Paul Weller, talento inglés en tiempos del Brexit

cuatro.com 22/09/2017 12:52

No soy mitómana. Pero conservo una foto con él. La única que he querido hacerme con un artista. Septiembre de 2004. Sabíamos que Paul Weller (Woking, Inglaterra, 1958) iría a los estudios de televisión, en Tres Cantos, para presentar el álbum Studio 150.

Así que planeamos una emboscada de manual, compinchadas con las maquilladoras, que nos avisarían de su entrada antes de pasar al plató. Y hecho. Llamada a la redacción, tono de película de espías, disimulo hasta las escaleras, y loca carrera a la sala VIP.

Allí estaban. Paul Weller y su padre, John Weller, inseparable y abnegado manager del patriarca mod hasta su muerte en 2009. Había algo de Jack Daniel's en la habitación. Con los nervios del momento no recuerdo si era una botella sobre la mesa junto a una fuente de jamón ibérico o una camiseta incrustada en la panza del legendario progenitor.

Paul me había visto en el monitor de la sala de maquillaje, y alguien le había hablado de lo mucho que me interesaba su música, así que no era extraño que se mostrara algo confundido. Antes allí, ahora aquí… parecía estarse preguntando con una sonrisa al vernos entrar.

Yo no iba sola. A estas cosas no se va sola. Hay que hacer el ridículo en grupo o como mínimo en pareja. Tenía una compañera, Marisa, igualmente fascinada con Weller, sólo que ella me sacaba ventaja: Lucía un envidiable corte de pelo al estilo mod.

No voy a descubrir nada nuevo sobre la influencia de The Jam en la infinidad de bandas que surgieron de las islas británicas desde finales de los setenta hasta ahora; tampoco sobre la sofisticada elegancia de The Style Council que no fue bien entendida ni aceptada en su momento: un viraje cool del chico de barriada industrial que, pese a todo, no dio la espalda a las tensiones sociales ni a los males cotidianos.

Por eso mis cintas de cassette echaban humo después de horas y horas dando vueltas en el equipo de mi cuarto, en un piso de estudiantes en Bilbao. Por no hablar de los sorprendentes experimentos de Weller en solitario. Un viaje que emprendió en 1992 con el álbum Paul Weller y que continúa hoy con A Kind Revolution.

El músico de Surrey no pasa nunca por el mismo surco ni de la misma forma, aunque en el intimismo otoñal de "Long Long Road" se adivine el rastro de Marvin Gaye, el influjo de Bowie en "Nova" y la huella de Steve Winwood, en "Woo sé Mama". Herencias de tiempos gloriosos que Weller, a su manera, nunca olvida.

Desde Amy Winehouse a los hermanos Gallagher (la marca Pretty Green, fundada por el pequeño Liam, es un tributo a la descarada canción de The Jam), o la banda británica Stone Foundation, de la que Weller es productor. Con todos se ha sentado a los teclados, se ha colgado la guitarra o ha hecho coros. Weller es el músico en mutación constante que conserva sus naves intactas.

Pero volviendo a la sala VIP de Tres Cantos. Todo se resolvió con mucha educación. Saludos cordiales, una breve conversación y algunas fotos. Weller con gafas de sol y yo con los ojos rojos y la boca abierta en un autorretrato insólito.

Así quedé estampada en la foto con la que pretendía hacer historia entre los míos. Una ruina. Han pasado 15 años de aquel encuentro. Desde entonces he asistido a cuatro conciertos más.

El último, el viernes 15 de septiembre de 2017 en La Riviera, en Madrid. Lucha tras lucha, año tras año, canta en "Town called malice", el himno con el que se permitió algún atisbo de nostalgia en Madrid. Weller preferiría desaparecer antes de repetirse, pero yo recupero parte de mi vida cada vez que sale al escenario.

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