Amigos, siempre un placer contaros cuando uno hace cumbre. Y esta vez ha sido en una montaña, que nos ha puesto todo tipo de zancadillas. Recordar mi anterior crónica, que resulto casi, casi una pesadilla.
Ahora es cuando el placer escalar montañas y el sufrimiento que conlleva al hacerlo es inherente, pero en los momentos que la balanza se inclina demasiado hacia un lado, y en este caso fue excesivo, el placer deja de ser tal, para convertirse en supervivencia. Esto fue la aproximación hasta el campo I que os relate anteriormente. Pero nos recuperamos, y con ánimos renovados con unos platos de arroz, agua coloreada de sales, y el buen rollo que tenemos en este grupo, resolvimos irnos para cima…
Antes de nada quiero agradecer en esta crónica la labor encomiable de Daniel, Nacho, Matías y Luis Turi. De verdad que se lo están “currando” como nadie, sin ninguna protesta, acarreando sus pesadas mochilas, que están a punto de reventar. Pesan algo más de 30 Kg., y en ellas va de todo. Las nuestras aunque muy pesadas son menores, y aunque lo sentimos, poco más podemos hacer, pues porteamos las pesadas cámaras para filmar este documental que muy pronto veréis en CUATRO.
Somos sin duda el mejor equipo posible. Esta es la mayor fuerza que nos impulsa a continuar con nuestra agotadora expedición, y gracias a esas mochilas podemos llevar nuestra casa a cuestas, así como la comida, material para escalar y repartirnos la electrónica para que a vosotros os lleguen las crónicas y fotos. Dicho esto paso a relataros los acontecimientos.
Por la mañana despertamos tarde, hacia las 8 de la mañana. Nos duelen hasta las pestañas, y hay agujetas hasta en el músculo más pequeño. Hace un tiempo de perros: niebla, lluvia, agua nieve, viento, y no se ve la cima que esta tapada de gruesas nubesm el panorama… nada halagüeño. Reunión de pastores en una de las tiendas mientras desayunamos, y decisión tomada: ¡nos vamos para arriba!
Protocolos de siempre: desarmar campamento, pertrechados con toda la ropa, arnés, mosquetones, piolets, crampones, encordarnos los unos con los otros, y arriba con nuestras pesadas mochilas.
Ya estamos en marcha. Encaramos primeramente unas rampas no demasiado inclinadas, pero cuesta mucho progresar, la nieve, esta desastrosa. Son las peores condiciones que uno esperaría. Es muy blanda, y pesada, porque el agua de la noche la ha dejado como el hielo de una pescadería. Este tipo de nieve es muy peligrosa cuando se progresa sobre un glaciar. Las grietas a esta altitud se van poco a poco cubriendo de nieve, haciendo una especie de puente que cubre de un lado a otro la grieta, siendo este un paso a franquear muy frágil, pero que si esta helado, te da mucha seguridad, pues el puente se convierte mas sólido. Pero en el estado que esta la nieve en este caso, es lo opuesto, es una maldita y peligrosa sopa.
Hemos hecho dos cordadas: una de tres (Daniel, Matías, y Nacho), que iran detrás, y la nuestra con Luis Turi a la cabeza, Emilio Valdés, yo y mi hermano, en ese orden. Luis asciende despacio, tenemos las piernas muy cansadas del exceso de ayer, y se va enterrando cada vez más. Observo que va más despacio de lo que habitualmente es el. Decido darle relevo y paso a la cabeza, pues se que su mochila es mas pesada.
La visión del que escala por un glaciar muy inclinado repleto de grietas, desde la cabeza, o sea del que abre la ruta es muy diferente del que va detrás. Adelante tienes que pensar continuamente por donde escoger mejor tu itinerario, que ángulo de inclinación das a tu paso, que lugares evitar por si se produjera una avalancha, cual es la mejor ruta para el estado de la nieve y hielo, y sobre todo en este caso sortear las diabólicos agujeros, que están deseando cobrarse a una victima. Son como una especie de devoradores de hombres que intentan osar, de internarse en lugares prohibidos. Será una estupidez, pero siempre que el objetivo es atrevido y diferente, aparecen las que hemos llamado “devoradoras de hombres”. Esto es solo una de las muchas historias que procesa mi inquieto cerebro cuando para darme ánimos en la cadencia de mis pasos me invento para distraerme y hacérseme mas llevadero el suplico de una ascensión dura.
Así voy abriendo el itinerario de mis compañeros, pensando continuamente y no equivocarme, aunque pido consejo a mis compañeros de cordada cuando no lo veo claro:
- Emilio creo que al pasar ese puente de nieve me voy a hacer caquita
- Pues ala niño ve con cuidado, que yo te protejo tensándote la cuerda, y muy lejos no caerás
Esas conversaciones te dan el ánimo para resolver los pasajes más delicados. Luis Turi, es muy experto en estas montañas y su aportación es casi fundamental, como ayer fue la de Daniel, que he apodado el “marqués de las montañas”, por su buen hacer en todas las técnicas de glaciar y escalada. Matías, un pedazo de pan que portea sin rechistar, al igual que Nacho, el “niño” del grupo, que con sus 20 añitos recién cumplidos esta dando la talla con sobresaliente y esta experiencia no se le olvidará de por vida. En esta expedición si que va aprender, porque esta resultando dura y muy técnica donde hay que resolver muchas dificultades, y por suerte aprende muy deprisa.