Villagers: La aldea musical irlandesa
Mi tendencia a cuestionarme casi todo me lleva a ser muy selectiva. También si hablamos de música. No sé si es bueno o malo. Pero si encuentro un islote emergiendo entre aguas sospechosamente turbias, me quedo enganchada sin remedio. Algo parecido me sucede con Villagers, la banda irlandesa que se inventó en 2008 un compositor que desborda sensibilidad llamado Conor O'Brien. Rostro aniñado y oscuras experiencias. Una combinación siempre ganadora. Sobre todo para aquellos que tienden a la melancolía y les gusta esconderse del ruido inútil.
Villagers regresan con Darling Arithmetic. La crítica les esperaba después del gran impacto de Becoming a Jackal (2010) y su tránsito posterior hacia la electrónica en Awayland ( 2013). Algo en O'Brien me conecta al cantautor estadounidense Josh Rouse y su compatriota Phosphorecent, el cowboy eléctrico, como alguien lo definió muy acertadamente, que envuelve con rayos y quejidos su alma incomprendida.
"Courage" es lo que conocemos por ahora de Darling Arithmetic. Imagino a Conor O'Brien encerrado durante meses en su granja de Malahide, al norte de Dublín, para componer, grabar y producir el tercer álbum que se editará en abril. Una transformación mental y física. Al tiempo que crecían sus ansias de soledad, la barba iba ocultando su rostro hasta hacerlo casi invisible, a excepción de esos enormes ojos azules con los que observa el futuro con aire soñador.
Hay un par de cuestiones nada despreciables. El hecho de que O'Brien acudiera al rescate de la cantante francesa Charlotte Gainsbourg cuando ella le pidió que escribiera el tema "Memoir" para incluirlo en Stage Whisper (2011), y que entre el segundo y tercer álbum el músico irlandés dejará constancia de sus inquietudes sociales y compusiera "Occupy your Mind" contra la persecución de los gays en Rusia ordenada por un homófono profundo como Vladimir Putin.
Desde su primera canción alumbrada en un día de resaca, O'Brien o Villagers, si se prefiere, han inundado su sonido folk inicial con los brotes de la experimentación sosegada e inteligente. Con la intención de no repetirse. Aunque algunos de sus mejores instantes adquieran forma en versiones como la del clásico "Love Minus Zero / No Limit", de Bob Dylan.