Roddy Frame: treinta años no son nada
No es cierto que a los cincuenta estés muerto. Si no, que se lo pregunten a Roddy Frame. Alguien que me conoce bien me sorprendió hace unos días con un concierto íntimo, de apenas 30 personas, en la sala Costello de Madrid, para escuchar a un prodigio que, con sólo 19 años, firmó en 1983 "High Land, Hard Rain", uno de los álbumes imprescindibles de la historia de la música pop. Entonces Roddy Frame era líder y alma de la banda escocesa Aztec Camera.
Confieso que no las tenía todas conmigo. Desconfío de los retornos sin sentido que se exhiben sin pudor en giras para olvidar. Por prudencia prefiero callarme algunos nombres. No es el caso de Roddy Frame. No después de escuchar en Costello media docena de temas de un pasado de éxitos clamorosos: "Somewhere In My Heart", "Oblivious", "Killermont Street","Walk Out To Winter" o "Spanish Horses". Su voz se mantiene brillante y fresca, y como instrumentista no ha perdido ni una pizca de su descarado virtuosismo a la guitarra.
Frame vino a presentar "Seven Dials", su primer disco en solitario en ocho años. Lo ha grabado en el sello AED de su amigo Edwyn Collins. Es de agradecer que el que fuera motor de "Orange Juice" y productor de The Proclaimers y Little Barrie siga activo después de sufrir dos derrames cerebrales que casi acaban con él.
La canción que titula el regreso de Frame nos remite a un beso casi imaginario que quedó suspendido en la archifamosa intersección de calles para adictos al shopping del centro de Londres. Nostalgia ante el paso del tiempo que el compositor destila con mimo en esta nueva fase de su vida. Las asombrosas letras iniciáticas de sus primeros años reposan en las composiciones de quién se sabe experimentado y libre de miedos, y hoy sus dedos galopan más enfebrecidos que nunca sobre su guitarra acústica.
En la oscuridad de la sala Costello me temí lo peor: vértigo, mareos, sudores fríos... Se supone que algo así debe sentirse al asomarse al precipicio de la edad cuando te reencuentras con alguien del pasado que ya no reconoces. Frame atesora casi todo. A falta de flequillo, no hay nada que disimular. Fue un sueño delirante y adrenalínico, la esencia de la juventud hecha música de forma exquisita. Da gusto volver a escuchar a este simpático escocés que conserva incluso el gesto aniñado y la finura de hace 30 años. No es cierto que a los cincuenta estés muerto.