Campamento ártico, y el primer buceo bajo aguas gélidas (2 de 2)

cuatro 10/06/2009 12:48

Lo que más nos llama la atención es la gran cantidad de plancton flotando, que es justamente lo que vienen a comer los millones de peces, que a su vez se comen estos grandes mamíferos como los narvales y las belugas, que son ballenas blancas de pequeño tamaño.

Amigos, el primer día ya hemos visto los raros y esquivos narvales: ballenas de casi siete metros de largo cuyo macho desarrolla un extraño diente que les rompe el labio y que en ocasiones llega a tener casi tres metros de largo. Es un animal extrañísimo del que se sabe muy poco. Ahora sólo nos hace falta verlo debajo del agua. Pero volviendo a la inmersión, para mí, que es la primera vez que lo hacía bajo los hielos árticos, ha sido traumático. El frío es brutal, y las inmersiones difícilmente son de más de veinte minutos. Las manos se quedan fuera de control, como piedras. Os recuerdo que estas no están en ningún guante seco como el cuerpo, si no que están dentro del guante húmedo del agua a dos grados bajo cero. Es terrible.

 

No aguanto más y pido ayuda, no soy capaz de salir del agua solo, ni tan siquiera de quitarme el equipo. Necesito ayuda o me voy para el fondo. Thomas y Tigre me quitan el equipo en el agua y me sacan arrastras por el hielo. Lloro de dolor en las manos. Me tienen que echar agua hirviendo sobre los guantes húmedos para recuperar algo de tacto. La reacción hace que aún me duelan más las manos y dedos. Qué horror de dolor. Me pregunto si será así todas las veces que me meta en estas terribles aguas heladas. Me temo que la respuesta es que sí.

Va a resultar verdaderamente duro bucear en estas condiciones. Mañana probaremos las máscaras estancas que hoy no han funcionado, aunque por la tarde hemos reparado la avería. Imaginaos el lío de instrumentos y cosas que llevamos encima. Si haces algo mal te vas al fondo. Pero sobre todo lo que tenemos que observar al milímetro es el estado del hielo.

En la inmersión de veinte minutos casi se ha cerrado la grieta donde nos metimos, pues el hielo se mueve a gran velocidad por el viento y corrientes marinas. Si no te das cuenta por donde entras, se cierra y hay que buscar una salida debajo del hielo. Esto te genera mucha tensión buscando el lugar para salir.

Todo es muy difícil, cargado de adrenalina, y con un frío terrible. Es buceo extremo. Siempre metidos en líos, solo que este parece de los gordos. Por delante nos esperan muchos días de buceos árticos, frío espeluznante y visitas de los osos. El objetivo sigue siendo el mismo: bucear sin parar en estas aguas heladas en busca del narval. Amigos, no os perdáis las próximas crónicas que prometen ser muy intensas.

Jesús Calleja desde el Ártico canadiense.