Calor infernal, bichejos asquerosos, supervivencia al límite
Nunca jamás me imaginé que existiera un calor de esta magnitud y os prometo que, si lo llego a saber, sería difícil que eligiera este destino como un nuevo Desafío Extremo, pues hemos estado al límite de lo que el cuerpo humano resiste.
Quizá hemos rayado la inconsciencia al adentrarnos en ese desierto infernal, en la época más calurosa del año, aún a sabiendas de que ¡ni los propios beduinos lo hacen! y a pesar de las recomendaciones que nos hicieron de que no se nos ocurriese…
Según nos avisaban los beduinos: «en el desierto de Omán se entra pero nunca se sabe si se sale»... y todavía menos en esta época, la más calurosa del año.
En fin, que seguimos con nuestra travesía, a pesar del susto que nos llevamos al tener que pedir rescate, aunque estábamos más tranquilos cuando conseguimos otro osado beduino que nos acompañara. Este joven beduino llamado Ali era, con diferencia, más experto que el otro, y eso nos dió tranquilidad, aunque, por otro lado, el que se suponía nuestro experto en supervivencia desértica el inglés Rob, fué de mal en peor.
Está mal que yo lo diga pero fuimos nosotros los que le enseñamos ciertas técnicas de supervivencia, y algún truco para protegernos del sol implacable. Estaba claro que Rob nunca antes hizo nada parecido y nos da la sensación que estaba acostumbrado a llevar algun turista despistado en travesías de un día muy controladas, porque lo de orientarse y, sobrevivir en este desierto, le quedó muy grande.
El problema es que nos arrastró con él, casi, casi, a un desenlace fatal, pues nunca, ni un solo día, encontramos el punto donde deberíamos llegar. Toda su inforrmación GPS estaba equivocada y, por consiguiente, jamás llegábamos a la protección del oasis o pozo de agua, teniendo que solicitar información un día sí y otro también vía teléfono satélite para ubicarnos en el mapa.
Toda mi obsesión diaria era localizar nuestra posición en el mapa y trazar una ruta de escape por si las moscas, pues no nos fiábamos ni un pelo de su GPS. Ya tuvimos un buen susto y todo apuntaba a más.
Así, día a día, avanzábamos más al interior en el desierto de Wahiba, sin duda uno de los más calurosos del mundo. Es tal el calor que nos teníamos que parar a las 10 de la mañana: el calor hacía insoportable respirar ni mover un músculo.
"Lo más importante es localizar una sombra antes de las 10 de la mañana.. Si no, en menos de horas, puedes perder el conocimiento.
” Las temperaturas eran de 53 grados en el aire y 66 en la superficie de la arena. Aquí lo más importante es localizar, antes de las 10 de la mañana, una sombra junto a una acacia, palmera, o construir un sombrajo con las mantas del camello. Si no, en menos de dos horas, perderíamos el conocimiento. Es simplemente imposible sobrevivir una sola jornada a esas temperaturas.
Hay que pararse, descansar, dormir, no mover ni un solo músculo, y concentrarse para respirar. El calor quema la garganta, los pulmones, los ojos, y el viento, que a veces sopla violento, quema. Literalmente quema, hace daño. Estamos a la temperatura en la que se cocinan muchos alimentos, y tienes la sensación de que te vas a morir. A veces asusta. Rafa estaba, en ocasiones, nervioso porque le daba la sensación de que no lo soportaría.
Así pasamos todos los días parados, en letargo, de 10 de la mañana a cuatro de la tarde. Después, a caminar por la noche, la única manera de avanzar los 30 kilómetros diarios a través de la arena, donde caminar se hace angustioso.
Llegamos tan agotados que las tareas de campamento eran una pesadilla añadida, y para el colmo el inglés no calculó la comida y apenas teníamos cena, por supuesto para la comida cero, simplemente, no había… Ciertamente nos acordaremos del inglés ¡siempre!, qué desastre de tío. Pero seguimos hacia adelante.
El aspecto de Rafa y mío era deplorable. Yo quería hacer la travesía como los auténticos beduinos y me vestí con sus ropas, las mejores para aguantar las altas temperaturas y poder caminar por la arena. Es una falda fina de algodón que se levanta hacia las rodillas y permite ventilar los bajos del cuerpo.
Después, una camiseta de algodón muy fina y sin botas, sólo unos calcetines tejidos con muchos agujeros para que entre la arena y, a la misma velocidad, se desaloje, y además protegen de las picaduras de escorpiones.
Lo mejor son los paisajes únicos de los grandes cordones de dunas, un desierto magnífico, de libro, con sus pequeños oasis de 20 metros por 20 metros con dos árboles donde pasamos los descansos obligados.
Los grandes arenales sin nadie, sólo el ruido del viento, pues no hay pájaros, ni pueden vivir a esas temperaturas. Es soledad, calor infernal, noches estrelladas, grandes silencios, y sudor, siempre sudando. Bebemos 7 litros diarios de agua.
Curiosamente, por la noche, el desierto cobra vida y de qué manera… Miles de escarabajos peloteros, escorpiones, gusanos e insectos campan a sus anchas por la arena y les atraemos de manera especial con nuestras vibraciones sobre la arena. Se nos echan encima como en las películas de terror, se meten en el saco de dormir (dormimos al raso), los escorpiones (transparentes, verdes, negros), nos amenazan con el aguijón en alza y, al igual que los escarabajos, tienen especial fijación con nosotros.
A otros animales no les vemos, pero están cerca porque sus huellas están por todas partes: son las serpientes; y son especialmente venenosas, sobre todo las víboras que se esconden debajo de la arena y atacan cuando menos te lo esperas (todos los años hay varias muertes en el desierto por esta causa). En fín, todo es hostilidad y nosotros unos pararrayos de la fauna que nos visita.
En ocasiones nos ponemos nerviosos y nos altera la cantidad de bichejos asquerosos que tenemos encima del cuerpo, ¡sobre todo cuando nos despertamos por la noche!
Como me pasó hace dos noches: un gusano tipo ciempiés de 10 cm de largo me cruzaba la cara y me dejó un rastro de sarpullido y granitos por donde pasó, o los cientos de pulgas del desierto que me han dejado un recuerdo de más de 200 picaduras, o los escarabajos que se meten en el saco y almacenan sus bolitas de excrementos de camello en el fondo del saco y te los tienes que sacudir por la noche porque viven hasta ¡seis! a la vez dentro de tu saco.
Este es el panorama por las noches, y por el día, el calor salvaje de los 53 grados en el aire y los 66 en la arena. Es de los lugares más radicales que he visto en mi vida y a punto he estado, casi, casi, de renunciar a continuar.
Nuestros cuerpos ya estaban muy delgados, Rafa en los huesos, Emilio en el chasis, nos estábamos secando y aún nos quedaban las dos etapas más dificiles: primero un infernal día de arena blanda donde hasta los camellos se agotaron, se sentaban y no querían continuar, llegamos al límite…y después, el día en que nos despedimos de Alí y los camellos y llenamos nuestras mochilas con todo lo necesario (más seis litros de agua), y remontamos un collado desde 1860 metros sobre el nivel del mar hasta los 2.200 metros durante 10 horas de ascenso, 21 kilometros. Fue brutalllll, todo con las temperaturas próximas a los 50 grados. Rafa, curtido en mil batallas, nunca antes hizo algo tan radical. Dice que es lo más duro de su vida, y para Emilio, con diarrea, ni os lo cuento… fue durísimo, al igual que para mi.
Amigos, después de un jornada más, conseguimos llegar a Tiwi, nuestro objetivo. Alcanzamos el mar despues de una larga travesía por las dunas de uno de los desiertos más desconocidos, calurosos y radicales del planeta.
Remontamos una cordillera reseca, terrible, aniquiladora, alcanzamos el mar, y lo hicimos en la época más calurosa del año. Hicimos la parte más dura de la Ruta del Incienso, y creemos que nadie antes lo ha hecho a la vieja usanza y en esta época, en tiempos modernos. Lo decimos con precaución pero aquí nos aseguran que somos los primeros occidentales en hacer esta travesía, en esta estación. Fuimos osados y quizá inconscientes y algo locos, ¡pero lo conseguimos!
Amigos, muy pronto estaremos en otro Desafio Extremo, estad atentos. Os pido disculpas por no escribir más cronicas pero los equipos satélite y ordenadores se han ido churruscando.
Nos vemos muy pronto amigos.
Jesus Calleja desde la zona más tórrida del planeta.