Un amigo me insinuó no hace mucho que en Islandia es imposible crear otro tipo de música, y que sólo lo entendería cuando viajase a la tierra de los glaciares, las columnas basálticas y las cenizas. Tiro del hilo de mi madeja mental y saco a flote uno de los álbumes que han sembrado mi año 2014. Lo firma un islandés: Ásgeir. Folk electrónico made in Reikiavik con aires helados sobre lagos ardiendo más allá del mar de Noruega. Paisajes en azul, verde, blanco y negro, y una inmensa quietud que es un bálsamo de tranquilidad. Qué bien les vendría a algunos, para aplacar sus ansias de tarjetas y mordidas, unas buenas dosis de Kaleo, Íkorni o StarWalker. Si eres lo que escuchas, como nos recuerda Radio 3, yo me callo lo que debe sonar en sus reproductores para hacer lo que hacen.
¿No es Islandia ese país donde someten a referéndum hasta el dentífrico que debe usar su presidente? ¿Y el primero con una jefa de gobierno abiertamente homosexual y felizmente casada con su pareja de hace más de tres décadas? Hasta en eso nos aventajan.
Y luego llega un músico de 21 años, criado en Laugarbakki, una aldea de apenas cincuenta habitantes, y es capaz de atravesarte el alma con un teclado en una diminuta iglesia perdida entre el infinito y el Círculo polar ártico.
Ásgeir, Going Home
El estadounidense John Grant descubrió a Ásgeir poco después de encontrarse a sí mismo y bajar un par de enteros la aceleración que arrastraba desde sus años en The Czars. Se puede decir que resucitó en Islandia. Encontró la felicidad y la inspiración suficientes para revivir fuera del arco destructor de alcohol y cocaína, y lograr uno de los mejores trabajos de su carrera, Pale Green Ghosts. Y sigue allí, flotando en aguas electrónicas y rendido al paisaje del fin del mundo y las tartas del Café Mokka.
John Grant, GMF
No sólo Grant encontró consuelo en Reykjavik. Otros como Damon Albarn y Bon Iver acamparon entre icebergs para dejarse devorar suavemente por el sol de medianoche.
Farao, The Hours
Múm, Farao, Ylja, Samaris, Mono Town y Emilíana Torrnini. Para Ragnar þórhallsson, vocalista y guitarrista de Of Monster and Men, no hay lugar en el mundo que pueda compararse a Islandia a la hora de componer. En los últimos años, el número de bandas surgidas del frío con indudable aroma indie no ha dejado de aumentar, aunque Björk y Sigur Rós se mantienen como capitanes naturales del movimiento musical que está provocado el deshielo islandés. Hay algo ambiguo y misterioso en esa tierra que invita a sentarse en un café y esperar a que el silencio rebote contra las paredes.