Hola otra vez, amigos.
Sigo relatando nuestra aventura Polar.
Continuando con la deriva: te puedes pasar el día entero caminando, te paras a dormir y cuando te levantas has retrocedido todo lo caminado y encima pierdes un buen número de kilómetros más.
Esta es la situación real, nosotros hemos decidido quedarnos en la base Borneo y esperar un cambio de la deriva a favor, o menos dramática si continúa al sur. Así que aquí estamos los cuatro en amor y compaña, solos en esta base, con los 30 rusos que trabajan en el mantenimiento y funcionamiento de esta complicada base flotante.
Me parece curioso cómo la instalan, según nos han contado hoy, y que además hemos visto en un vídeo:
Primero, desde un avión escogen un lugar adecuado en la banquisa polar. Una vez localizado, fletan otro avión y tiran un montón de cajas con equipamiento en paracaídas gigantes, pero, sobre todo, una pesada máquina escavadora, que servirá para hacer la pista de aterrizaje, limpiando y alisando un tramo de hielo de unos 500 metros. Así podrán aterrizar los aviones Tupolev que traerán el resto del equipo, hasta que queda instalada por completo esta base temporal que se mantendrá en pie dos meses. Al cabo de ese corto periodo de tiempo, no quedará nada aquí, al ser hielo terminará derritiéndose en su avance a mar abierto.
Esto es Borneo, un grupo de rusos fortachones, un montón de tiendas gigantes de plástico y unos precarios, a pesar del ‘pastón’ que hemos pagado, servicios ofrecidos por los rusos.
Ayer, día 6, nos fuimos a la cama a eso de la 12.30h. de la noche con un solazo de miedo. Aquí hay sol las 24 horas al día y eso dificulta el sueño, altera los biorritmos naturales y el cuerpo no sabe si es de día o de noche, algo que agota.
Por la noche, pasamos un frío increíble, yo creo que ha sido de las peores noches de frío de toda mi vida. Al final terminé, y no es broma, en el saco de dormir de María intentando entrar en calor y ella en vez de darme una patada en el trasero, no opuso ninguna resistencia, estaba más congelada que yo. Emilio también se queja del espantoso frío de la ‘soleada’ noche. Sólo Ramón dice: ‘una noche normal, de las típicas del Ártico’.
Por la mañana decidimos estrenar el trineo en los alrededores de la base para saber cómo funciona la técnica de arrastre, conocer los trucos y ver lo que va y lo que no del material. Tendremos que caminar arrastrando el pesado trineo durante muchos kilómetros, superando la diferencia de la deriva y aguantando tanto la humedad como un intensísimo frío de -35ºC casi constantes.
Resumiendo, va a ser una pesadilla luchar contra tantas cosas, bajo un hielo que en ocasiones apenas tendrá 15 centímetros de grosor y que se ondula al caminar o sorteando canales de agua líquida con el invento anfibio de Ramón, siempre que la dichosa deriva nos deje a aproximarnos al Polo Norte.
De momento, seguimos en la base en compañía de unos americanos que están experimentando sobre el cambio climático con un montón de cacharros tecnológicos. Es alucinante verlos trabajar sobre la banquisa de hielo; otro grupo de canadienses que están en lo mismo y los rusos que andan a su bola, sin hablar ni papa de inglés y que te miran con la indiferencia de los tipos rudos.
Ya hemos instalado nuestra tienda de campaña con más pena que gloria y dándonos cuenta, los novatos, de lo que tenemos que trabajar en el futuro para poder afrontar cada etapa con éxito. Tendremos que realizar todas las tareas diarias con una disciplina militar, si queremos salir de éste lío no sólo sanos y salvos, sino con el Polo Norte conseguido.
Será duro, muy duro, pero como dice mi abuela: ‘sarna con gusto, no pica’.
Estad atentos a las siguientes crónicas, prometen tensión e incertidumbre.
Jesús Calleja, a tan solo 180 kilómetros del Polo Norte.