encontrar el camino de vuelta a nuestro regreso de la cima, porque sin duda la niebla lo cubrirá todo. Como dice Dezi, eso es un problema que ya resolveremos a su debido tiempo, pues ahora tenemos otros problemas.
Con esta frase lapidaria seguimos avanzando en busca del glaciar Stanley, pues la ruta que seguimos no es la normal, es nueva y hay que buscar el paso. Lo conseguimos una hora y media desde que salimos del campamento, y por fin, el glaciar. Nos ponemos el equipo de hielo: crampones, piolet, arneses, etc.., y lo atravesamos sin contratiempos, aunque un poco desolados por el aspecto de muerte inminente que tiene. Esta pequeña historia que os cuento sobre este glaciar es real: en 1958, se constituyó un club de esquí en Uganda, cuya sede está en la capital, Kampala. Para ser miembro de este club es necesario que, al menos una vez, se hubiese esquiado en el glaciar en el que estamos ahora, el glacial Stanley. Como nadie en Kampala había estado, se organizó una competición sin precedentes, y un montón de primerizos esquiadores se dieron cita en este glaciar. Después de pasar el calvario de la aproximación que más de la mitad no lo consiguieron, los que llegaron hasta el glaciar, compitieron todos ellos con el ¡mismo par de esquís! pues no había más en toda Uganda, y desde entonces formaron parte del Club de Esquí más exclusivo del mundo, donde se esquía a tan sólo 15 kilómetros del Ecuador.
¿Qué os parece?, ¡eso si que es un club exclusivo!