¡Hola amigos!,
Os hago llegar esta crónica desde el campo base avanzado del Makalu, a 5.600 metros. Ya hemos tenido el primer tropiezo importante: se ha roto el disco duro de mi ordenador, así que de momento no tengo posibilidad de enviaros fotos. Pero os cuento todo lo que ha sucedido desde mi última crónica, en Luckla, en el valle de Solu Khumbu.
Esperamos al helicóptero que nos debía trasladar hasta el Makalu, pero unas fuertes riadas han arrasado la zona oeste de Nepal y han provocado una hambruna terrible. Los helicópteros de carga están centrados en aliviar esta catástrofe, así que nuestra única opción ha sido la de subirnos en unos pequeños aparatos de sólo 5 plazas y capacidad limitada de peso y potencia. Los cinco sherpas y dos cocineros han salido hace 12 días caminando hasta la base de la montaña.
Con mucha tensión y miedo, ya que es el vuelo más complejo de los valles del Himalaya, nos subimos a estos mini helicópteros, ridículos para enfrentarse a estos corredores. Puntshok, el piloto y yo vamos en uno, y Emilio, Pasan Chiring y el otro piloto en el otro. Cada aparato lleva 100 kilos de carga. El vuelo es espectacular. Derrapamos de lado a lado de las cordilleras de estas enormes montañas, buscando el valle estrecho que nos conduce al Makalu. Hay muchas nubes y se desplazan a gran velocidad, por lo que los helicópteros tienen que detenerse como libélulas para dejarlas pasar y ganar visibilidad. No tienen mucha potencia, y nos vemos obligados a aterrizar a 3.800 metros, en una pradera.
Allí descargamos a Puntshok y a Emilio, cada uno con 50 kilos de carga. Me quedo sólo con el piloto para intentar alcanzar los 4.900 metros, donde nos esperan los sherpas con el resto del equipo. Este último tramo es tremendo. El aparato no alcanza la potencia que necesita y vamos rozando el suelo de la morrena, a tan sólo 10 metros. El piloto me pide que al llegar me lance desde los 5 metros con la carga porque si se posa, no tiene capacidad de coger el aire que necesita para despegar, así que mi llegada al Makalu es, por así decirlo, un tanto abrupta. Pero llego sano y salvo. Ahora vuelve a recoger a Puntshok y Emilio, que tendrán que hacer la misma operación.
El campo base del Makalu consiste en nuestro campamento y en dos construcciones de madera y piedras en las que se hacinan, con mucha pobreza, unas doce personas, entre hombres y mujeres y un niño de once años, que se dedican a pastorear sus yaks. Este valle es tal vez el más pobre de Nepal. Les compramos medio yak, porque no hemos podido cargar con mucha comida, debido a la restricción de peso en los helicópteros. El dueño del yak, medio lama, nos dice que él no puede matar al animal, que su religión se lo prohibe. Esperamos a que encuentre un matarife adecuado para que nos suban la carne.
Dormimos dos días en este campamento, para aclimatar, y después iniciamos el ascenso hasta el lugar en el que vamos a quedarnos el próximo mes. La mitad de los porteadores que nuestros sherpas han contratado en el valle se han echado para atrás al saber que queremos alcanzar una altura de 5.600 metros, y para nuestra sorpresa, y también cierto pesar, las mujeres que allí trabajan se apuntan para sustituirles. Con sus saris y sus sandalias, sin ropa de abrigo ni botas. Pero para ellas es una oportunidad única de ganar rupias rápidamente y son mujeres muy valerosas.
Comenzamos la andadura con esta extraña procesión, sorteando piedras enormes acumuladas en todo el trayecto. No hay camino ni senda, vamos saltando y tropezando de roca en roca, con difícil equilibrio, parándonos de vez en cuando para aliviar torceduras de tobillo. Después de casi mil metros de desnivel llegamos al campo base avanzado. Estamos al pie de la montaña, muy cerca, y la pared vertical cae de forma dramática. La impresión al verla es más impactante que el Everest o Lhotse, porque la tienes encima, y ¡¡es enorme y negra como la noche!! La buena noticia es que tanto Emilio como yo llegamos muy bien de cabeza, sin notar los efectos de la altura.
Ambos sabemos que nos enfrentamos a un reto casi imposible. Si nieva, no seríamos capaces de realizar esta última ascensión, ya que estamos en un pedregal enorme en el que nos hundiríamos. Además, está muy alto, posiblemente el más alto de las montañas de Nepal, y esto influye negativamente en nuestra masa muscular, que perderemos rápidamente. Nuestro cuerpo, para defenderse, tira del glucógeno y no tenemos una dieta adecuada, ya que ésta se basa en arroz, legumbres, patatas y poco vegetales, ¡espero que el medio yak que hemos comprado suba pronto!.
Dadas las circunstancias, y aunque somos muy pocos, vamos a intentar la escalada en 15 o 20 días. Mi máxima es que todo el poder está en la mente, y no me voy a asustar en esta ocasión. Mañana empezaré a subir al campo 1 para hacer un depósito y aclimatar. ¡Estad atentos, comienza la aventura verdadera!
Jesús Calleja desde el Campo Base del Makalu, 8.463 metros