Cuando escuché ‘Asfalto’ me acordé de mi padre. Nos imaginé contemplando un campo de trigo, cogiéndonos de la mano en el mismo bolsillo, como sugiere la canción de McEnroe. Luego supe que la letra de Ricardo Lezón ( Getxo, 1969) la había inspirado- casi dictado- su hija Jimena, a quien tenemos la suerte de escuchar en La Distancia (Subterfuge Récords, 2019).
El sexto álbum de la banda de Getxo llega cinco años después de Rugen Las Flores. No es un disco triste, es costumbrista y poético. Tiene algo que ver con la niebla que empaña el paisaje del norte y deja el recuerdo embalsamado, con la sensación de ahogo que sentimos al presenciar ciertos paisajes abruptos pero hermosos: un bosque, un acantilado o una vereda florida. Son momentos sencillos, de enorme valor, descritos con su marca indisoluble de serenidad y elegancia.
No hay duda de que la belleza está en la búsqueda, en la forma de mirar al interior desde la naturaleza que nos observa: "hay un lugar en mí al que nunca voy por miedo a quedarme”. La voz de Lezón nos aporta calma en la vorágine, aliento inesperado en la realidad líquida de la que hablaba el sabio polaco Zygmunt Bauman.
Por un momento he creído oír los ecos invernales de Bon Iver, y la épica propia de lugares lejanos en los que apenas se ve el sol. No sé si con La distancia han llegado al sitio que buscaban. Pero me quedo con "lo pequeño y los ángulos imperfectos" que siguen asombrando a estos músicos periféricos y expertos en transformar realidades minúsculas en obras inmensas.