Hola amigos. Tres días después de llegar del Zanskar, en el Himalaya, he volado al otro extremo del mundo: a Argentina, dispuesto a ascender el Aconcagua, la montaña más alta de América.
El día 2 de febrero llegamos a la ciudad de Mendoza vía Santiago de Chile. Esta linda ciudad, como dicen por aquí, es el punto de partida para iniciar el ascenso al Aconcagua. Da gusto pasear por sus calles, llenas de turismo local principalmente, en pleno verano. Es un lugar desde donde se pueden realizar muchas actividades: rafting, senderismo, paseos a caballo, escalada, y andinismo (el equivalente a nuestro alpinismo) y también son muy famosos sus vinos, especialmente la denominación de Malbec, un excelente caldo que hemos disfrutado tanto mi hermano, como Emilio y yo, que somos los que aquí estamos.
Pagamos los permisos y nos ponemos en marcha hacia el parque provincial del Aconcagua, en un hermoso día. La entrada se realiza por un lugar llamado Horcones, y allí validan nuestros permisos de ascensión. Tan solo tres horas después estamos en un lugar llamado Confluencia, a 3.390 metros. Es obligado parar en este punto a dormir para aclimatar los cuerpos, que se tienen que adaptar a la altitud, que en esta parte del mundo “pega” especialmente. La causa es que el cerro Aconcagua de 6.962 metros de altitud (prácticamente un siete mil) está situado en un centro de bajas presiones casi continuas. Otro factor determinante es que no hay bosques en ninguna de sus laderas por lo que no hay un aporte extra de oxigeno como ocurre en otras grandes cordilleras.
El día 6 de febrero seguimos con nuestro programa de aclimatación y decidimos acercarnos a la cara sur del Aconcagua, por un itinerario paralelo a un glaciar llamado Horcones inferior, que en el año 2003 y 2004, sufrió una grandiosa avalancha. La masa de nieve, hielo y piedras fue tanta que el glaciar avanzo ¡tres kilómetros y medio! Alcanzamos el campo base de esta cara sur a 4.100 metros. Es la cara de mayor dificultad con un desnivel de 3000 metros, y cualquier itinerario es tan difícil, que muy pocos han conseguido su ascenso.
Regresamos a Confluencia, pasamos una noche y el día 7 de febrero emprendemos camino al campo base llamado Plaza Mulas. Hemos decidido ascender el Aconcagua por la ruta “normal”; quiero contaros cómo es la ruta más frecuentada. Técnicamente no tiene ninguna dificultad, solo hay que vigilar los cambios bruscos del tiempo y la extrema altitud. Me resulta muy curioso observar la gran cantidad de personas que ascienden.
La jornada de hoy será muy larga, casi 40 kilómetros. Comienza en una gran llanura llamada playa ancha. Tenemos suerte, por la noche ha nevado con lo que evitamos el abundante polvo que caracteriza esta parte monótona. Logramos montar en unas mulas (algo peligrosas) y realizamos un placentero paseo de unos 15 kilómetros por este aburrido recorrido.
Hoy día 8 estoy escribiendo esta crónica desde mi saco de dormir, fuera hace mucho frío, está todo nevado y en las partes altas está enganchado el llamado “viento blanco”, rachas huracanadas de aire mezclado con nieve, que prácticamente anulan la visión. Con este clima sería imposible un intento a cima, la sensación térmica es menor de 40 grados bajo cero, no se vería nada y sería facilísimo perderse.
Nos toca esperar, mientras continuamos el proceso de aclimatación. Mañana, a pesar de que el tiempo está revuelto, subiremos a 5.050 metros a un lugar llamado campo Canadá a aclimatar y descenderemos en el día al campo base, para a descansar un día más. Tenemos que realizar los llamados dientes de sierra. Sube alto, duerme bajo, es el mejor sistema en los primeros estadios de la aclimatación para alcanzar un estado óptimo para el día de ataque a cima. Lo mejor es que en este campo base hay de todo, es como un pequeño pueblo. Os lo contaré todo en la siguiente crónica. Para avanzaros algo: ¡hasta existe una galería de arte!
Jesús Calleja desde el otro lado del charco.