Una librera heroica
Florence Green es una mujer sencilla entregada a un sueño sencillo. Abrir una librería en un pequeño pueblo inglés. Un empeño ingenuo a simple vista al que aguarda una trampa llena de conspiraciones y zancadillas. Básicamente, por la estupidez de aquellos que no aceptan la llegada de nuevas ideas que escapan a su control. Aunque se trate de una mujer solitaria y de mediana edad que ya no espera mucho más de la vida y cuya única pretensión es rodearse de las cosas que más le gustan: libros y más libros.
Penelope Fitzgerald (Lincoln,1916-Londres,2000) escribió La Librería (Impedimenta) un año después de debutar con The Golden Child en 1977. Una autora tardía que nunca creyó haber perdido el tiempo: "He llegado a entender el arte como lo más importante, pero no me arrepiento de no haber pasado toda mi vida a su lado". (Por cierto, también es tardío el caso de Ray Webber, el Bukowski de Bristol, un viejo cartero que ha tenido que esperar a cumplir 93 años para ver editado su primer poemario, High on Rust, y del que oiremos hablar a partir de ahora).
Fitzgerald tiene todos los rasgos que identifican a las grandes escritoras anglosajonas. Es elegante y sutil. Te lleva sin darte cuenta al final del viaje sin que seas plenamente consciente de ello. Y como sucede con los libros que nos conmueven, releemos la última frase. Una y otra vez.
El coraje de la mujer discreta que anhela pasar el resto de sus días entre estantes y cajas sedujo a otra mujer valiente y necesaria. La directora catalana Isabel Coixet acaba de finalizar el rodaje de The Bookshop, la adaptación de la novela homónima de Fitzgerald.
Imposible no enamorarse de una heroina como Florence Green. "Tenía buen corazón, aunque eso sirve de bien poco cuando de lo que se trata es de sobrevivir". Una mujer humilde y casi insignificante que luchará silenciosamente contra la actitud ruin y prepotente de una comunidad asfixiante en un pueblo diminuto carcomido por la envidia y la humedad del mar.